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PABLO M. DÍEZ
Jueves, 19 de mayo 2016, 21:40
En Corea del Norte, la música popular también está a las órdenes de la propaganda política. Siguiendo el adoctrinamiento del régimen, sus canciones no hablan de enamorados, sino que se utilizan para ensalzar al joven caudillo Kim Jong-un, a los militares y a la 'madre patria'. La Banda Moranbong, el grupo más famoso del país, canta los valores patrios. Formado en 2012 por una veintena de jóvenes y atractivas músicas del Ejército, que el propio dictador seleccionó personalmente, la agrupación ha modernizado el discurso propagandístico del régimen copiando todo a los 'supergrupos' femeninos del 'pop' surcoreano. Lo que vale se aprovecha.
Las Moranbong no pueden permitirse las atrevidas provocaciones sexuales de sus vecinas, pero han revolucionado el panorama musical y social de Corea del Norte con sus minifaldas, tacones de aguja, peinados occidentales y vestidos ajustados, que les marcan las caderas gracias a sus bailes ligeramente sensuales. Ataviadas con trajes blancos y sombreros de alzada, en su último concierto festejaron el congreso del Partido de los Trabajadores que acaba de encumbrar aún más a Kim Jong-un.
Junto al Coro Militar y la Banda Chongbong, la actuación fue el 'Woodstock' de la propaganda norcoreana, ya que reunió a los grupos de mayor éxito en este hermético país, donde no se conoce ni a los Beatles ni a los Rolling Stones. Más de 12.000 personas llenaban el Pabellón de los Deportes Chung Ju-yung de Pyongyang, y al parecer disfrutaron de un programa a mayor gloria del régimen.
Además del presidente del Parlamento, Kim Yong-nam, las gradas estuvieron ocupadas por militares con medallas y enchaquetados cuadros del Partido, con la insignia en la solapa del «presidente eterno» Kim Il-sung, fundador de la patria, y el «querido líder» Kim Jong-il, abuelo y padre del actual dictador. Las paredes, forradas con banderas rojas del Partido y con el siniestro símbolo de la hoz, el martillo y el pincel, parecían componer una escena 'kitsch' de 'El Muro', de Pink Floyd.
Fue una juerga. Las Moranbong y las Chongbong desplegaron su propaganda con auténticos temazos como 'Amamos al Partido', 'Nada que envidiar al mundo' o 'Nuestro querido líder'. Una gigantesca pantalla proyectaba imágenes con los principales logros del régimen: misiles, tanques, desfiles de masas y campesinos y obreros librando épicas batallas contra los elementos para incrementar la producción agrícola e industrial. Las escenas de cosechas abundantes contrastaban con la dura realidad del país, que en los años 90 sufrió una hambruna que diezmó la población.
Todo se convierte en batalla en Corea del Norte, donde sus habitantes llevan siete décadas repitiendo los mismos gestos de alabanza al líder. A pesar de los gritos desgarrados y llantos que se profieren en cada marcha popular, la audiencia permanece impasible y sin levantarse de sus asientos durante todo el concierto. Sin mover ni un músculo del rostro, nada. El público solo reaccionó con un sonoro aplauso cuando aparecieron en pantalla los cohetes del régimen y los retratos de la dinastía Kim, que va ya por su tercera generación. En Corea del Norte, todo el mundo baila al son que marca Kim Jong-un. De momento, a través de las Moranbong.
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