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Hace cinco años, Pepi Plaza empezó a vivir. Por mucho que en su partida de nacimiento figure su llegada al mundo en la segunda mitad del siglo XX, su existencia plena comenzó hace justo ahora un lustro en La Fe. Allí, sobre las 4 de la madrugada, entró sonriente en el quirófano que ha visitado demasiadas veces. Pero esta vez lo hacía feliz, sabedora que iba a recibir un trasplante de hígado que era una especie de órdago: ahora o nunca.
Fue un ahora. Bueno, después de un duro post operatorio pero un ahora, al fin y al cabo: ahora podía cantar, cocinar, viajar... lo que quiera sin dolores y sin sentirse cansada en cuanto salía de la cama. Fue también un 'pues ahora voy a empezar a correr'. Hace cinco años nació la Pepi runner. De las buenas, de las que cuando la salud lo permite, no se pierden un entrenamiento.
Porque por mucho que aquella intervención le salvase la vida, no es una panacea. Al menos, no totalmente. Esa hepatitis que le transmitieron de niña dejó sus secuelas que se dejan ver en forma de achaques ocasionales. Este verano vino uno de los fuertes, tanto que se pasó medio mes en el hospital, donde tuvieron que administrarle medicación de choque. Fármacos contundentes que como efecto secundario le causaron una severa rotura de fibras en un gemelo.
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«Estoy contenta porque esta es mi segunda carrera desde la lesión», señalaba después de participar en la de 7,5 kilómetros de la 15K Valencia Abierta al Mar. «Tuve que parar en un momento en el que había entrenado muy bien, fui al fisio, empecé caminando varias semanas después... pero aquí estoy de nuevo», comentaba Pepi Plaza con una sonrisa de oreja a oreja, flanqueada por su sobrino Alberto y su yerno Juan Marcos, que optaron por desafiar a la categoría reina.
Ella hizo los 7.500 metros en 59:05 minutos, a una velocidad de 7.52 minutos el kilómetro. «He hecho tramos corriendo y otros caminando, pero aquí estoy. Hace unas semanas casi no podía ni andar del dolor», subraya Pepi, cuyo empeño es completar una 10K disfrutándola.
Y viendo su ilusión, no descarten verla el año que viene en este mismo evento, pero en la distancia de los 15.000 metros. «Yo corro porque me gusta, y me encanta el ambiente de las carreras. Lo he echado muchísimo de menos, tenía ganas de volverme a poner el dorsal y estar con la gente de mi club, el NLTT», asegura. Lo dice con la misma ilusión con la que el sábado recibió la placa en la asociación de trasplantados por su quinto aniversario: el lustro de aquel paso por el quirófano que le abrió la puerta al pelotón de la ciudad del running.
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