Correr puede convertirse en esa vía de escape que necesita tu mente, un mecanismo de los más potentes para combatir el estrés e incluso cambiar ... la forma de tu cuerpo. No, el running no solo es una moda pasajera, no es solo que todo el mundo hace para conseguir un selfie con muchos likes y presumir.
Correr, significa un compromiso con uno mismo, querer mejorar, querer superarse. Es un esfuerzo con el que se obtiene una recompensa. Y la recompensa es grandísima. Regular estas emociones resulta complicado, entender la diferencia entre disfrutar y sentir culpabilidad porque ese día ha tenido un evento social o ha estado mucho tiempo sentado, ect. Puede llegar a odiar esos momentos, tener ansiedad, irritabilidad, practicarlo si como a cada momento se fuese la vida con ello, y eso, no es disfrutar.
Esta práctica, a la larga, puede convertirse en obsesión y en miedo por descansar si no apetece salir. Enfrentar un miedo, no es sencillo, descubrir que no pasa nada, si un día se descansa. Tener una relación sana con el ejercicio es ¿Realmente quieres salir a correr? ¿O lo haces por compensar? Si hoy quieres descansar, ¿Por qué no lo haces? ¿Te apetece? ¿Y que pasa si hoy corro un poco menos o no fuerzas tanto?
Si sales a correr, que sea, para disfrutar de ese momento, de llegar a esa marca personal, sin sentimiento de culpa. Disfrutando cada zancada, cada metro, cada kilómetro, cada sensación que se produce en tu cuerpo, cada pensamiento, cada sonrisa de lograr lo que te has propuesto o simplemente por la satisfacción que se ha producido por la liberación durante y después de tus endorfinas.
A esto se le llama running, practicarlo de manera consciente, cuidando de ti, de tu cuerpo, de tu alimentación, de tus entrenamientos, y de eso trata, esta disciplina deportiva que no pasa de moda.
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