Formal. Su único guiño a la frivolidad es su gusto por los zapatos extravagantes.

La dama de acero

Los 30 años que lleva en política no han conseguido oxidar a Theresa May, la sucesora de Cameron. Frente a sus elitistas compañeros, la ministra de Interior fue educada en la escuela pública y «ni bebe ni chismorrea»

guillermo elejabeitia

Lunes, 11 de julio 2016, 20:54

Veintiséis años después de que Margaret Thatcher dimitiera por su complicada relación con la Unión Europea, Reino Unido vuelve a tener a una mujer al frente del Gobierno en un momento aún más delicado con los vecinos europeos, por ser elegantes. La campaña por el Brexit conviertió a Andrea Leadsom, la secretaria de Estado, en una estrella emergente. Pero Theresa May, actual ministra de Interior, finalmente ha ganado la carrera y se ha convertido en la sucesora de David Cameron. Ya se está acostumbrando a las comparaciones no solo con la dama de hierro, sino con otra gran severa de la política actual, Angela Merkel. Su perfil discreto pero eficiente es un valor en alza frente al momento de incertidumbre que vive su país. Incluso sus enemigos políticos la valoran.

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Andrea Leadsom

  • la rival

  • A sus 53 años, cuenta con un pobre currículo político. Es diputada desde 2010 y secretaria de Estado desde 2014. El grueso de su carrera profesional la desarrolló en la City como alta ejecutiva de banca. La prensa la ha acusado de haber «embellecido» su curriculum. Habría exagerado sobre el número de personas a su cargo y los fondos que manejaba.

En la batalla por la jefatura del gobierno se han dado situaciones rocambolescas, casi shakesperianas, como la traición de Michael Gobe a Boris Johnson, hasta entonces su principal valedor. May ha mantenido en todo momento un perfil bajo, discreto, y una imagen seria. Sin duda, tiene menos carisma que sus anteriores oponentes, pero eso puede que haya sumado a su favor en un escenario político dominado por el personalismo de sus líderes.

Frente a las maquinaciones de sus adversarios, la templanza de la ministra de Interior ha aparece como la virtud cardinal para aunar voluntades en el maltrecho Partido Conservador. «No soy una política espectacular -ha reconocido-, no hago rondas por los estudios de televisión, no cotilleo sobre la gente en los almuerzos, ni voy a beber a los bares del Parlamento». Justo lo que el pueblo valora después de una etapa dominada por políticos elitistas salidos de Eton. Como David Cameron o su principal oponente, Boris Johnson, también May estudió en Oxford, pero no llegó hasta allí a través de prestigiosos colegios privados, sino siendo la primera de su clase en una escuela pública. Tras una etapa de conservadurismo compasivo, ella encarna la movilidad social y el valor del esfuerzo silencioso como medio para prosperar.

Nacida en Eastbourne, Sussex, el 1 de octubre de 1956, es la única hija de un pastor anglicano. Graduada en Geografía con honores, su interés por la política se despertó a los 12 años. En Oxford participó en grupos de debate y se unió a la Asociación Conservadora. En la universidad conoció a la que después sería primera ministra de Pakistán, Benazir Bhutto, que le presentó al hombre con el que acabaría casándose, Philip May, banquero de inversiones que ella describe como «mi roca». La pareja no ha tenido hijos. «Simplemente no pasó; miro a las demás familias y veo que hay algo que nosotros no tenemos», reconoció al Daily Telegraph. Un tema que utilizó Leadsom para atacarla y declarar que «ser madre me da ventaja sobre May». La polémica está servida, aunque la ministra de Interior ha preferido guardar silencio.

Feminista convencida

Tras unos años trabajando para el Banco de Inglaterra y varios puestos menores en la administración municipal, desembarcó en la política nacional en 1997 al ganar -a la segunda- un escaño en la Cámara de los Comunes. Apenas un lustro después, ya era la presidenta del Partido Conservador. En el congreso que la aupó a la jefatura, una ocasión generalmente utilizada por los candidatos para jalear a los electores, May tomó el micrófono y soltó: «Nuestras bases son muy estrechas, y así son, ocasionalmente, nuestras simpatías. Como ya saben nos llaman The nasty party (El partido sucio)».

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Cuando en 2010 el partido había logrado quitarse la suciedad y conseguía el poder, David Cameron la situó al frente del departamento de Interior, un puesto que ansiaba su aliado liberal Nick Clegg. Finalmente Clegg fue nombrado viceprimer ministro y May se quedó con uno de los puestos clave del gobierno. Tradicionalmente se considera la cartera como una manzana envenenada, pero ella ha conseguido permanecer en el cargo nada menos que seis años, el periodo más largo del último medio siglo.

No ha sido un trayecto fácil. Nada más llegar resistió las presiones del gobierno americano para que extraditara al pirata informático Gary McKinnon, apelando a los derechos humanos. Aunque se la considera a la derecha de Cameron, votó a favor del matrimonio homosexual y siempre se ha definido como feminista convencida. También se enfrentó al poderoso sindicato policial. Su firmeza le ha granjeado muchos respetos, incluso entre sus oponentes. «No quiero sonar demasiado positivo porque no la quiero como primera ministra, pero preferiría tenerla a ella que a cualquiera de sus oponentes, al menos es competente», ha comentado el liberal Norman Baker.

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Dicen que su punto flaco es que hizo campaña por la permanencia, pero ya ha aclarado que no piensa revisar el plebiscito: «Brexit es Brexit».

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