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Volar es cosa de hombres

Volar es cosa de hombres

El porcentaje de mujeres pilotos en España (y en el mundo) es ridículo. ¿Por qué nosotras no queremos surcar los cielos a los mandos de un avión?

IRMA CUESTA

Sábado, 4 de febrero 2017, 20:57

Las cosas no han cambiado mucho desde que Bettina Kadner surcó por primera vez los cielos de este país a los mandos de un avión. La primera española que logró pilotar una aeronave de pasajeros tuvo que dar mucho la lata hasta conseguir que el entonces Ministerio del Aire modificara los reglamentos que impedían al sexo femenino ocupar ese puesto, que en su casa entendieran que la suya era una vocación sincera, y que las compañías de aviación entendieran que estaba tan capacitada como cualquier hombre para ocupar el puesto. Todavía hoy, cuando la preguntan por aquellos primeros años, esta mujer cabezota y valiente habla de la indiferencia con que la trataban muchos de sus colegas y recuerda aquel «Bettina, a la cocina» que a cada rato le soltaban por la radio.

Desde entonces ha pasado algo más de medio siglo y, aunque ya no es tan extraño cruzarse con una mujer comandante por los pasillos de cualquier aeropuerto, el mundo de la aviación sigue siendo cosa de hombres: de los 5.662 pilotos afiliados al Sepla (Sindicato Español de Pilotos de Líneas Aéreas), sólo 201 son mujeres; apenas el 3,5%.

Un porcentaje de risa del que forma parte María Teresa Lumbreras Encinas (52 años), una madrileña que decidió hacerse piloto hace catorce años después de estudiar Ingeniería Aeronáutica y de aparcar su verdadera vocación: ser astronauta. «Me parecía una meta imposible, así que opté por este otro trabajo», explica la comandante de Iberia confirmando que, por alguna razón difícil de entender, a las chicas no les llama demasiado la atención este trabajo. «Me he preguntado muchas veces por qué somos tan pocas. No solo respecto a mi profesión, también en relación con mis estudios: la proporción de mujeres ingenieras aeronáuticas aún sigue siendo muy baja en una sociedad en que el número de universitarias ya supera al de los hombres».

A María Teresa no le vale la explicación que le han dado algunas amigas que aseguran haber descartado hacerse pilotos por el tiempo que estarían obligadas a pasar fuera de casa. «No es una razón aceptable. Esto mismo les ocurre a las tripulaciones de cabina y, sin embargo, en este colectivo la proporción de mujeres es mucho mayor que la de hombres».

Ella cogió por primera vez las riendas de un avión como copiloto para hacer la ruta Madrid-Oporto. Dice que no puede recordar lo que sintió aquel día -«¡estaba muy entretenida!-, pero sí que su último viaje, hace solo 48 horas, ha vuelto a emocionarla. «Me sigue impresionando ver un avión volar, nuestras vistas son impagables y en los momentos de máxima concentración eres plenamente consciente de lo que tienes entre manos», afirma. Reconoce que aún sigue chocándoles a muchos pasajeros que sea ella la jefa de la nave. «También es verdad que hay quien me ha felicitado al final del vuelo; especialmente las mujeres de más edad. Suelen sentirse muy orgullosas de que sea una mujer la que está a los mandos».

El caso es que, aunque María Teresa pertenece a un club con muy pocos miembros, las cosas, poco a poco, parecen ir cambiando. Según datos facilitados por el Sepla, la prueba está en que en 2016 se afiliaron doce mujeres cuando en los ochenta -por buscar una referencia no muy lejana- a duras penas se producía una incorporación al año. Pero, ¿por qué en un mundo sembrado de juezas, ingenieras, médicas, incluso soldados de sexo femenino, la profesión de piloto no termina de embrujar a las mujeres? Ariel Shocron (Madrid, 1974), jefe del departamento técnico del sindicato y presidente de la Asociación de Pilotos Comerciales, cree que existen varias razones que explican esa falta de entusiasmo por parte de las chicas. «¿La primera? Que son mucho más listas que nosotros. Este trabajo exige mucho sacrificio. No solo económico, porque cuesta mucho dinero convertirse en piloto, sino personal. Para ellas es muy difícil meterse en esto y renunciar a una vida personal plena», dice este piloto de Iberia mientras apunta que, por si eso no fuera suficiente, las empresas cada vez pagan menos. «La época de los 'brahmanes', de los grandes comandantes de la compañía, acabó con los setenta. Ahora los pilotos españoles somos los más baratos de Europa. Yo, que llevo 14 años en la compañía, gano ahora bastante menos de lo que ganaba. En el último convenio, a cambio de conservar nuestro trabajo, cedimos un 30% de nuestro sueldo».

Visto así, es fácil que a uno se le quiten las ganas -sea hombre o mujer-, pero es posible que vuelvan al enterarse de que, con ajustes incluidos, un comandante senior de la casa sale por unos 160.000 euros al año, dietas aparte.

En pleno cambio

En cualquier caso, los expertos están convencidos de que las cosas están a punto de cambiar. «Las industrias se están dando cuenta de que en los próximos años no tendrán quién les lleve sus aviones y algunas compañías han visto un nicho importante en las mujeres. Ahí está la última convocatoria de Easyjet. La aerolínea británica ha anunciado que quiere que, en 2020, al menos un 20% de sus nuevos pilotos cadete sean mujeres», apunta Ariel.

La compañía de vuelos de bajo coste cuenta actualmente con 164 mujeres a los mandos de un avión (el 6% de la plantilla), de las cuales 62 son capitanas. En Iberia, de los 1.127 que integran la plantilla, 1.064 son hombres y 67 mujeres (cuatro en la flota A-320 y nueve en la A-340).

De que las cosas van cambiando muy despacio dan fe también los centros que en España se dedican a la formación de pilotos. Por las aulas de Adventia, sucesora de la antigua Escuela Nacional de Aeronáutica (ENA), por las que han pasado más de 1.500 estudiantes, la mayoría siguen siendo hombres. Incluso ahora, que la escuela ha logrado del Ministerio de Educación la autorización para impartir el Grado en Piloto de Aviación Comercial y Operaciones Aéreas, siguen sin salir las cuentas: el año pasado, de los 16 alumnos de la segunda promoción de grado, solo cuatro eran mujeres. María Espinel, profesora de Derecho Aeronáutico en el centro salmantino, reconoce que, aunque cada día hay más alumnas en la escuela, la proporción no supera el 12%. Ella cree que tiene mucho que ver que a las niñas se les sigan regalando muñecas cuando a los chicos se les ofrecen legos, aviones o coches teledirigidos. «Seguimos siendo minoritarias en carreras técnicas. Aquí tenemos el ejemplo de una alumna a la que, cuando dijo en casa que quería ser piloto, sus padres le contestaron que no podía ser, que ser piloto era cosa de chicos. Al final ha sido sus abuelos los que le han pagado la carrera».

«Somos igual de buenas»

La realidad es que una de las cosas que posiblemente espante a la mayoría de quienes alguna vez (hombres o mujeres) han soñado con ser pilotos, es lo mucho que cuesta conseguirlo. Y no solo nos referimos a que el programa sea exigente, sino al dinero. En Adventia, los grados, que suponen cuatro años de formación, no salen por menos de 115.000 euros, y los cursos integrados, con los que obtienes la licencia de piloto en tres años, por unos 90.000.

Más o menos el dinero que pagó Maria Pettersson, la joven piloto sueca que de un tiempo a esta parte arrasa en internet con un blog en el que cuelga fotos y cuenta lo enamorada que está de su trabajo. «Mi historia trata de mujeres fuertes en un ambiente dominado por hombres. Tenemos que probar que somos tan buenas como ellos, creer en nosotras mismas y mantener una actitud positiva frente a la vida», dice la chica, mientras sobrevuela Europa a bordo de un Boeing 737. De seguir sumando lectores, es posible que la guapa capitana consiga en unos años lo que ahora parece tan complicado: que volar deje de ser cosa de hombres.

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