DARÍO MENOR
Jueves, 29 de diciembre 2016, 19:16
La habitación número 13 de la residencia para sacerdotes Monseñor Mariano Espinosa, situada en el barrio bonaerense de Flores, sigue sin hospedar a Jorge Mario Bergoglio. En ese espacio sencillo y austero, rodeado de curas ancianos, habría celebrado el próximo sábado su 80 cumpleaños. Allí tenía pensado irse a vivir cuando Benedicto XVI aceptara su petición de jubilación y se convirtiera en arzobispo emérito de Buenos Aires. El sorpresivo anuncio del Papa alemán, el 11 febrero de 2013, de que renunciaba al pontificado al final de aquel mes lo cambió todo. A Bergoglio le tocó hacer una maleta con los enseres indispensables y tomar un vuelo a Roma para participar en el Cónclave convocado para el mes siguiente, junto al resto de cardenales encargados de votar al nuevo Papa. El elegido fue él: entró en la Capilla Sixtina vestido de rojo cardenalicio y salió de blanco pontificio, dando inicio a una sacudida en la Iglesia que, casi cuatro años después, sigue descolocando a muchos católicos.
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«Lo tenía todo organizado para retirarse a aquella residencia del barrio de Flores cuando se jubilara. Quería pasar el tiempo echando una mano en alguna parroquia cercana. Decía que deseaba tener tiempo para confesar y poder visitar más las villas miseria», cuenta Jorge Oesterheld, portavoz desde 2002 hasta 2014 de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA) y director de la revista 'Vida Nueva Cono Sur'. Oesterheld trabajó codo con codo con Bergoglio durante el tiempo en que éste fue presidente del episcopado del país austral (2005-2011). Fue una época convulsa con los sucesivos Gobiernos de Néstor Kirchner primero y de su esposa Cristina Fernández después, en la que se tensaron las relaciones entre la Iglesia y el poder político.
En aquel tiempo como presidente de la CEA Bergoglio tuvo que acostumbrarse a las críticas. Saber cómo reaccionó entonces ayuda a entender cómo está recibiendo los comentarios en su contra que se producen ahora que es obispo de Roma. Vienen de un sector de la Iglesia incómodo tanto con sus reformas como con su idea de entender la Iglesia, con la misericordia divina como banderín de enganche para los fieles. «Una de las cosas más notables de Bergoglio es que jamás le ha importado lo que digan de él», asegura Oesterheld. «Siempre ha sentido una gran libertad interior en lo que dice y en lo que hace. Él primero consulta, habla con todos y luego lo somete al discernimiento, sin importarle que le critiquen cuando ha tomado una decisión. Cuando trabajábamos juntos en el episcopado a él le preocupaba que quedara clara la posición de la Iglesia, actuando con una gran libertad tanto fuera del territorio eclesiástico como dentro de él. Tampoco le duele que le critiquen los curas y los obispos».
Levanta ampollas
El propio Francisco ha comentado en numerosas ocasiones que es bueno que en la Iglesia haya opiniones diferentes. En una de sus últimas entrevistas, concedida a 'Avvenire', el diario de la Conferencia Episcopal Italiana, dijo que «no le quita el sueño» que alguien le afee su entendimiento con los protestantes, escenificado en su último viaje a Suecia para participar en el 500 aniversario de la Reforma de Martín Lutero. Esta supuesta 'protestantización' de la Iglesia católica es uno de los puntos que una parte de la jerarquía critica de su pontificado, junto a la apertura para que los divorciados vueltos a casar puedan comulgar en algunos supuestos o la mayor facilidad con la que puede conseguirse la nulidad matrimonial, lo que en algunos círculos eclesiásticos se ha bautizado como «el divorcio católico». Tampoco gusta que dijera que «quién era él para juzgar a los gais» sin censurar la homosexualidad. La última decisión que ha levantado ampollas en algunos ha sido extender a todos los sacerdotes, y no sólo a los obispos, como ocurría hasta ahora, la potestad para perdonar el pecado del aborto.
«Hay que distinguir siempre el espíritu con que se dice una opinión. Cuando no hay un mal espíritu, ayuda siempre a caminar. Otras veces se ve enseguida que las críticas se producen para justificar una posición asumida previamente, no son honestas, se hacen para crear división. Se ve enseguida que algunos rigorismos nacen de una falta, de querer esconder dentro de una armadura la triste insatisfacción propia», comentó el Papa en 'Avvenire'. En otra entrevista reciente, esta vez con la publicación católica belga 'Tertio', aseguró que «todas la religiones tienen grupos fundamentalistas. Todas. Nosotros también».
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Massimo Faggioli, profesor de Historia del Cristianismo en la Universidad St. Thomas de Minneapolis, considera que Francisco no tiene a un grupo significativo de los fieles en su contra. «Es sólo una pequeña parte de los prelados de algunas partes, junto a una pequeña parte de los periodistas católicos ligados a ellos. Yo vivo en la Iglesia americana y en las parroquias se está viviendo su pontificado de manera muy serena. Francisco conoce la realidad compleja de la Iglesia mucho más que sus críticos», opina. Oesterheld piensa lo mismo: «A los fieles les está sentando muy bien este pontificado. Puede haber dificultades entre algunos sacerdotes y obispos, que a veces se sienten desorientados. También entre quien lleva 30 años enseñando moral en una universidad». Un alto funcionario de la Santa Sede asegura que la impresión dentro del Vaticano es que los contrarios a Bergoglio son pocos, pero «hacen mucho ruido y tratan de aprovecharse de que muchos católicos de buena voluntad puedan sentirse desorientados con algunas de sus decisiones».
Un alto prelado de la Curia romana que reconoce no estar de acuerdo con algunas de las posiciones de Francisco, aunque no quiere que se le considere crítico, expone la filosofía de parte de la jerarquía: «Esto pasará, sólo hay que dejarse llevar y que no se le vea a uno demasiado. Esto es cosa de un tiempo. Después de un Papa viene otro». El gran desafío para ellos es que el Pontífice «no piensa renunciar hasta que el cambio sea irreversible», cuenta un cardenal muy cercano a Bergoglio. También cree que parte del problema tiene una raíz en la nacionalidad. «Algunos italianos consideran que el Vaticano era de ellos. Durante años sólo admitían a aquellos extranjeros que hacían carrera en la Curia y se asimilaban a ellos. Eso está cambiando ahora y es normal que a algunos les pique».
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La última protesta llegó de cuatro cardenales que publicaron una carta en la que exigían a Francisco que aclarara su postura frente a la readmisión a los sacramentos para los divorciados vueltos a casar, introducida en algunos supuestos en la exhortación apostólica 'Amoris Laetitia'. Los purpurados aseguran que la hicieron pública después de que el Pontífice no les contestara. «Creo que son críticas que no buscan obtener una respuesta, que además el Papa ya dio en una carta a los obispos argentinos. La cuestión es que esa respuesta no coincide con lo que estos pocos críticos consideran que debe ser la continuidad entre Francisco y Juan Pablo II», dice Faggioli. «El Papa está gestionando las críticas de la mejor manera, también hacia quienes desde el principio habían mostrado un cierto ánimo negativo hacia él». El venezolano Arturo Sosa, superior general de los jesuitas y que conoce a Bergoglio desde hace 30 años, resume bien el momento en que se encuentra el catolicismo: «Estamos aprendiendo que la Iglesia es variada, la gente opina y el Papa no se molesta porque lo critiquen».
Los retos pendientes
A las puertas de sus ochenta años, Bergoglio no da muestra alguna de agotamiento físico ni de ideas para llevar adelante su pontificado, como refleja su agenda de los próximos meses, ya con importantes eventos fijados. El más inminente, además de las celebraciones propias de la Navidad, es un nuevo documento para que los seminarios se empapen de su idea de Iglesia y actualicen la formación de los futuros sacerdotes.
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En 2017 se esperan probables viajes a la India, Bangladesh y al santuario portugués de Fátima. También se barajan visitas a Cabo Verde y a Colombia, una vez que esté blindado y completado el acuerdo de paz entre la guerrilla de las FARC y el Gobierno de Juan Manuel Santos. Y durante el año que viene proseguirá la reforma de la Curia romana, tanto a nivel institucional como espiritual, mientras se realiza una gran consulta a las comunidades católicas de base de cara al Sínodo de 2018, dedicado a fomentar la fe entre los jóvenes.
A todo esto hay que sumar los proyectos que tiene en mente y todavía no ha desvelado. «Cuando pone a trabajar a todo el mundo en una idea él ya está preparando el siguiente golpe. Así lo hacía en los tiempos en que trabajábamos juntos», recuerda Oesterheld. Francisco, en definitiva, está cerca de empezar su cuarto año de pontificado con «problemas en su retaguardia» pero avanzando «en la vanguardia», como escribe Juan Vicente Boo en 'El Papa de la alegría'. Y sobre todo, con un «objetivo no declarado cada vez más claro: cambiar el mundo». Puede parecer un rasgo de idealismo adolescente, pero no hay muchas personas hoy con mayor capacidad para hacerlo realidad que Bergoglio.
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