

Secciones
Servicios
Destacamos
ICÍAR OCHOA DE OLANO
Martes, 28 de marzo 2017, 12:44
«En pocas misiones tienes delante las caras de las personas que están afectadas directamente por las decisiones que tomas. En esta, ves docenas, cientos a la vez. Todas están desencajadas. Todas son caras de pánico. Vienen de campos donde los traficantes los amontonan para controlarlos, vejarlos e incluso asesinarlos si no les pagan. A menudo nunca han visto el mar y, cuando los encuentras, llevan horas a la deriva. Es muy difícil sacarte sus expresiones de horror de la cabeza. Cuando te acuestas, siguen ahí».
El capitán de la fragata 'Canarias', el sevillano Ramón Fernández Borra, y sus 216 tripulantes saben que un cielo despejado y unas aguas en calma son el anuncio casi inequívoco de una inminente marea de retratos del terror. Han hecho frente a varias de esas oleadas desde que, el pasado 18 de enero, el veterano buque de guerra izó el ancla en la base naval de Rota para zarpar en dirección a la zona central del Mediterráneo, frente a las costas de Libia, y relevar a la 'Navarra' en el operativo que la Unión Europea mantiene allí activo para combatir a las mafias de la inmigración. El 'Garibaldi', un portaviones ligero de bandera italiana, está al mando de ese dispositivo, que integran un barco alemán, otro del Reino Unido, una fragata ligera francesa, un avión de patrulla marítima del Ejército español del Aire y varios medios aéreos de apoyo de Francia y Luxemburgo.
Hace un par de fines de semana, las condiciones de navegación se anunciaban óptimas y, la madrugada del domingo, los contrabandistas de la miseria, que operan a sus anchas y con total impunidad en el norte del país magrebí, lanzaron al agua una treintena de embarcaciones destartaladas. A bordo, amontonados, unos 3.000 desesperados dispuestos a lo inimaginable por salir de su vida de pobreza y desesperanza. Mar adentro, al otro lado de la frontera marítima con Libia, la misión internacional detectaba las pateras y rescataba a sus ocupantes. Tras la intensa jornada, todas las dotaciones ponían rumbo a Mesina, una ciudad del litorial italiano emplazada a un día y medio de navegación de esa muga, para poner a los inmigrantes a disposición de las autoridades italianas. Todas menos una, la fragata 'Canarias', que quedaba liberada para vigilar la zona frente al límite de las aguas territoriales de Libia.
Medio millón por patera
En la madrugada siguiente, todavía de noche, el capitán Fernández Borra se disponía a dar las primeras instrucciones a sus tripulantes para emprender labores de inteligencia destinadas a recabar información sobre los movimientos de los traficantes. Aún no había dado salida a las lanchas y al helicóptero que portan cuando el sistema de infrarrojos del buque detectaba a varias millas una patera a la deriva. Con las primeras luces del día, el comandante mandaba abortar el plan para emprender las maniobras de salvamento. Enseguida sabrían que, hasta que el sol se hundiera en el oceáno ese agónico lunes, no habría un minuto de descanso para la 'Canarias'. En las doce horas siguientes, de un horizonte plácido emergerían, como las cuentas idénticas de un rosario, otros trece cayucos con más de 1.800 aterrados náufragos a bordo. Que fueran sepultados por el océano o no, esta vez solo dependería de ellos.
El centro de coordinación del operativo internacional, situado en Roma, les confirmaba lo que el comandante estaba a punto de constatar en las pantallas de la nave. Desde Italia llegaba un mensaje. Crudo: «Tienen que ocuparse ustedes solos de las tareas de rescate. No es posible enviar a tiempo refuerzos a la zona». Cinco horas depués llegaban un par de guardacostas de Lampedusa. Para entonces, el comandante Fernández Borra ya había interceptado a dos cargueros en tránsito por la zona y reclamado su presencia, apelando al riesgo de que, durante la delicada operación, se produjeran pérdidas humanas. El 'Canarias' se ocuparía de analizar la situación, priorizar los salvamentos en función del estado de las pateras y, también, de identificar a los traficantes. «Nuestra misión es recabar evidencias de que pertenecen a esas redes, bien sea fotografiándoles al frente de las embarcaciones o intentando desprenderse del GPS para retenerles y entregarlos a la Policía italiana», para así poner coto al lucrativo negocio de la inmigración. «Cobran entre 800 y 2.000 euros por cabeza. Cada patera representa para ellos unos ingresos medios de medio millón de euros», detalla a este periódico el capitán de la fragata.
El despiadado modus operandi de las redes de tráfico de inmigrantes ha convertido el despliegue militar frente a las costas de Libia en una garantía que esgrimen a los desesperados -en su inmensa mayoría, africanos- de que sobrevivirán a la travesía y llegarán a Europa. «Les dicen que les rescataremos. Por eso, en muchas ocasiones son los propios traficantes los que avisan al centro de coordinación de Roma de que hay barcazas en la zona para que ordenen las maniobras de salvamento. Saben que no es nuestra misión, pero que lo haremos», explica el comandante del 'Canarias'.
Una por una, las catorce pateras serían evacuadas y las embarcaciones, construidas de forma rudimentaria por la infraestructura que poseen los propios contrabandistas, destrozadas para evitar su reutilización. «Como hacemos en estos casos, pinchamos las neumáticas, y las de madera, las quemamos y hundimos para evitar que supongan un riesgo para otras embarcaciones que transitan por el Mediterráneo», explica Fernández Borra. Para entonces, los hangares, pasillos y la cubierta de su navío alojaban ya a los ocupantes de cinco de esos botes. En total, 637 personas: 543 hombres, 81 mujeres -9 de ellas embarazadas- y 13 niños procedentes de distintos países del contienente africano.
Tempestad y parto
Con el último de los rescates, el más complicado por la ausencia de luz y el cansancio de los tripulantes del 'Canarias' y sus improvisados ayudantes, la noche traía una intensa lluvia y embravecía el mar. «Fue muy complicado. En un buque de guerra como este apenas hay espacios que no estén concebidos para las armas, los sensores o las maniobras técnicas. Casi todos iban en cubierta, a la intemperie, y se produjeron casos de hipotermia. El barco, además, se movía mucho y temía que alguno cayera por la borda». Parecía estar escrito que la colosal misión humanitaria que protagonizó la fragata española no terminaría hasta un día y medio de zozobrante travesía después, cuando por fin lograba atracar en el puerto de Mesina, desbordada por un pasaje de más de 850 personas. Lo hacía con un tripulante extra, Emanuele, el bebé que el equipo médico del buque ayudó a nacer tras sacar a su madre de una patera. Cincuenta centímetros y apenas dos kilos de peso para una criatura que vio la luz en alta mar, el día del solsticio de la primavera, gracias al arrojo del personal del 'Canarias'. El niño podrá solicitar la nacionalidad española cuando cumpla la mayoría de edad.
Tras las extenuantes tres jornada que duró toda la operación de rescate, la fragata se dirigió a Palermo para disfrutar de un descanso de tres días. Aunque satisfecho por el «deber cumplido», el capitán Fernández Borra sofoca cualquier tentativa de jactancia. «Lo hemos hecho bien. En buena medida, gracias a las experiencias aportadas por compañeros de otras fragatas que han estado antes en este destino, como la 'Navarra', y que saben lo que es estar rodeados de cadáveres flotando en el mar. Pero lo que hemos hecho únicamente representa un grano de arena en este problema tan serio y tan terrible que tenemos encima», expone con gravedad.
Desde el 27 de marzo, el navío está de nuevo de regreso junto a la Fuerza Marítima de la Unión Europea en el Mediterráneo hasta su relevo, a finales del próximo mes de junio, para luchar contra el contrabando de seres humanos. Lo hace a las órdenes del 'Garibaldi', en la llamada 'Operación Sofía'. Este fue el dispositivo que Bruselas se vio obligada a poner en marcha después de que el mundo asistiera a la dramática tragedia que se fraguó frente a las costas de Lampedusa el 3 de octubre de 2013. Ese día, 360 personas murieron al naufragar la barcaza con la que intentaban llegar al viejo continente. Desde que Europa activó el dispositivo contra las mafias, se han rescatado a 34.578 personas. El número de desaparecidos en ese tiempo en el mar nadie lo sabe.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.