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El paso por el palmeral es uno de los grandes acractivos del Medio de Elche. M. R.
Al calor del Medio Maratón de Elche

Al calor del Medio Maratón de Elche

Una carrera minuciosamente preparada por la organización por su 50 aniversario habría sido un éxito de no haber acabado en tragedia | La muerte de un corredor nos recuerda que la prevención es cosa de todos

Martes, 14 de marzo 2023, 14:06

Este artículo debería ser un desde dentro del que, dicen, es el medio maratón más antiguo del mundo. De una carrera con desnivel, que por lo tanto no da para hacer marca personal pero sí para disfrutar de una ciudad volcada con los corredores. De mis sensaciones, de ya de por sí una batalla por la supervivencia deportiva tras haber descansado poco y haber ido en coche (de copiloto, eso sí) durante 140 kilómetros para colocarme un dorsal adquirido, cosa habitual en mí, sobre la campana. Pero no. la tragedia enturbió la fiesta del running de Elche con el fallecimiento de Fernando, un joven de 21 años justo después e hacer un tiempazo (paró el crono en 1.28). Lo malo es que lo que se paró para no volver a funcionar, nada más pasar la meta, fue su corazón.

Empecé a escuchar ambulancias cuando iba por el kilómetro 16. Quizás sería el 15. No lo sé, porque para entonces iba… justito es poco. Ya en el 10,5 un corredor de Elche nos lo avisó a Esther, compañera del NLTT y a mí, que habíamos subido la cuesta del puente que te avisa de que la media está 'empezando': «Lo difícil viene a partir del 16… en días de calor como este, a partir de ahí es cuando se sufre de verdad».

Y se sufrió. ¡Vaya si se sufrió! Pero permitidme que vaya cronológicamente. Porque sí, tenemos que hablar de lo helados que nos quedamos a más de 30 grados, pero también de una organización que lo había preparado todo con esmero para celebrar como tocaba el 50 aniversario de su querida carrera, pero que tuvo que capear con la tragedia. Sí, ahora, como ellos mismos dicen, toca consolar a la familia que ha sufrido la pérdida… pero también hay que arropar a la gente que durante muchos meses se ha estado currando el evento.

Nervios e ilusión, denominador común en la salida y en los primeros kilómetros.
Imagen principal - Nervios e ilusión, denominador común en la salida y en los primeros kilómetros.
Imagen secundaria 1 - Nervios e ilusión, denominador común en la salida y en los primeros kilómetros.
Imagen secundaria 2 - Nervios e ilusión, denominador común en la salida y en los primeros kilómetros.

Elche fue una ciudad volcada con el running. Desde la motivadora salida con papelitos brillantes y una pequeña mascletà, como no podía ser de otra manera en la Comunitat Valenciana. Unos 3.000 corredores, cada uno son su objetivo, alentados por las calles de la ciudad ilicitana. En ese instante hacía ya 5 horas que me había sonado el despertador. Hacía unas 9 que había llegado de currar, que el día anterior tuvimos el Valencia-Osasuna. Dos antes habíamos encontrado aparcamiento a 200 metros de la salida y a otros tantos del bar donde nos habíamos hecho el café previo a la carrera. Diez minutos antes nos habíamos llamado casi a la desesperada para ver si nos hacíamos la foto de postureo con el resto de compañeros del club.

Corrimos un kilómetro en pelotón, pero luego nos desperdigamos. Juan Marcos salió desesperado porque David le había 'recetado' un entrenamiento de calidad. Raúl fue a lo suyo y mi primo Alberto, que debutaba, se dio cuenta en el kilómetro 4 que las piernas le iban mejor que a mí. Tomás puso en marcha el motor diésel y no paró hasta la mesa, Esther acabaría dejándome atrás en el 11, Visi y Adri harían su carrera... Yo me centré desde el principio en llegar y en hacer alguna foto para este reportaje: a los siempre admirables corredores que llevan a una persona en silla de ruedas par que disfrute del ambiente del running y sea durante un par de horas un poco más feliz; o a los buenos avituallamientos cada cinco kilómetros; o a la ciudad volcada en aplaudir casi en cada metro por donde íbamos trazando nuestras zancadas. Pero, ¡ay amigo! Yo aún no he probado el maratón, pero el medio ya te pone en tu sitio.

Puedes disfrutar pero el del mazo te golpea. Sí o sí. Y entonces tienes que estar preparado, pero también tener una dosis de cabeza y de suerte para saber administrar las fuerzas. Subiendo la cuesta del puente del kilómetro 10 pensé que no estaba tan mal. El comentario, bien intencionado, del corredor del 10,5 me aniquiló mentalmente. Y el sol y los veintimuchos grados hicieron el resto. En el 12 me noté que iba justito. En el 14, que algo no iba bien. En el 16 ya iba mirando el crono cada 500 metros y tratando de hacer trampas al solitario a mi cabeza, diciéndole que ya quedaban menos de cinco… ¡como si eso fuera poco cuando vas tostado!

Precioso el palmeral de Elche. Pero no lo disfruté, la verdad. Paré en el 18 cuando vi que las pulsaciones se me iban de madre. Bajé un poco y retomé la marcha. Volví a caminar antes del 20. Iba caminando, recuperando el aliento pensando en mi estrategia para ponerle una venda a mi orgullo runner: ya saben, 'al menos correr el último kilómetro y entrar en meta esprintando'. Iba pensando, cuando una mano amiga se posó en mi espalda y me empujó. Otro corredor, como diez años mayor que yo, que con este gesto intentaba animarme. Entonces yo nada sabía de la tragedia que ya se había desatado en la meta. Las piernas y la cabeza ya no me funcionaban para correr como deseaba, pero el cerebro de un periodista nunca para y vi en aquel instante el inicio de esta historia. «¿Cuánto queda?», le pregunté a mi benefactor. «Kilómetro y algo». Había empezado a trotar de nuevo, con la intención de compartir zancadas con él, darle algo de conversación y tejer una historia. Pero no. Ya no me dio más cháchara y se quedó atrás. No volví a ver al hombre que me dio ese empujoncito que me ayudó a arrancar, como si fuera un coche con la batería fundida.

En meta los voluntarios y gente de la organización se esforzaba por atender a los corredores que llegaban aún ajenos a la tragedia. M. R.
Imagen principal - En meta los voluntarios y gente de la organización se esforzaba por atender a los corredores que llegaban aún ajenos a la tragedia.
Imagen secundaria 1 - En meta los voluntarios y gente de la organización se esforzaba por atender a los corredores que llegaban aún ajenos a la tragedia.
Imagen secundaria 2 - En meta los voluntarios y gente de la organización se esforzaba por atender a los corredores que llegaban aún ajenos a la tragedia.

Lo cierto es que ya no volví a parar hasta el arco de meta. Tuve un arrojo de optimismo para sonreír a 500 metros, para que Luis me hiciera la foto que luego compartí en Instagram. Y padecí el resto hasta la llegada, donde me apoyé en la primera valla que encontré hasta recobrar el aliento. «¿Estás bien?», me preguntó un hombre de Protección Civil con cara de susto. Normal, llevaban cuatro evacuados en ambulancia, uno de ellos el chaval que acabó falleciendo. Los voluntarios corrían más de lo que lo habíamos hecho nosotros para traernos agua o bebida isotónica. Me impactó esa amabilidad de una chica que no tendría más de 18 pero que te tendía la botella y te la acompañaba con su mejor sonrisa. Igual que la señora que nos daba la toalla: «Para secaros el sudor, que con el calor que habéis pasado…». Y la del hombre que me dio la medalla de finisher, o la de la mujer que nos entregaba las bolsas con el bocata y el plátano. Los que te preparaban un bote de cerveza bien fría o los estudiantes del CEU que daban masajes para empezar a recomponer las viernes. Decenas de personas tuvieron que postergar la digestión de la amargura para atender como habían previsto a cerca de 3.000 corredores que habían llegado a la meta.

Pero esa hiel estaba dentro. Empezó a salir en cuanto consultamos los teléfonos, después de ponernos una camiseta seca. «No serás tú uno de ellos», me había preguntado por whats app mi compañero Jaume. Nunca sabes cómo interesarte. Imagínate que sí… pero no. Le mandé una foto para que ilustrara la noticia de la web. Les conté a Juan Marcos, Alberto y Raúl que había un muerto y tres hospitalizados en el Medio de Elche, y durante un puñado de kilómetros, estos de coche, aparcamos las bromas.

Este lunes, Víctor Gimeno, corredor solidario que crea sonrisas dando zancadas, abrió un melón comentando una de mis publicaciones en redes: la de la necesidad de hacerse pruebas de esfuerzo, y que las organizaciones de carreras las exijan para poder participar. «En algunos países como Argentina es obligatorio», apunta. Pensé, entonces sin escribirlo, que seguro que lloverían críticas por obligar a la gente a someterse a un chequeo que vale un dinero y alguien se inventaría la picaresca para inscribirse sin cumplir este requisito.

No sé si Fernando, joven aparentemente sano y deportista, se había sometido a una prueba de esfuerzo recientemente o no. Yo os reconozco que la última mía fue en 2019. Ya me toca, porque la prevención es algo de uno mismo. Salimos a correr para ser más rápidos en carrera, vamos al gimnasio para evitar lesiones en músculos y articulaciones… pues hay que preocuparse también por la salud cardíaca. Aún así, como en todo en la vida, hay riesgos… pero está en nuestra mano minimizarlos. Quiero volver a Elche. A saldar cuentas conmigo mismo tras el que ha sido el peor medio maratón de los seis que he corrido. ¡Qué más da! Corremos para superarnos, sí, pero sobre todo para disfrutar. Y en Elche, a partir de ahora, un poco por Fernando.

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