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joseba vázquez
Lunes, 13 de marzo 2017, 19:55
Ese paisaje apocalíptico de buques de pesca herrumbrosos y conserveros ajados y varados por los años de los años en un arenal ocre tendría su atractivo si se tratara solo de imágenes captadas para una exposición de estética fantasmal o una de esas producciones del cine de catástrofes. Pero no es ficción. Las espectrales escenas son reales y fueron provocadas por el error histórico de las autoridades de la extinta Unión Soviética que, al principio de los sesenta, decidieron desviar el curso de los dos grandes ríos que alimentaban el Mar de Aral para regar algodón. ¿Resultado? Mucho 'oro blanco de la estepa' en Asia Central a costa de desecar en poco más de tres décadas el que fuera cuarto lago más grande del mundo y enterrar una industria pesquera y conservera que empleaba a 60.000 trabajadores de la kazaja Aralsk y la uzbeka Muynak, ciudades costeras que acabaron también varadas a decenas de kilómetros de las exiguas aguas. Antes, el Mar de Aral abastecía con 50.000 toneladas anuales de pescado a toda la URSS. Ahora, su superficie se ha reducido a la décima parte de los 67.000 kilómetros cuadrados que ocupaba. Además, los pesticidas y fertilizantes químicos agrícolas empleados generalizaron entre la población enfermedades pulmonares, cánceres y malformaciones. Hubo una migración masiva. Aún hoy, las corrientes mueven arena y aire tóxicos en este valle seco y hostil.
Kazajistán ha logrado paliar un tanto el problema con la construcción en 2005 del dique Kokaral, que está recuperando el Mar de Aral Norte, donde ya se pescan mil toneladas al año. Peor lo tiene otra exrepública soviética, Uzbekistán, con el Aral Sur, más extenso. «Estamos tomando grandes medidas, pero los científicos dicen que es imposible salvar el mar en su totalidad», explican a V representantes del país. «En 2015 pusimos en marcha un programa a cinco años para la mejora de la gestión de los recursos hídricos, la conservación de la fauna y la forestación que impida la desertización. Y estamos invirtiendo mucho dinero en preservar la salud de la población en las zonas de riesgo ambiental», detallan.
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