Borrar
Urgente Un accidente en la A-7 provoca varios kilómetros de atascos sentido Alicante
Salida del medio maratón de Valencia. J.T.
El novato, su colega alemán y la media maratón de Valencia
HISTORIAS CON ZAPATILLAS (II)

El novato, su colega alemán y la media maratón de Valencia

La multitudinaria carrera que el domingo tomó la ciudad deja miles de vivencias y retos personales que suelen quedar en el anonimato. Ésta es una más que sólo busca hacer honor a lo que es el running: compartir

Jesús Trelis

Valencia

Viernes, 28 de octubre 2022, 00:48

Toca contar corriendo. O correr a contar lo que llevo dentro. Porque la emoción, la euforia, las sensaciones contrapuestas… tienen esos matices que sólo narrándolo en el instante se puede plasmar con la misma fuerza que se sienten. Luego, como si la memoria calzara las zapatillas de Eliud Kipchoge, salen esprintadas hacia el olvido. Algo que creo que en este caso no ocurrirá. Esta historia a un dorsal pegada –7476– se nota que permanecer viva. Como un tatuaje en la planta de los pies. Esos que quisieron ser alas un domingo primaveral en pleno octubre.

No sabría decir la hora exacta. Quizá las nueve y media. A esas alturas, pese a lo ocurrido con anterioridad, mantenía intacta la esperanza de lograr nuestro objetivo. Acabábamos de superar el kilómetro 14. Era el final de la calle Colón. Valencia estaba gloriosa y acariciábamos la meta. Hasta ahí, todo había sido vertiginoso. Emocionante para los dos. La potente energía de la multitudinaria media maratón nos había contagiado. A Jens, de hecho, le había subido el ánimo. Aunque, de pronto, nuestro ritmo titubeó. El impulso creciente de cada zancada aflojó. La cara de mi colega reflejaba sufrimiento. «Are you okay?», pregunté. El esfuerzo que hasta ahí había realizando era admirable. El que seguía haciendo, intentando mantener una velocidad trepidante para nosotros, era sencillamente titánico. «Está siendo duro para mí», sentenció. Sentí en ese momento preocupación; quizá angustia. Por él. También por mí. ¿Qué hacer en ese momento? Esta historia sólo la debíamos escribir juntos. Juntos de principio a fin. Lo contrario no tenía sentido. Lo importante no era batir nuestro récord; ni siquiera era la carrera. Lo que realmente importaba era la vivencia compartida. Ese era el verdadero sentido de ese esfuerzo conjunto. «Lleva quien deja y vive quien ha vivido», escribió Antonio Machado.

Preparación. J.T.

Cuando la esperanza resiste

Otro genio de la palabra, Luis García Montero, reflexionaba esta semana en El País: «Las esperanzas resisten cuando las ilusiones y el sentido común se ponen de acuerdo». La historia de este 'runner' principiante, de su amigo alemán y de una cita en la ciudad del Turia comenzó a escribirse cuando conocí a Jens en Berlín. Fue el pasado abril. Había acudido hasta allí enfundado en el traje de corredor novato. Era mi bautismo internacional en una media maratón. La segunda carrera de esa distancia, tras mi primera experiencia en Valencia. El frío berlinés –hasta tres grados bajo cero– y un pesado constipado que traía de casa me hicieron pensar que iba a ser nefasta para mí. «Espero acabar», rumiaba. Pero la realidad es que aquel domingo, que amaneció con pequeños copos de nieve, corrí emocionado. Con ese entusiasmo que se apodera de un corredor cuando engancha el dorsal a la camiseta. Diría que volé feliz. Que es lo que me transmite esto de correr. Y lo logré gracias a que me adosé como una mochila a la espalda de un joven con la energía que yo anhelaba y necesitaba. Hice los 21,1 kilómetros hasta la meta junto a él. Fue como un imán para mí. Él me ayudó a lograr mi pequeña gesta, que pronto pasó a ser nuestra épica.

De aquella media maratón nació una amistad. Escribí, nervioso por compartir, la crónica de este 'runner' principiante en Berlín. Busqué a través del número del dorsal a ese tal Jens y, tras trastear mucho, lo localicé y le hice llegar mi reportaje del que era uno de los protagonistas. Y todo comenzó. O siguió. Como si la carrera que emprendimos juntos no hubiese terminado. El traductor digital alemán–español hizo a partir de ahí un gran trabajo. Durante meses conversamos sobre la experiencia vivida, nuestra afición a correr, los entrenamientos, nuestras derrotas y éxitos... «Vente a Valencia; corramos juntos la media», le animé. Dudó. Luego accedió. El día después de que le inscribiera se acabaron los dorsales. Fue como si nos estuvieran esperando. «Debemos bajar de los 1.40h de Berlín», nos dijimos. Con ese anhelo vivimos hasta que la aventura de Jens en Valencia comenzó.

Recuerdos del medio maratón de Valencia 2022. J.T.
Imagen principal - Recuerdos del medio maratón de Valencia 2022.
Imagen secundaria 1 - Recuerdos del medio maratón de Valencia 2022.
Imagen secundaria 2 - Recuerdos del medio maratón de Valencia 2022.

La llegada a Valencia

Llegó viernes al mediodía. Le dimos la bienvenida y activamos el modo turista. Comimos un 'arròs del senyoret' en La Marítima y la tarde la pasamos descubriendo el CaixaForum, el Museo de las Ciencias, el río por el que tantos correteamos los valencianos a diario. Tras mucho patear, cenamos en el restaurante de un buen cocinero y amigo de apellido alemán, Joaquín Schmidt. El objetivo era que se pudiera relajar hablando con alguien en su lengua nativa. La experiencia fue entrañable. En lo gastronómico –menú para corredores sin algarabías–y en lo personal –con conversaciones distendidas y vitales–. Todo fluyó mágico. Extrañamente fantástico. Medio año después, en una mesa en Valencia, cenaba junto a mi mujer con alguien al que sólo conocía de rodar 21,1 kilómetros en Berlín. De fondo, en el restaurante de Joaquín, sonaba Aute. Quizá su 'A vivir': «A vivir, a vivir /Que este mundo fue un segundo / Del devenir».

«Mañana te recojo a las diez para soltar piernas en el cauce y, después, a la feria del corredor», quedé con él tras dejarle en el hotel. Pero el destino, cabezota y enredador, nos iba a deparar una sorpresa. Jens despertó con las defensas por los suelos, el cuerpo molido y los ánimos rotos. El viernes había sido para él una montaña rusa desde que a las cuatro de la mañana salió de su casa cerca de Postdam: lastraba el cansancio de una semana intensa en el trabajo, su vuelo se retraso, se extravió su maleta en Zurich, del aeropuerto de Manises se fue directo a comer un arroz, luego a pasear hasta agotarlo y, finalmente, cenar y llegar al hotel al filo de las doce de la noche –algo que, definitivamente, no había sido buena idea–. «He pasado una noche terrible, sin dormir, con escalofríos», me comentó a primera hora cuando fui a por él. «Creo que todo se termina aquí», llegó a sentenciar desanimado. Le dejé descansando. Preocupado, claro. Y triste. Él. Y yo. Esto era cosa de dos. Con sentimiento de culpabilidad me pregunté qué hacer. ¿Cómo darle la vuelta a todo? «Esta tarde vuelvo y decidimos, Jens», le escribí. «Descansa; te recuperarás», enfaticé.

Me fui a la feria del corredor con bajón. Recogí mi dorsal, me puse a deambular por la instalación y a saludar a compañeros y amigos. Entre ellos, Menchu y su marido. Había quedado con ellos allí. Aunque parezca extraño, también les conocí a partir del artículo de este novato en Berlín. Me escribieron contándome su experiencia allí al leerme y nos citamos en Valencia. Venían de Madrid. «Estamos aquí por ti», bromearon. Hablamos un rato e intercambiamos sensaciones. Y dejamos fluir las emociones que siempre anidan en el estómago durante la cuenta atrás de una carrera. Hasta nos hicimos una foto con el olímpico Martín Fiz.

No sé por qué, pero eso me animó a ser optimista. A hacer todo lo posible para que la cita del domingo que tenía con Jens se cumpliera con el mismo entusiasmo con que nació. Aunque fuera corriendo yo solo por los dos.

Pasadas las tres de la tarde me presenté en su hotel. «Estoy mejor, necesitaba dormir; pero sigo muy débil», sentenció. Debía recuperar fuerzas para intentar estar bien por la mañana. Con cabeza, sin forzar, pero había que intentarlo. «Si te levantas con fuerzas, corremos juntos. Si no, no pasa nada. Tenemos una bonita excusa para que vuelvas el año que viene», le expliqué. Él sonrió. Le pedí que me autorizara a coger su bolsa del corredor y le dejé entre 'ibudoles' y mucha agua. «Cómprame la camiseta de tirantes oficial también, así me llevo la dos», me pidió. Fue un atisbo de buen ánimo. Ya allí, en el atiborrado panel de las dedicatorias que había en el corazón de la feria del corredor, busqué un hueco y escribí: «Jens-Jesús Team». Le envíe la foto para animarle. «Mañana a las seis y media, si me dices que estás con fuerzas, te recogemos. Llevaré tu dorsal».

Jesús y Jens, con la medalla del medio maratón de Valencia 2022. J.T.

El pistoletazo de salida

Cuando Juan Roig daba el pistoletazo de salida a la élite de la carrera, los dos saltábamos felices en nuestro box: el naranja. Él sonreía, hacía fotos, apuntaba las manos al cielo cuando el speaker lo decía y saltaba sobre sus nuevas zapatillas que le habían dado ya alguna alegría. Yo iba con mi camiseta de la suerte, mis corredoras invencibles y la ilusión desbordada. Minutos después conquistamos juntos el asfalto. Zancada a zancada. Felizmente veloces. De menos a más, como dice José Garay. Kilómetro a kilómetro, ahuyentando la humedad, le fui contando nuestra ciudad: Mestalla, Viveros, el viejo cauce por aquí y por allá, la plaza de Toros, la ciudad de Calatrava o el 'parotet' de Miquel Navarro, que erguido nos animaba. «Es bonito», repetía Jens. Todo pintaba bien hasta que, sobre el kilómetro 14, su cara decayó. Fue como si algo se hubiese roto en su cabeza y le gritara frena. «Es muy duro para mí; corre tú, ves delante, me falta la energía», exclamó. Evidentemente me quedé con él. «No te voy a dejar», pensé. A 300 metros del final, para que no sufriera por mí, disparé observándole de reojo a mis espaldas. Él siguió con fuerza detrás. Como un imán. El imán que nos unió. Sobre la moqueta azul nos abrazamos nada más cruzar la meta.

Logramos nuestro mejor tiempo en una media maratón. Nuestro modesto récord personal. Nuestra carrera más veloz. Pero, sobre todo, logramos –así lo sentí yo, aunque suene cursi– colgarnos en el cuello la medalla más preciada que podríamos conseguir en Valencia: la de la amistad en vena. Esa que se forja a base de kilómetros y lealtad. Y que nosotros comenzamos a conquistar el día en que atravesamos juntos, entre zancadas, la Puerta de Brandeburgo.

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

lasprovincias El novato, su colega alemán y la media maratón de Valencia