RAFAEL MAÑUECO
Viernes, 6 de mayo 2016, 20:38
La periodista y diputada rusa Olga Li ha saltado a la primera línea de la actualidad política de su país después de publicar en marzo un vitriólico vídeo contra Vladímir Putin. A sus 29 años se arma de valor para acusarle de «confabulación criminal contra su propio pueblo». Como suele ser normal en Rusia cuando alguien osa cantarle las cuarenta al presidente, Li tiene detrás a la Justicia y se expone a dar con su huesos en la cárcel. Pero no se amilana y se propone cambiar su actual escaño en la Asamblea regional de Kursk, territorio situado a 500 kilómetros al sur de Moscú, por otro en Moscú, en la Duma, la Cámara Baja del Parlamento federal. Para ello deberá presentarse a las elecciones legislativas de septiembre. Quiere hacerlo bajo la siglas de la formación liberal Yábloko, partido fundado por el economista Grigori Yavlinski.
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Hace dos meses decidió publicar en Youtube y la red social VKontakte una grabación filmada en su despacho de diputada donde, entre otras cuestiones, critica «la actual propaganda de violencia que invade los canales de televisión controlados por el Estado».
A juicio de la reportera rusa, la política del Kremlin «con la anexión de Crimea y guerras como las de Ucrania y Siria (...) han hundido el sistema financiero del país y llevado a la destrucción del estado de derecho». Li cree que, como consecuencia de las sanciones internacionales debidas a la confrontación que Putin alimenta contra Occidente, «el nivel de vida de la población no hace más que descender y los medicamentos para curar muchas enfermedades desaparecen de las farmacias». «La Constitución no se respeta y usted no cumple su función como garante de los derechos y las libertades de la población», le suelta al jefe del Estado en tono severo.
La política y reportera, madre de dos niñas pequeñas, le recrimina a Putin haber creado una situación que está conduciendo a un auténtico «genocidio» de la población rusa. Afirma además que la posibilidad de elegir a sus dirigentes le ha sido sustraída completamente a la sociedad. Arremete también contra el sistema de justicia, corrompido, según ella, y contra el FSB, los servicios secretos, un órgano «no al servicio del pueblo sino contra él». La nueva opositora rusa termina su intervención tachando de falsos los sondeos que atribuyen al presidente índices de popularidad astronómicos, algunos cercanos al 90%. «En la región de Kursk, la gente que lo apoya no pasa del 25%», advierte.
Algunos analistas achacan el éxito de Li a que sabe dar imagen institucional. En la alocución aparece en su despacho de diputada con gesto grave y talante responsable. Hasta el punto de que amenaza el liderazgo del bloguero anticorrupción Alexéi Navalni, de momento, el más popular de los opositores. En cualquier caso, la redactora del diario 'Narodni Zhurnalist' no dijo nada que no hayan denunciado con anterioridad otros detractores de Putin: el propio Navalni y el asesinado Borís Nemtsov fueron en ocasiones mucho más duros en sus críticas contra el Kremlin.
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Fábrica de causas penales
Li no lo tiene fácil. La práctica habitual de hallar delitos graves en la actuación de los opositores molestos se ha empezado a aplicar con esta joven madre. En prácticamente una semana se presentaron cargos contra ella por dos delitos. El 24 de marzo fue acusada de difamación por un artículo suyo desvelando las irregularidades cometidas por un juez y, el 1 de abril, se la abrió un segundo expediente por «extremismo» e «incitación al odio». Esta segunda acusación está directamente relacionada con el vídeo dirigido a Putin. Su abogado, Román Lizlov, está convencido de que las dos causas penales «pretenden acabar con ella políticamente» y «carecen de fundamento».
Pero así es como el Kremlin combate a sus adversarios, «fabricando» sin base real causas penales contra ellos. Navalni fue condenado en dos procesos amañados a penas de cárcel, aunque ahora está en libertad condicional. Menos suerte tuvieron el comunista Serguéi Udaltsov o el exalcalde de Yaroslavl Evgueni Urlashov, que siguen cumpliendo condena, o el activista Serguéi Mojnatkin. En marzo recibió en prisión una brutal paliza. Si la cárcel y la intimidación no funcionan, se recurre al asesinato: Nemtsov, la periodista Anna Politkóvskaya, el espía Alexánder Litvinenko...
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Cualquier método es bueno para acabar con la oposición, incluyendo los más sucios. A Dmitri Gudkov le quitaron el acta de diputado por asistir a una manifestación, mientras que el exprimer ministro, Mijaíl Kasiánov, vio por televisión en marzo una grabación obtenida por una cámara oculta en la que aparecía en la cama con su asistente, la también activista Natalia Pelévina. Kasiánov vive con su esposa. La Justicia rusa no descansa: ahora intenta conseguir de la Interpol la extradición del magnate ruso, Mijaíl Jodorkovski, indultado en diciembre de 2013 tras pasar 10 años entre rejas. Tras financiar partidos de la oposición, ha intensificado su actividad política desde su nueva residencia en Suiza.
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