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JOSEBA VÁZQUEZ
Sábado, 18 de febrero 2017, 19:25
Triste rosario de cuerpos inertes
Farewell Spit, una alargada lengua de arena que abraza la Golden Bay en la parte septentrional de la Isla Sur de Nueva Zelanda, presentaba la madrugada del viernes una estremecedora estampa: 416 ballenas piloto permanecían varadas, desparramadas e inmóviles a lo largo de decenas de metros de la playa. Trescientas de ellas estaban ya muertas; tal vez alguna llegó así, arrastrada por las corrientes, aunque los expertos creen que la mayoría pereció en ese punto, por asfixia o deshidratación. Decenas de voluntarios trataban de mantener con vida al resto, mientras el doctor Stuart Hunter, de la Universidad de Massey, viajaba a la zona para intentar «determinar si hay una razón subyacente» que explique la catástrofe. No es ni mucho menos la primera vez que Hunter y la Bahía de Oro asisten a un suceso luctuoso de este tipo. Esa estirada orilla del Mar de Tasmania denominada Farewell Spit ha sido testigo de al menos otros nueve varamientos masivos de cetáceos en la última década. Eso sí, de menores dimensiones.
El desastre recurrente
La ballena piloto o calderón, mamífero de unos siete metros de longitud y en torno a tres toneladas de peso, es uno de los cetáceos que varan con mayor frecuencia. A causa de sus estrechos vínculos sociales, la mala salud o desorientación de un líder del grupo puede conducir al resto a la perdición. Se ha demostrado que los radares de los barcos confunden en ocasiones el sistema de ecolocalización de estos animales.
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