Múltiples investigaciones revelan una relación directa entre la práctica de ejercicio, la alimentación y la reducción del riesgo de cáncer de mama.
Esto también está en relación con los niveles de melatonina, importante en la regulación de los picos de sueño. Desajustes en los niveles de esta molécula, producen desequilibrios en el estrés oxidativo celular, aumentando los radicales libres, que dañan el ADN, facilitando la aparición del cáncer, entre otras patologías.
Los estudios grandes de diferentes bases bibliográficas, demuestran que, las mujeres que realizan actividad física moderada durante más de 3 horas semana, descansan bien y tienen una alimentación rica en vitamina A (leche, huevos, verduras de hoja verde oscura, albaricoques, melón, calabaza, ect.), vitamina B6 y potasio (legumbres, carnes y pescados), sodio (sal yodada de mesa), calcio (productos lácteos, sardinas, soja, legumbres), magnesio y selenio (frutos secos, legumbres, marisco, chocolate), zinc (carnes, pescados, levaduras), en cuanto a la proteína de la soja lo últimos estudios científicos se encontró que no había relación con su consumo y el cáncer de mama.
Os dejo unos platos fresquitos ricos en estas propiedades: Ensalada de rúcula, lentejas, fresas y queso feta, Ensalada de garbanzos con cebolla, pimiento verde, pechuga desmenuzada y salsa yogur, tostada de pan integral con tomate, sardinas y queso fresco, ect.
El soporte nutricional debe formar parte del abordaje multidisciplinar del cáncer. Una alimentación saludable lo ayudará a obtener el equilibrio adecuado de vitaminas y minerales encargados de hacer que nuestro metabolismo funcione de una manera adecuada y ayudarlo a manejar mejor el estrés oxidativo.
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