Entrenamiento en la Barceloneta. LP
HISTORIAS CON ZAPATILLAS XIX

El otro récord mundial del medio maratón de Barcelona

La hazaña de Kiplimo fulminando el crono en los 21,1 kilómetros por la ciudad Condal no fue la única porque, detrás de cada corredor, siempre hay una épica que merece ser contada

Jesús Trelis

Barcelona

Jueves, 20 de febrero 2025, 18:31

El medio maratón de Barcelona de 2025 pasará a la historia como la carrera en la que se fulminó el récord de mundo que, hasta entonces, tenía Valencia. El ugandés Jakob Kiplimo firmó la hazaña con sus 56:42. A mí, me hicieron falta casi cuarenta minutos más en cruzar la misma meta que él. Pero ya les puedo asegurar que lo hice tan feliz como el atleta. O quizá más. ¿Por qué no? En mi caso, de hecho, batí mi particular récord mundial. No el de pulverizar mi crono en un medio maratón. Sino de pura vivencia. De disfrutar en mi mundo. Y de mi mundo. De sentirse absolutamente entusiasmado porque, una vez más, culminaba la travesía con quien es ya mucho más que mi compañero de carreras. Correr junto a un amigo –hermano adoptivo-, que conocí haciendo el medio maratón de Berlín hará pronto cuatro años y con quien atravesé, de la mano, una nueva meta. Era nuestra décima carrera juntos, nuestros primeros 21,1 km del año y un paso más en la consagración de nuestra amistad. Porque, cada vez que nos juntamos, más que correr estamos recorriendo un tramo de vida juntos. De nuestra vida. De nuestra peculiar y única historia. Tan especial y leal, tan natural y vital, tan hermosa y auténtica que ya sé que la meta final de esta travesía sólo la atravesaré cuando nuestro destino decida que uno tiene que quitarse las zapatillas para volar más allá. Al menos, ese es mi objetivo.

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El medio de Barcelona fue, por tanto, carrera de múltiples récords mundiales. Tantos como corredores supieron hacer de esos 21 kilómetros de su vida algo único e irrepetible. A lo Walt Whitman en su poema No te detengas. «No dejes que termine el día sin haber crecido un poco, sin haber sido feliz, sin haber aumentado tus sueños».

Instantes del viaje a Barcelona para la 21,1km. LP

I. Aférrate a tus sueños

El domingo, de regreso de Barcelona tras la carrera, intercambié sensaciones con el entrenador, amigo y siempre inspirador José Garay. En una de sus respuestas, durante la conversación, encontré la clave de lo que me había sucedido en este medio maratón. «Cuando se va a la competición, sin pretensiones elevadas, vas más relajado y disfrutas de la experiencia global de todo ese fin de semana… Es algo tan especial, que te llena de energía», me dijo. Y fue como si me estuviera leyendo la mente. Porque, más allá de la cita deportiva, lo que realmente me atraía era volver a juntarme con mi admirado Jens -Jens Rosendahl, el gran luchador y el noble compañero-. Eso y volver a compartir juntos los instantes previos de algo que es lo que nos enloquece a los dos: correr. Pero hacerlo más allá de la mera carrera. Porque esa es otra vertiente del running: la de hacer del deporte una experiencia plena. Porque no es sólo tener una vida atada a entrenamientos, disciplina personal y ambición por mejorar. También es tener ganas de vivir, de crecer, de aprender, de compartir…. Todo ello, con alguien al que le estalla en su cabeza tu misma pasión. Encontrar ese alguien en la vida es un regalo impresionante. Yo lo encontré con Jens.

Tras recoger a mi colega en el aeropuerto, iniciamos el viaje con una visita a la emblemática Torre de les Glòries (antes Agbar) de Jean Nouvel. Una experiencia que iba a ser una bella metáfora de este viaje. Porque, desde allí, observamos la ciudad que íbamos a comernos el domingo desde las alturas y pudimos fantasear con nuestro sueño volando sobre ella. El sol amenazaba con esconderse cuando nuestras zancadas imaginarias empezaban a recorrer la ciudad. Como si el medio maratón hubiese comenzado para nosotros. Como si nuestra quimera se hubiese calzado las zapatillas para esprintar. «Aférrate a tus sueños / porque si los sueños se marchan / la vida es como un campo yermo / cubierto de escarcha», susurré a la nada recordando el poema de Langston Hughes. «Aférrate a tus sueños», me repetí. Y en ello sigo.

Imágenes desde la Torre de les Glòries. Barcelona en 360 grados. LP

II. Un pacto al amanecer

A las siete y media de la mañana del sábado, salimos a hacer nuestro pequeño entrenamiento del día previo. 'Bimbo Train', le llamamos. Siete, quizá ocho, kilómetros muy lentos. Sobre todo divertidos. A nuestro alrededor, amanecía. El sol jugueteaba con un mar de nubes espesas. Gris plomo. Nosotros corríamos entre risas. Y confidencias. Entre ellas, una que queda ya marcada como pacto de vida. «Cuando corramos juntos, la prioridad siempre será acabar a la vez y permanecer kilómetro tras kilómetro uno al lado del otro. ¿Qué sentido tendría lo contrario si somos un equipo?». A la altura de un hotel emblemático, un enorme barco velero de cristal y destellos, firmamos un trato. En ese instante, como Ulises buscando las Itacas, nuestra amistad navegó un tramo más.

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Esa misma mañana, después de cumplir con nuestros rituales en la feria del corredor, recorrimos las entrañas de la casa Batlló. Un estallido de creatividad, arquitectura, técnica y belleza. Le expliqué allí a Jens que, para mí, lo que realmente marcaba la diferencia de Antoni Gaudí respecto a otros artistas, era su sello propio, su autenticidad. Era mágico. Único e irrepetible. Como un Da Vinci del siglo XIX y del XX. «Como nuestro equipo», le enfaticé entre risas. Aunque, la verdad, se lo dije convencido. Porque nuestra historia con zapatillas es, sencillamente, auténtica. Es mágica. Única e irrepetible… Como si fuéramos hijos de un Gaudí corredor. Runners atados a nuestras fantasías. El ícaro que quiso crear Leonardo.

«El medio maratón de Barcelona fue carrera de múltiples récords: tantos como corredores supieron hacer de esos 21 kilómetros algo irrepetible»

Ya por la tarde, con tranquilidad, realizamos nuestras rutinas del día previo de la carrera: repasar el circuito; preparar cada uno su dieta de geles, cremas y parafernalias varias, y, lo más importante: hacerse la fotografía con todo nuestro equipo dispuesto para la carrera. El sueño, nuestro sueño en Barcelona, estaba ya listo para volar. Quizá flotar. O quizá para gritar versos de Charles Bukowski: «Tu vida es tu vida / conócela mientras la tengas / tú eres maravilloso / los dioses esperan para deleitarse / en ti».

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Varios intsantes del viaje. LP

III. Volando (o soñando) Barcelona

El tiempo nos acompañó el domingo: ni el frío que odio, ni el calor que Jens no soporta. Todo era perfecto. Y perfecto salió. El inicio fue loco. Pero no por la rapidez, sino por la multitud. Hay que correr con cabeza para no caer. Jens iba fuerte. Bastante más fuerte que yo. Impuso un ritmo que, a instantes, me pareció trepidante. Y, recordando nuestra primera carrera en Berlín, me enganché a él y le seguí sin perder la cabeza. A momentos, moviendo las manos pidiéndole calma. «Esto va para largo», susurré. Todo fluyó con naturalidad. Incluso con cierta facilidad. Él tiró de mí con ganas hasta pasado el kilómetro diez y me volvió a demostrar lo gran corredor que es. Y me ratificó en por qué, un buen día, me puse a remolque de sus suelas.

«Entre complicidades desbocadas, nos miramos sonriendo: habíamos batido un récord en nuestro particular mundo. Era la décima carrera juntos»

Fue en la segunda parte cuando los dos ritmos se equilibraron y fueron constantes. Suelo dosificar las fuerzas y, luego, dejo fluir mi energía. Por eso, a partir del kilómetro quince, tuve la sensación de ser quien marcó el paso. Fue como los ciclistas que se van dando relevos: ayudando uno a otro. Primero él me empujó. Después le di aliento yo. Y así fuimos firmes hasta el final. Con tres kilómetros últimos excitantes. Por el ritmo y el paisaje. El Mediterráneo, primero. La Sagrada Familia, casi al final. Y, de nuevo, la alfombra azul.

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Busqué su mano. Los dos las alzamos. Al cruzar la meta, nos abrazamos. Entre complicidades desbocadas, nos miramos sonriendo: habíamos batido un récord en nuestro particular mundo. Era la décima carrera juntos. Un récord que volveremos a batir pronto. Porque nuestro particular planeta sigue rondando en sus propios sueños. Cuatro años orbitando por nuestras vidas, desde que el equipo nació de forma azarosa un día de abril de 2022 cuando, a la altura de la Victoria de Berlín, nuestras zapatillas se cruzaron por el camino y ya no dejaron de dar zancadas juntas. Un día de abril en que algo en nuestras vidas, en mi vida, cambió.

«No era más que un zorro semejante a cien mil zorros. Pero yo le hice mi amigo y ahora es único en el mundo» . El Principito. Antoine de Saint-Exupéry

La carrera y su medalla. LP

IV Cita en Berlín

Y hasta aquí, querido lector -y quizá corredor-, otra historia con zapatillas. Esas pequeñas épicas particulares que, poco a poco, van encaminándose más hacia un diario personal sobre una amistad que a una modesta bitácora de carreras. Tanto es así que ya no sé qué es más importante. La amistad o el correr. O sí. Claro que sí que lo sé… ¡Qué absurdo! Tras miles de kilómetros entrenados y competidos, de metas superadas y contratiempos superados, la mayor satisfacción y la mejor carrera siempre es y será la última que haya logrado culminar con alguien que comparte conmigo la pasión por el running. Y por soñar. Porque una cosa y la otra es la misma. Corriendo o soñando, siempre dejas volar tu felicidad. Algo a lo que ya no pienso renunciar. Ni a correr, ni a la amistad. Que cuando se juntan, ya pueden imaginar qué extraordinaria llega a ser la vivencia. Un salto de vida excitante.

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LP

Nos vemos en la próxima parada. En Berlín. Donde todo comenzó. Donde todo continuará.

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