BORJA OLAIZOLA
Domingo, 13 de noviembre 2016, 14:57
Su mirada saltó al mundo desde la portada del 'National Geographic' en junio de 1985. Los enormes ojos verdes de Sharbat Gula, entonces una niña de unos 12 años, tocaron la fibra más sensible de millones de occidentales y convirtieron su rostro en uno de los iconos de finales del pasado siglo. Como otros tres millones de compatriotas afganos, Sharbat Gula y lo que quedaba de su familia -sus padres murieron en un bombardeo- habían salido huyendo de su país después de la invasión de las tropas de la Unión Soviética a principios de los ochenta. El conflicto provocó desplazamientos masivos de la población autóctona, forzada a buscar refugio en los países vecinos para no pasar a engrosar la lista de víctimas civiles.
Publicidad
Steve McCurry, un fotógrafo estadounidense que se había estrenado como reportero bélico en Afganistán, se topó con ella en 1984 en la escuela del campo de refugiados pakistaní de Nasir Bagh. La foto de la niña formaba parte de un reportaje sobre las condiciones de vida de los afganos que habían tenido que huir de su país. Los reporteros aún trabajaban entonces con película fotográfica, así que no descubrió la fuerza de la imagen hasta que tuvo a su disposición las copias de contacto recién salidas del laboratorio. La niña afgana fue portada del número de junio de 1985 de 'National Geographic', una publicación que aplica uno de los baremos más exigentes del mundo editorial en materia de calidad fotográfica.
La imagen tuvo una enorme repercusión y devino en símbolo de la tragedia de la guerra afgana. El retrato de la niña se convirtió en la portada más famosa de la larga historia de la revista y catapultó a su autor al estrellato. McCurry se consagró como una de las vacas sagradas del fotoperiodismo: Magnum, la más reputada agencia de fotografía, le abrió sus puertas de par en par. 'La niña afgana', que es el título que su autor adjudicó a la foto, pasó a formar parte de la iconografía universal ilustrando panfletos, carteles y calendarios de varias campañas humanitarias. «Me llegaron muchas cartas de personas que me confesaban que se habían decidido a trabajar como voluntarias en campos de refugiados o en tareas humanitarias en Afganistán impulsadas por la visión de la foto», reconocía el propio McCurry.
Mientras sus ojos verdes conmovían a medio mundo, la niña afgana se iba haciendo mayor sin abandonar su estigma de víctima. McCurry, que no llegó a identificarla en su primer encuentro, se empeñó en dar con ella en 2002. Con la ayuda de 'National Geographic', inició una pesquisa en el campo de refugiados donde le había hecho la foto 18 años atrás. La investigación le condujo a la remota aldea natal de la muchacha, en territorio de los pastunes afganos. Sharbat Gula estaba ya en la treintena y su rostro reflejaba las huellas de una vida de privaciones y sacrificios. Poco quedaba en el retrato de la niña que había fotografiado 18 años atrás. Casada y con tres hijas, la joven ignoraba por completo que su rostro infantil era un icono en la civilización occidental.
El marido de la muchacha residía entonces en Peshawar, en Pakistán, ya que en Afganistán resultaba imposible encontrar trabajo. La familia alternaba las estancias entre la localidad pakistaní y la aldea afgana, algo habitual entre los cientos de miles de refugiados que sobrevivían a caballo en la línea fronteriza entre ambos países. A la guerra contra los rusos le había tomado el relevo la campaña de los estadounidenses contra los talibanes, así que el territorio afgano estaba lejos de ser un lugar seguro para la población civil. Doce años después las cosas no han cambiado mucho. Se calcula que hay unos 2,7 millones de refugiados afganos, la mayoría en territorio pakistaní. Islamabad tiene registrados 1,5 millones, pero la cifra real es muy superior. Dado que muchos afganos llevan en Pakistán desde los tiempos de la invasión soviética, buena parte de ellos se han integrado en su sociedad, tienen trabajo y viven en sus propias casas aunque siguen sin tener acceso a la nacionalidad. Sólo el 34% de los refugiados registrados vive en alguno de los 54 campos que hay en Pakistán.
Publicidad
Acusada de soborno
El recrudecimiento del terrorismo islamista en Pakistán ha colocado a los refugiados afganos en el ojo del huracán. La población pakistaní recela de ellos y les hace responsables de los atentados. La crispación ha llegado a tal punto que el Gobierno de Islamabad dio el pasado junio un plazo de seis meses a todos los refugiados afganos para abandonar el país.
La última víctima de esa campaña de acoso ha sido precisamente la mujer que fue retratada por McCurry. Las autoridades pakistaníes informaron el miércoles de su detención por posesión ilegal de documentos de identidad nacional del país. A Sharbat Gula, afincada en un campo de refugiados, se le acusa de sobornar a funcionarios para conseguir papeles para ella y dos de sus hijas. La mujer, que tiene ahora unos 45 años, podría enfrentarse a una pena de hasta seis años si antes no es expulsada del país. Un contratiempo que sin duda dejará otra muesca de tristeza en sus atribulados ojos verdes.
Suscríbete a Las Provincias: 3 meses por 1€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Pillado en la A-1 drogado, con un arma y con más de 39.000 euros
El Norte de Castilla
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.