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A. BURGOS
Lunes, 2 de enero 2017, 20:21
Han pasado diez años desde la ejecución de Sadam Husein. Casi trece años desde aquellas imágenes de las hordas, zapato en mano, azotando la estatua caída del dictador. Irak trata de cerrar sus heridas y mirar al futuro. Y dentro de esa búsqueda de la normalidad los ciudadanos puede visitar el otrora palacio del sátrapa, ahora convertido en Museo de Basora.
Todo el lujo con el que Sadam Husein se rodeaba cuando visitaba esta ciudad al sur de Irak es ahora un punto de encuentro para disfrutar de la cultura. Está ubicado en un parque del Shatt Al Arab. Fue construido a modo de fortaleza para el dictador que, en los 24 años que estuvo en el poder, reprimió a sus adversarios, libró una guerra contra Irán (1980-1988), sobrevivió al primer conflicto del Golfo (1990-1991) y provocó unas duras sanciones internacionales contra su país.
El Museo de Basora, en el que todavía se aprecian los efectos de la segunda guerra del Golfo, trata de recuperar toda la riqueza cultural del país, enclavado en una región que fue el origen de varias civilizaciones. Por el momento y después de ocho años de trabajos, el museo abre sus puertas con poco material. Las guerras y saqueos han diezmado la riqueza cultural y arqueológica. Por este motivo y a la espera de que lleguen más fondos, los responsables del recinto sólo han abierto una de sus salas en las que se pueden contemplar objetos que datan de hace más de 2.000 años, entre los que destacan monedas, cerámica, ataúdes y mosaicos. Está prevista la apertura de tres salas más donde se exhibirán entre 3.500 y 4.000 piezas de los períodos babilónicos, asirios, sumerios e islámicos de esta parte del mundo.
El proyecto es que el museo albergue importantes piezas arqueológicas de la región, desde la prehistoria hasta el desarrollo de la ciudad de Basora como un importante puerto comercial -del que se dice que Simbad el Marino zarpó- para ser reconocido como centro de estudios, educación, poesía y música. Según la BBC, el director del Museo de Basora, Qahtan al-Obaid, tuvo que superar múltiples desafíos para llegar a este punto. Además de hacer frente a las milicias chiítas que amenazaron en varias ocasiones con hacerse con el recinto, Al-Obaid y sus colaboradores tuvieron que buscar financiación para rehabilitar el palacio, uno de los cien que Sadam Husein tuvo por el país. El proyecto contó con el apoyo del Ministerio de Cultura de Irak, el Consejo Estatal de Antigüedades y la asociación Amigos del Museo Basora, creada en 2010 para proporcionar el apoyo financiero.
Y todo no solo fue echar yeso, ladrillos y pintura, el edificio tuvo que volver a convertirse en un bastión para los bienes culturales. Porque muchos fueron destruidos por culpa de las guerras sectarias que asolan esta parte del planeta.
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