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RAFAEL M. MAÑUECO
Martes, 20 de diciembre 2016, 21:23
Después de cuatro años de intensos y complicados trabajos, esta semana se ha terminado de colocar la inmensa cúpula de acero que aislará el reactor accidentado hace treinta años en la central nuclear ucraniana de Chernóbil. Con forma de hangar y sección semicircular, ha costado 2.100 millones de euros y deberá garantizar durante al menos un siglo que las 200 toneladas de magma radiactivo almacenado en el interior del reactor no puedan contaminar el agua, la atmósfera o el suelo.
Esta gigantesca estructura metálica, bautizada como Arco, está compuesta de cuatro piezas, tiene 162 metros de longitud y una altura de 108 metros. Podría cubrir completamente un estadio de fútbol y acoger en su interior la Estatua de la Libertad, desde el suelo hasta la antorcha. Pesa 25.000 toneladas y ha sido construida por la empresa francesa Novarka. Su instalación permitirá acometer desde su interior el desmantelamiento del recubrimiento viejo y del reactor en su conjunto.
Esta nueva cúpula deberá aún ser equipada, lo que elevará su peso hasta las 36.000 toneladas, y no estará plenamente operativa hasta finales del año que viene. En su interior alojará un compartimento tecnológico con los últimos adelantos en materia de seguridad nuclear, dotado de esclusas sanitarias y talleres de fragmentación y empaque. La idea es desmontar allí el sarcófago viejo para extraer el combustible atómico.
Los 2.100 millones de euros que ha costado la obra, gestionados por el Banco Europeo para la Reconstrucción y el Desarrollo (BERD), han sido aportados por 24 países, España entre ellos. El contrato con Novarka se firmó en 2007. El proyecto de 'desactivación' de Chernóbil, que deberá concluirse hacia 2018, incluye además un inmenso cementerio nuclear para sepultar las 200 toneladas de chatarra radiactiva que se extraigan de debajo del sarcófago, todo el material contaminado de la zona y los desechos de los otros tres reactores de la central. El último dejó de funcionar el 15 de diciembre de 2000, cuando se dio por clausurado todo el complejo. El almacén recibirá también residuos de los otros quince reactores que actualmente funcionan en las cuatro centrales nucleares de Ucrania.
La catástrofe
La pérdida total de control sobre un experimento realizado en los sistemas de seguridad provocó que el reactor número cuatro de la central de Chernóbil saltase por los aires en la madrugada del 26 de abril de 1986. El edificio que albergaba el reactor quedó derruido, se declaró un importante incendio y el material radiactivo empezó a escapar a la atmósfera. Fue el accidente más grave en la historia de la industria nuclear civil. Chernóbil era entonces la planta atómica más grande de la Unión Soviética.
Aparecieron entonces en escena los llamados 'liquidadores', bomberos, soldados y voluntarios que, sin apenas protección contra las radiaciones, se pusieron manos a la obra para apagar las llamas y taponar el escape. Trabajaron sin descanso noche y día. Tras diez jornadas de titánicos esfuerzos y 31 muertos en sus filas, lograron detener las emisiones de material radiactivo. Hasta ese momento, el reactor tuvo tiempo de escupir más de 50 toneladas de isótopos de uranio, plutonio (con una vida media de 24.000 años), cesio-137 (30 años), estroncio-90 (28 años), yodo-131 (8 días) y americio (decenas de miles de años) que contaminaron una superficie de más de 200.000 kilómetros cuadrados en Ucrania, Rusia y, sobre todo, Bielorrusia. Se calculó que la radiactividad liberada equivalía a 500 bombas atómicas como la de Hiroshima.
El 'sarcófago' de hormigón y acero levantado precipitadamente para sellar la fuga nuclear, pese a que fue reforzado años más tarde, empezó a agrietarse y permitir que el agua de la lluvia penetrase en el interior del reactor y arrastrase fuera y hacia el subsuelo partículas radiactivas. Fue entonces cuando los especialistas tomaron conciencia de la necesidad de construir lo antes posible un nuevo recubrimiento más hermético.
'Liquidadores' diezmados
Más de 30 años después del accidente de Chernóbil siguen sin conocerse a ciencia cierta sus consecuencias reales. La mayoría de los científicos opinan que habrá que esperar décadas antes de poder evaluar correctamente la incidencia que tuvo el desastre. No hay unanimidad sobre las cifras de afectados ni sobre la tipología de las enfermedades ligadas directamente al escape, ni tampoco sobre la magnitud exacta del daño causado al medio ambiente.
Los organismos ligados a Naciones Unidas calculan el número de muertos causados directamente por la fuga radiactiva en 56. Greenpeace, sin embargo, eleva la cifra a 200.000. En lo que sí coinciden los médicos es en que la explosión provocó miles de enfermos y discapacitados, especialmente entre los 'liquidadores'. Además de los cánceres, al accidente de Chernóbil se le achacan muchas otras enfermedades como insuficiencia del sistema inmunológico, afecciones coronarias, respiratorias, renales y hepáticas, así como malformaciones cromosómicas. Algunos especialistas, sin embargo, consideran que la aparición de tales cuadros clínicos no fue consecuencia de la radiación, sino que son de naturaleza somática.
En cuanto al impacto medioambiental, la zona contaminada abarca 150.000 kilómetros cuadrados, la mitad de Italia, y afecta a Bielorrusia, la exrepública soviética más castigada, Ucrania y la región rusa de Briansk. En toda esa extensión viven cinco millones de personas. Incluso en la zona de exclusión alrededor de la central, pese a permanecer oficialmente cerrada, hay gente viviendo, ancianos sobre todo.
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