Urgente Mazón anuncia un acuerdo con Vox para aprobar los presupuestos de la Generalitat de 2025

El San Juan de la cuneta

Tras rechazarla Franco para el Valle de los Caídos, la efigie sigue despiezada en trozos, 65 años después, junto a una carretera

alberto Ferreras

Miércoles, 22 de junio 2016, 21:32

A finales de los 40, Franco encargó edificar el Valle de los Caídos al arquitecto Diego Méndez, el único que se atrevió a levantar una cruz de más de 200.000 toneladas sobre la cúpula de una basílica horadada en piedra. La responsabilidad del conjunto escultórico recayó sobre el joven Juan de Ávalos, con el que Méndez tuvo «discrepancias» frecuentes por el estilo de sus creaciones.

Publicidad

El primer desencuentro fue con La Piedad, que hubo que desmontar del arco de la portada de la basílica por resultar, en palabras de Méndez, «muy patética». Al tiempo se instaló una segunda versión, «más dolorosa», que sigue ahí.

A este conflicto se sumó otro. Ávalos debía colocar en la base de la cruz la representación de las virtudes teologales y más abajo, a mayor escala, a los cuatro evangelistas. Estos debían tener un protagonismo especial evidente en su tamaño y gestos. A la hora de tallar a San Juan, Ávalos lo creó avejentado y con una barba que disgustó a Franco. El general imaginaba a Juan Evangelista como aparece descrito en el Nuevo Testamento. Es decir, un joven, lozano y vigoroso. Rechazó de inmediato la representación decrépita del evangelista y pidio al escultor que, además de rejuvenecerlo, lo afeitara.

Pero para cuando llegó esta petición ya estaba esculpida la cabeza, y lista para ser colocada en su lugar destacado sobre la basílica y bajo las virtudes teologales. «Bueno, pues que le vamos a hacer, lo afeitaremos», respondió Ávalos a la petición de Franco.

Y manos a la obra. Se puso a esculpir diligentemente una nueva cabeza -esta vez sin vello facial- en idénticos bloques de caliza negra de Calatorao (Zaragoza). El San Juan que se puede ver hoy en el Valle de los Caídos aún conserva esta segunda versión barbilampiña.

Publicidad

Consejo de Obras

La gigantesca pieza descartada fue a parar a una cuneta próxima, en espera de que el Consejo de Obras del monumento decidiera su destino final. Sin embargo, el Valle de los Caídos fue inaugurado, el Consejo de Obras desapareció, las piedras desmontadas cayeron en el olvido, rotas, y hoy siguen en el mismo lugar, rodeadas de maleza. Han pasado 65 años de aquello.

El viejo San Juan de la cuneta ahora es, en teoría, propiedad de Patrimonio Nacional, organismo que gestiona la mayor parte del Valle de los Caídos (salvo las zonas de culto y la Abadía cuya administración es responsabilidad de los monjes benedictinos). Es a Patrimonio al que pertenece el conjunto escultórico del monumento y, por tanto, también debería corresponderle la recuperación de las piezas desmontadas del San Juan, su clasificación, montaje y exhibición.

Publicidad

Mientras tanto, en algún lugar del Valle de los Caídos seguirá olvidada en una cuneta una obra inédita de Juan de Ávalos, uno de los más grandes escultores españoles de la historia, a quien Franco ordenó tirar una de sus cabezas porque le parecía la de un viejo.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Suscríbete a Las Provincias: 3 meses por 1€

Publicidad