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GUILLERMO ELEJABEITIA
Viernes, 20 de mayo 2016, 19:55
El teléfono de Luc André Diouf no dejó de sonar el lunes en todo el día. Su imagen en el equipo titular con el que Pedro Sánchez prepara su segundo asalto a La Moncloa le ha llevado en apenas 24 horas a la primera línea de fuego de la política nacional. Y aunque está cansado de oír la palabra «ministrable», porque «hay que ir día a día y partido a partido», lo cierto es que ya hay quien ve en él a la gran esperanza -en este caso negra- del PSOE para atraer el voto inmigrante.
Llegado el caso, este senegalés de 50 años se sentaría en el sillón del Consejo de Ministros con un bagaje inédito entre la clase política de este país. En 1992 pasó 45 días viviendo a la intemperie en la playa grancanaria de Las Canteras. Sin dinero, enfermo y desanimado, sobrevivió gracias a la solidaridad de unos compatriotas y pudo empezar de nuevo. «Fue un momento terrible, pero quizá me ha curtido y me ha ayudado a llegar donde estoy hoy», dice quien trabaja ya con la vista puesta en el gobierno del país al que llegó hace 25 años.
Diouf nació en 1965 en la Isla de las Conchas, situada a 114 kilómetros de Dakar en la costa de Senegal. El islote, de apenas cien hectáreas y con 5.000 habitantes, es una rareza en África Occidental. Su estampa se ha colado en las guías turísticas de medio mundo por la característica arquitectura vernácula, que utiliza las conchas que se acumulan por millones en el suelo de la isla como material de construcción. Pero además Fadiouth -nombre oficial de la población- es un raro ejemplo de convivencia interreligiosa. Diouf pertenece a la mayoría católica de la única localidad de Senegal donde los musulmanes son minoría. Y la convivencia es ejemplar: «Da igual que sea Navidad o la Fiesta del Cordero, allí todo se comparte».
Perteneciente a una familia de ocho hermanos dedicada a la agricultura, su infancia transcurrió entre la escuela, la iglesia y el campo. «Teníamos un pequeño terreno donde cultivábamos mijo, cacahuetes y arroz. Con 10 años había que ayudar y en los meses de verano nos levantábamos antes de que saliera el sol para evitar el calor, caminábamos los tres o cuatro kilómetros que separaban nuestra casa de la parcela, y trabajábamos hasta las seis de la tarde», evoca.
Aunque las condiciones de vida eran duras, Diouf asegura que tuvo una infancia «muy, muy feliz» y describe un ambiente familiar de paz y armonía en el que «padres, hermanos, tíos y abuelos nos manteníamos unidos para salir adelante». «Mi padre jamás nos levantó la mano, ni siquiera la voz», apunta. En una sociedad matriarcal, era su madre quien se encargaba de la educación. Ésta consistía básicamente en estudiar, ir a misa, hacer deporte y participar en las actividades de la comunidad. «He sido monaguillo, he cantado en el coro y he jugado en un equipo de baloncesto», recuerda. También fue monitor de un grupo de scouts, lo que le permitiría más tarde viajar a Cincinnati, en Estados Unidos, para trabajar.
senegalés errante
La Isla de las Conchas es el único lugar de Senegal con mayoría de católicos. Diouf es uno de ellos. Asegura que la convivencia con los musulmanes, que son mayoría en el país, es ejemplar. De pequeño fue monaguillo, cantó en el coro de la iglesia y fue monitor de los scout.
Llegó a las islas en 1992 tras pasar por Lyon y Utrecht para estar cerca de su hija. También le atrajo el clima y la cercanía a su tierra. «Estamos a dos horas y media de vuelo y recibimos noticias frecuentes». En Canarias, la diáspora africana es más llevadera.
De su relato se desprende la imagen de un buen chico, aplicado en los estudios, que se esfuerza por prosperar. Comenzó Ciencias Económicas, pero dos años antes de terminar, dejó la carrera para iniciar su largo viaje. «Sacrifiqué todo por estar con mi hija, porque quería estar cerca de ella», revela. Su periplo le llevó primero a Lyon y a Utrecht para tratar de ganarse la vida, pero su objetivo eran las Islas Canarias, donde ya vivía la niña, «que acaba de terminar la carrera de Derecho», cuenta orgulloso.
Sin embargo sus primeros momentos en el archipiélago no fueron fáciles. Cuando se le acabó el dinero que había ahorrado se vio durmiendo a la intemperie en la playa de Las Canteras, junto a otros inmigrantes en su situación. «Aguanté comiendo una vez al día», pero pasaban las semanas y acabó enfermando con un cuadro de neumotórax bastante grave que le tuvo tres meses y medio en el hospital. Sobrevivió tras un drenaje y dos operaciones y comenzó a dar los primeros pasos de su nueva vida gracias a unos paisanos que le acogieron en su casa. «Tuve mucha suerte porque otros chicos marroquíes que estaban conmigo en la playa no tenían esa posibilidad», reconoce.
Del hotel al sindicato
El que hablara inglés, francés, español y algo de alemán también ayudó para que consiguiera su primer trabajo en el país. Fue como recepcionista en un hotel de Fuerteventura, cuando todavía estaba en situación irregular, pero la experiencia no resultó óptima porque la dirección le negaba los trámites que podían proporcionarle un permiso de residencia. Cogió las maletas y se volvió a Gran Canaria. Al poco tiempo comenzaba a trabajar en Comisiones Obreras y daba el pistoletazo de salida a una carrera pública que puede llevarle al gobierno de la nación.
Primero fue técnico en el Área de Migraciones de la división canaria del sindicato, después coordinador y más tarde secretario. Mientras tanto participaba en diversas entidades y en la fundación de la Federación de Asociaciones Africanas en Canarias, que hoy coordina. En 2015 el socialista Ángel Víctor Torres le fichó como asesor para la campaña electoral al Cabildo de Gran Canaria. Y ahora Pedro Sánchez, para las Generales. «Pero yo no estoy afiliado, sólo soy un simpatizante del Partido Socialista, desde la universidad e incluso antes, por tradición familiar», advierte tratando de marcar distancias con la clase política.
Huye de cualquier declaración que le comprometa y asegura que de esta nueva etapa de su vida «no espero otra cosa que seguir trabajando por la población migrante, tanto los que llegan a España como los que se han tenido que ir fuera, porque hay mucha gente que lo está pasando mal». Pero, le guste o no, ya habla como un ministro.
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