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Turistas y tripulación de un avión de la compañía American, a su llegada a La Habana. :: R. C.
Cuba pierde el vuelo

Cuba pierde el vuelo

Varias aerolíneas estadounidenses dejan de operar en la isla ante un exceso de oferta de plazas que ha desplomado su rentabilidad

MILAGROS LÓPEZ DE GUEREÑO

Sábado, 6 de mayo 2017, 22:50

La competencia y exceso de oferta de asientos ha obligado a las pequeñas aerolíneas estadounidenses a suspender sus rutas a Cuba. Se cumple el refrán de que el pez grande se come al chico. Grandes compañías como American Airlines, Delta, Southwest y Jet Blue, que en agosto anunciaban con gran fanfarria la reanudación de los vuelos regulares tras 50 años de aislamiento, aguantan el tirón reduciendo sus frecuencias con las ciudades pequeñas. Otras más modestas como Frontier Airlines, con sede en Denver, y Silver Airways, con base en Florida, cancelarán sus trayectos desde el 4 de junio, y el 22 de abril, respectivamente.

Jim Faulkner, portavoz de Frontier, explicó que la medida se debe a la «fuerte competencia» y a los «costes del servicio en el aeropuerto de La Habana». La empresa aclaró que «las condiciones del mercado no se materializaron allí, y hay un exceso de capacidad en el mercado Florida-Cuba». Por su parte, la portavoz de Silver, Misty Pinson, coincidió en que el número de asientos en aviones entre Estados Unidos y Cuba se cuadruplicó porque las aerolíneas agregaron muchos vuelos y con aviones grandes. «La abundancia de asientos ha hecho que las rutas cubanas no sean rentables para ninguna de las aerolíneas», dijo. Al final tomaron la «difícil pero necesaria» medida de cerrar sus operaciones en Camagüey y Cienfuegos sin descartar retomarlas si mejoran las circunstancias.

American, que ha abierto una gran oficina de ventas en el moderno Centro de Negocios del barrio capitalino de Miramar, mantiene su servicio completo a La Habana. Pero ha reducido sus vuelos de trece a diez y ha pasado a utilizar aviones más pequeños en las rutas de ciudades menos pobladas. Jet Blue optó igualmente por enviar aviones de menor capacidad para eliminar 300 asientos diarios.

La apuesta de las compañías para volar a la única nación comunista de occidente se sustentó en la ola de optimismo por el restablecimiento de relaciones diplomáticas impulsado por Raúl Castro y Barack Obama y la esperanza de que finalmente el embargo sea levantado. No fueron las únicas. Juan José Hidalgo, el veterano presidente de Globalia, lleva años intentando el permiso para establecer el primer puente aéreo entre Miami y La Habana. También las compañías de cruceros se frotaban las manos con el previsible negocio. Carnival, Norwegian, entre otras, surcan semanalmente las aguas cubanas para atracar en La Habana, y otros puertos de la mayor de las Antillas.

Tras el triunfo de Donald Trump, los estadounidenses continúan llegando aunque solo pueden hacerlo bajo doce categorías autorizadas por su Gobierno vinculadas a intercambios religiosos, educativos, culturales y contactos pueblo a pueblo. Oficialmente no pueden hacer turismo ni alojarse en hoteles de playas pero en realidad es un tipo de excursión en la que compran para exportar habanos y ron, además de artesanías. Pocos se resisten a la tentación de pasear en los retocados automóviles de los años cincuenta, museos rodantes o 'viejas' tuneadas con colorete, según los casos, pero que sirven para rememorar los años en que los gringos eran los dueños de la mayor parte de los negocios de la isla.

Récord de turistas

El cóctel de las pocas habitaciones ofertadas por el Gobierno con las abultadas billeteras de los vecinos del norte ha tenido una consecuencia inmediata: los precios de los hoteles y de otros servicios, como paseos y restaurantes, han subido como la espuma. Una suite en un hotel de cinco estrellas llega a costar cerca de 800 euros y una habitación normal, que antes salía por unos 100euros ahora como mínimo se duplica. Un paseo en un almendrón restaurado no baja de los 40 la hora.

Lo bueno para el Estado cubano es que en 2016 se rompió el récord de turistas: cuatro millones de visitantes y dos mil millones de euros de ingresos. Del total de turistas, 285.000 fueron estadounidenses, lo que representa un 76% más que en 2015. La cifra se dispararía aún más si fuera eliminado el bloqueo o, al menos, la prohibición de viajar que sigue vigente a los titulares de esa ciudadanía.

Tuta, una cubana que prepara su visita anual a Cuba desde Texas donde reside, expresa a este diario su temor a que «si reducen los vuelos, los pasajes vuelvan a subir». Ahora desde Miami el viaje de ida y vuelta sale por unos 100 euros. «Lo que me gustaría es que autoricen los ferrys porque así podríamos hacer el viaje con el carro», afirma. Para eso todavía falta mucho tiempo. Y podría alargarse aún más si Trump da marcha atrás. Es lo que temen muchos cubanos con familia en EEUU y es lo que exige el influyente exilio anticastrista de Miami, muy crítico con las medidas aperturistas de su predecesor.

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