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ANTONIO CORBILLÓN
Martes, 3 de enero 2017, 20:36
¿Qué necesidad tiene Correos de vender cupones de la ONCE? ¿Acaso ofrecemos sellos los vendedores de cupones?». Las preguntas que formula Santiago Mallo, secretario de la Sección Sindical Intercentros de CC OO, se han transformado en una cadena de protestas y concentraciones que se vienen repitiendo desde hace meses en las sedes de una organización que acoge a más de 72.000 personas, todas asociadas y atendidas por discapacidades visuales. Hasta hace no mucho, la imagen pública de la ONCE eran esos miles de vendedores oficiales repartidos por las calles del país que pasan el día en un pequeño despachito donde venden (y pagan) esos billetes que cuelgan de sus mostradores de cristal.
A esta imagen tradicional le salió hace siete años un competidor sin corazón. Unas máquinas automáticas que han ido expandiéndose a medida que la dirección de la ONCE firmaba acuerdos con distintos sectores. Ya están en las oficinas de Correos, gasolineras, estancos, quioscos de prensa y supermercados. El último acuerdo es con grandes superficies como El Corte Inglés. También la Interagrupación de las Fallas de Valencia se ha apuntado.
Lo llaman canal físico complementario (CFC). «Las máquinas llegaron para quedarse y procuramos siempre que estén lo más lejos posible de nuestros vendedores», resume la filosofía de la entidad su portavoz, José María Prieto.
Pero una parte de los representantes laborales de este colectivo se asoma a ese futuro que ya está aquí y solo ve a un enemigo sin horarios, bajas ni salario que amenaza con echar el cierre de muchos de sus despachos de venta. De hecho, ya hay 9.486 máquinas operativas, casi una por cada dos vendedores humanos, que se mantienen en una cifra cercana a los 20.000. «Se está expandiendo de forma abismal. Y esto crea incertidumbre e inquietud. Por nuestra incapacidad visual, nos resultaría casi imposible trabajar en otro sitio. Por eso juegan con lo más débil», se queja Mallo.
Tradicionalmente el cupón de los ciegos ha hecho mucho ruido con sus originales campañas. Pero en la práctica apenas 'araña' el 5,4% de las loterías en España. Y los casi 1.800 millones de euros en ventas con que espera cerrar este año son básicos para una labor de inserción social de la que dependen esas más de 72.000 personas.
Los estrategas de sus juegos de azar tratan de competir en un mercado de apuestas y loterías cada vez más abierto. De ahí, explican, esa necesidad de «llegar a sitios donde nunca podría haber un vendedor», como las gasolineras o los súper. Además, supone una «imagen de marca» a la vista de miles de personas que acuden a hacer otras compras. La entrada en otros productos como La Liga o las motos, o sorteos interactivos de los de 'rasca y gana', completan el intento desde la ONCE de lograr un trozo más grande en la tarta de la adicción al juego.
Dar la vuelta
«En 2015 logramos revertir la tendencia a la baja y este 2016 creceremos un 5%. Eso significa más fondos para hacer labor. Y un 5% más de sueldo para el vendedor», resume Prieto. De todas formas, poco magro han logrado hasta ahora esos despachos automáticos y de autoservicio del apostante. Este año, los ingresos por esta vía no llegarán ni a 100 millones de euros. Mientras, por los mostradores de los vendedores seguirán pasando más de 1.600 millones. Además éstos continuarán teniendo el monopolio del pago de los premios, lo que, según la ONCE, lleva a más gente ante sus cristaleras y se favorece lo que llaman 'venta cruzada': el acceso al cada vez más amplio menú de juegos.
Los datos que aporta su dirección parecen atestiguarlo. En los últimos cinco años apenas han desaparecido 50 puntos de venta clásicos, «solo por jubilaciones o incapacidades», insiste la empresa, y se han hecho 750 contratos anuales. Pero, desde el extremo contrario de este conflicto, las centrales que protestan afirman que, a nivel global, se han perdido 4.150 puestos de trabajo y que han aumentado las presiones a los trabajadores para que mejoren sus números. Por debajo de 210 euros por despacho y día se considera 'baja rentabilidad'. La empresa insiste no solo en que «no ha habido un solo despido por esta causa», sino que los trabajadores tienen sueldo fijo y comisiones, «algo inusual en los juegos de azar». Los que han decidido plantarse delante de las oficinas con sus pancartas hablan de cierres de despachos (unos 180) y lo achacan a esta autocompetencia que consideran «desleal».
La ONCE insiste en que esas máquinas no pagan premios, lo que obliga a los agraciados a acercarse a los vendedores y estos pueden hacer más caja. A pesar de que las protestas que encabezan los sindicatos CC OO y CSIF, ambos minoritarios, se recrudecerán en los próximos meses (hay elecciones sindicales en febrero), la patronal tiene a su mayor valedor en el sindicato hegemónico. «No apoyamos las protestas porque cuestionan la credibilidad de un producto que nos da de comer a todos», argumenta el secretario general de UTO-UGT, Eusebio Crespo, que capitanea a 1.080 de los 1.200 delegados en toda la organización.
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