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El ser humano está perfectamente diseñado y adaptado para moverse. El sedentarismo es una lacra de las sociedades modernas, donde la revolución tecnológica y un colectivo acomodado están cambiando sus hábitos de vida más ancestrales. Nuestros antepasados fueron capaces de sobrevivir gracias a desarrollar instintos ... de supervivencia. Si nos remontamos a la prehistoria, correr se impuso como una obligación para cazar y poder alimentarse. Había que sobrevivir y no cabe duda que estaban muy bien preparados para este desempeño. Los antropólogos de la Universidad de Cambridge, Colin Shaw y Jay Stock, demuestran en un magnífico estudio la gran capacidad que tenían para mantener la carrera constante y regular la temperatura de su organismo.
Por tanto, en lo más profundo de nuestro ADN, tenemos el gen del cazador y recolector. No lo sabemos muy bien, pero en algún momento de nuestras vidas lo activamos y decidimos ponernos a correr. Tal y como decía Forrest Gump: «Aquel día, sin ningún motivo, decidí salir a correr un poco» Pero sí que hubo algo que le impulsó a ello. La noche anterior la había pasado con el amor de su vida. Jenny rechazó la propuesta de matrimonio y desapareció. Forrest quedó destrozado y decidió correr para aliviar sus penas. Cada uno de nosotros, tenemos nuestra propia historia que nos ha llevado a sudar encima de las zapatillas. He conocido muchísimas. Desde la práctica deportiva por recomendación médica. Corredores que salieron después del confinamiento en pandemia. Algunos decidieron cambiar su imagen, cansados de verse en el espejo cada mañana y descubrieron que había otra persona dentro de ellos. Otros siguieron las zancadas de amigos y familiares que no dejaban de contar lo bien que se sentían. Las crisis económicas han llenado los parques de camisetas técnicas y como le ocurrió a nuestro amigo Forrest, el desamor y el amor es un motor de cambio entre todos nosotros. Seguro que podemos enumerar muchísimos otros motivos, pero lo más importante, es que un día descubrimos que nuestro organismo está preparado para correr.
Cuando decides empezar, pero vienes de practicar otros deportes de manera regular, todo será más fácil. Lógicamente este perfil de nuevo corredor tiene ventaja porque su período de adaptación será mucho más rápido y menos agresivo. En cambio, el problema es cuando quieres empezar a correr después de llevar una vida muy pasiva. No es fácil, porque la naturaleza es muy sabia y el organismo tanto en su parte mecánica como mental, van a tener un rechazo inicial de la nueva actividad que estás proponiendo. Verás muchos inconvenientes. Te molestarán las articulaciones, el sistema tendinoso y muscular. Tu capacidad aeróbica es «ridícula» y entrarás en fatiga rápidamente. Tus pulsaciones estarán muy elevadas y tendrás la sensación de cierto agobio. No serás capaz de mantener un ritmo sostenido y deberás parar para descansar o tendrás que finalizar la sesión caminando. Tú mente te planteará si todo esto es necesario y estará con un autosabotaje permanente para que abandones la actividad. Muchos son los inconvenientes que te vas a encontrar. Por eso, también existe un alto número de personas que lo intentan y no logran conseguirlo. Sólo aquellos que son constantes, disciplinados y saben superar las dificultades, logran pasar el período de adaptación orgánica, cardiovascular, mecánica y mental.
Una vez superadas estas primeras sesiones, yo diría las primeras semanas, empezarás a encontrar ciertos beneficios. Serás capaz de incrementar el tiempo de carrera continua, es decir, con el paso de las semanas, lograrás aumentar los minutos seguidos sin dejar de correr. El número de veces que realizarás la actividad también aumenta, de manera que correrás con una periodicidad aproximada de tres días repartidos a lo largo de la semana. Si llegado este momento, logras mantener la continuidad y ser constante, notarás que tu organismo mejora la condición física y serás capaz de correr más rápido. ¡¡¡ ENHORABUENA !!! A partir de estos momentos vas a entrar en una transformación no sólo deportiva. Vas a experimentar de primera mano, todo lo bueno que aporta salir a correr. Esta sensación es maravillosa. No hay objetivos de rendimiento. No importa el ritmo del entrenamiento. Unas sesiones voy lento y otras porque me apetece y me siento mejor, voy rápido. Disfruto del paisaje. No importa parar y beber agua de la fuente. Converso con mi compañero de fatigas tranquilamente. Siento la respiración y sudor por mi piel. Mi mente se llena de pensamientos positivos. Las endorfinas me elevan a un estado de felicidad. Finaliza la sesión y no hay que dar explicaciones a nadie. La libertad de correr sin mirar el reloj.
Más pronto o más tarde, llegará el día que quieres ponerte el dorsal. La mayoría de los corredores sienten la necesidad de experimentar esta sensación. Quieres formar parte de esos cientos o miles de personas que buscan cruzar la línea de meta en el menor tiempo posible. Pues bien, a partir de este momento todo empieza a ser distinto. Cuando pasas de correr, a querer competir para mejorar tu rendimiento, empieza la metamorfosis personal. Tu visión es diferente. Empezarás a conocer y a familiarizarte con otro contexto. Sin darte cuenta vas a querer mejorar en las diferentes distancias donde compites. Esto conlleva un cambio de paradigma y tu versión como corredor empieza a modificarse.
Te das cuenta que para mejorar, no vale con salir los tres días y hacer lo que te parezca conveniente. Entra en escena un elemento transformador: el ENTRENAMIENTO.Te pondrás en contacto con un entrenador y probablemente grupos de corredores. Hablarás de planificación y sistemas de entrenamiento (series, intérval, tempo, fartlek, cuestas, extensivo, long run, progresivos, técnica de carrera, movilidad articular, flexibilidad...). Conocerás el gimnasio por primera vez. Tu vestimenta empieza a ser cada vez más sofisticada. Nuevas zapatillas, ropa técnica, GPS. Pulsómetro. Suplementación deportiva. Fisioterapia y en algunos casos nutricionista. App para volcar el entrenamiento y llevar el control del mismo. No cabe duda, que el cambio que el corredor debe realizar para mejorar es más que notable. En poco tiempo vendrán los primeros resultados y te conviertes en un «atleta» que está desafiando sus límites. Por experiencia propia y por la de muchos corredores que he entrenado, cuando después de una planificación de varias semanas, eres capaz de mejorar tus resultados, la gratificación y recompensa es maravillosa. Conseguir tus marcas personales se convierte en pura vitamina para seguir avanzando. Es un subidón de autoestima que te empodera y aumenta tu confianza.
No obstante, mantener este nivel de exigencia para conseguir tus logros deportivos durante mucho tiempo se hace tremendamente complicado. El corredor no puede olvidar que el entrenamiento debe adaptarse a sus posibilidades reales de tiempo. Trabajo, familia y otros compromisos sociales deben estar contemplados para no llegar a la saturación. No siempre se puede mantener un nivel de compromiso tan alto con el entrenamiento. He conocido muchos casos de abandono por olvidar este equilibrio tan importante. Pensar sólo en marcas y en mejorar, tiene un aspecto muy desagradable de frustración cuando no salen como esperas.
A medida que van pasando las temporadas, los corredores van descubriendo las diferentes etapas. Bajo mi punto de vista, la postura más inteligente es combinar ambas situaciones. ¿Por qué tenemos que renunciar a alguna de ellas?. Esto no va de todo o nada. Seguro que durante el año hay tiempo para elegir una opción u otra. No siempre se puede estar en disposición de entrenar y por tanto, lo mejor será salir a correr. Pero si quieres preparar un objetivo anual ambicioso como puede ser una media maratón o un maratón, lo conveniente es que durante un período determinado realices el entrenamiento adecuado. He observado en muchas ocasiones, que no sería la primera vez que los corredores obtienen sus mejores prestaciones en competición cuando están alejados de la sistematización del entrenamiento. Cuando están más relajados. Cuando corren sin ninguna presión y ese día el organismo está en estado de magia.
Correr y entrenar son totalmente complementarias y ambas se necesitan para seguir evolucionando. Se retroalimentan constantemente y una enseña a la otra el camino que hemos elegido. Nos ofrecen un feedback permanente que tenemos que saber interpretar. Su elección depende de lo que tú quieres conseguir. Cada una tiene sus peculiaridades, pero en las dos situaciones debes disfrutar. Una te ofrece la libertad y la otra la pasión. Yo no puedo elegir entre una y otra, estoy seducido por las dos.
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