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MARTÍN IBARROLA
Domingo, 8 de enero 2017, 22:13
El fotógrafo Moshe Katva lo descubrió cerca del gimnasio que frecuentaba, entre la calle 23 y la 6ª avenida del barrio de Chelsea, en Nueva York. Aquel hombre vendía periódicos con un traje azul estridente, unas gafas amarillas y un mp3 enchufado a la oreja. «No era el típico vendedor. Lo vi en esa esquina, como una yuxtaposición perfecta de su entorno, como una obra de arte urbano, y acaparó toda mi atención», recuerda Katva. Cada mañana, antes de la hora punta, el hombre colocaba tres pilas de periódicos sobre dos cajas, centraba la silla de ruedas y se alisaba alguno de los quince trajes que llegó a retratar el fotógrafo.
Moshe Kotvak comenzó a fotografiarle todos los días antes de entrar en el gimnasio. Así supo que se llamaba Steeve Mackaya y que procedía de Gabón, un país de la costa oeste de África Central que atraviesa una grave crisis tras unas elecciones fraudulentas. «Steeve no acepta limosnas -perfila Kotvak-. Él sólo quiere contar su historia». El fotógrafo neoyorquino descubrió que Mackaya llegó a Estados Unidos en 2013, como un miembro de las juventudes de la ONU en defensa de los derechos de los discapacitados. Buscaba la ciudad de las oportunidades, cuya fama hospitalaria no había decaído todavía al otro lado del planeta. Steeve Mackaya confiesa a este periódico que sus recuerdos de Gabón no se parecen a las historias maravillosas que adornan los relatos de la África negra, su vida ha de narrarse con una épica triste. «Allí la discriminación empieza dentro de la propia familia. Cuando eres un discapacitado nadie te quiere», escribe en un inglés fluido desde el email de su albergue para personas sin hogar. «Mis padres me abandonaron con mi abuela cuando contraje polio con un año y medio de edad». En aquella época (hace unos treinta años) el virus de la poliomielitis destruía las neuronas motoras de unas 350. 000 personas por año, según los registros de la ONU, provocando parálisis y atrofias irreparables sobre todo a menores de 5 años. La normalización de las vacunas ha permitido bajar a 74 los casos notificados en 2015, disminuyendo su incidencia en más de un 99%. Solamente quedan tres países en los que el virus aún no se ha erradicado por completo: Pakistán, Afganistán y Nigeria.
Las secuelas más habituales en estos niños eran esas piernas deformadas, finas como palillos, que luego arrastrarían sobre patines y tablas por las calles de todo el mundo. Pero Steeve Mackaya conserva en su ADN la misma determinación de los primeros caminantes. A pesar de su discapacidad y de que ninguna escuela le aceptase hasta que cumplió nueve años, Mackaya se independizó al alcanzar los dieciocho. «Vendía periódicos, golosinas o palomitas y ganaba el dinero justo para sobrevivir en un apartamento. En Gabón, los discapacitados siempre acaban recurriendo a la mendicidad. Ni el Gobierno ni los padres les prestan ayuda», denuncia este singular vendedor de periódicos.
Los trajes de Brooklyn
Mackaya sabe que es un mal momento para buscar justicia. «Por eso me visto así, es una manera de empezar a sentir esa grandeza y dignidad que persigo», explica con cierta solemnidad. «Gracias a este vestuario, puedo sentirme líder allí donde vaya». Su armario procede íntegramente de la tienda Porta Bella, en Brooklyn, que vende trajes para hombre a precios económicos. El gabonés invierte el poco dinero que atesora en su vestimenta. «Donde vivo no me siento seguro. Aquí me rodea gente que solía robar y matar... En América tampoco ofrecen oportunidades a los discapacitados, aunque estén plenamente cualificados. Un albergue no es un buen lugar para un líder», zanja.
Steeve estudió abogacía en la Universidad de Omar Bongo, en Libreville, bautizada en honor al presidente que se mantuvo en el poder durante 42 años, padre del mismo Ali Bongo que ahora amenaza con sumir a su pueblo en una guerra civil.
Acabaron expulsándole del Campus por denunciar la precaria y grave situación de los discapacitados en su país y grabar un documental que hoy regala en las calles de Nueva York. «Para todos aquellos que permiten la discriminación, hablar de ello es un problema. Nadie hace nada, ni los ministros, ni los senadores, ni los gerentes de las universidades». Steeve Mackaya no ha decidido todavía si se quedará en América o seguirá viajando. Su historia llegó finalmente al 'New York Times', que la publicó junto con la foto de Moshe Katva. Él mismo vendió ese periódico.
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