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SUSANA ZAMORA
Jueves, 30 de enero 2020, 11:38
El gran ojo humano que imaginó Santiago Calatrava cuando diseñó el Hemisfèric, el emblemático edificio de la Ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencia, vuelve hoy su mirada hacia Pedro Luis Ajuriaguerra Saiz (Bilbao, 1974), premio del jurado en el concurso internacional de fotografía de arquitectura 'Art of Building' por su imagen titulada 'Pez'.
En su fascinación por esta obra del arquitecto valenciano, que simboliza la observación del mundo, Ajuriaguerra sale en busca de otras perspectivas. Intuye que aquella estructura de 900 metros cuadrados esconde algo más que un planetario. Rodea el edificio una y otra vez, lo contempla desde un ángulo, lo examina desde otro hasta que en el agua emerge ese pez que tanto había buscado.
Hacía dos horas que había dejado a la familia para ir a 'pescar' esta instantánea, que ha competido en su edición de 2019 con otras miles, procedentes de un centenar de países, en el certamen que anualmente organiza el 'Chartered Institute of Building' (CIOB), una entidad empresarial que representa a profesionales de la construcción y la arquitectura de todo el mundo. «Yo sabía que el reflejo de las luces en el agua siempre es un recurso que da juego en fotografía y salí a ver qué encontraba. No tardé en ver la semejanza con un pez abisal, además, lleno de vida gracias a la iluminación rojiza que proyectaba una parte del edificio», explica el fotógrafo vasco, quien, antes de visualizar en su cámara la candidata al premio, tuvo que lidiar con la composición para que un arco que cruza la instalación no apareciese en el encuadre. El esfuerzo se ha visto recompensado ahora con 1.800 euros, que recibirá en Londres en el transcurso de un acto con fecha aún por concretar.
Fotógrafo autodidacta, Ajuriaguerra se inició en la fotografía hace una década «por casualidad», cuando su esposa le regaló una cámara compacta para inmortalizar los encuentros familiares. «Viajamos a Barcelona y desde que conocí la Sagrada Familia ya no he dejado de fotografiar edificios». Fue el inicio de su amor por la arquitectura urbana y de una trayectoria jalonada de innumerables premios y reconocimientos. Dispone de las distinciones MCEF (Maestro de la Confederación Española de Fotografía) y EFIAP (Excelencia de la Federación Internacional de Arte Fotográfico).
Empezó con una pequeña Sony Ciber Shot, a la que le sacó todo el jugo que pudo hasta que, tras empaparse de innumerables tutoriales y asistir a dos cursos de un día, dio el salto al mundo de la fotografía profesional. Ahora disfruta con equipos que solo los más expertos saben utilizar. Una de sus últimas adquisiciones, la Sony Alpha 9, «la más rápida disparando ráfagas del mercado y con un enfoque brutal», le ha puesto en bandeja su último reconocimiento.
Entre los más de 300 premios internacionales que acumula (20 de ellos de gran prestigio), este biólogo de 45 años, criado en la localidad vizcaína de Muskiz, guarda con especial cariño el primero que recibió en 2016 en el 'Kuwaiti Grand Photograhpy Contest'. En la categoría de 'Deportes', presentó una imagen con cientos de nadadores agitando sus brazos y piernas en la ría de Bilbao, «como si fuera un mar de peces». A partir de ahí, arquitectura y deportes, sobre todo, boxeo, acapararon toda su atención. Aquel premio le llevó a Kuwait para recogerlo y, deslumbrado por tanto lujo y ostentación, llegó a preguntarse qué pintaba él allí. Aquella experiencia le acercó a grandes fotógrafos de prestigio internacional, con los que aún guarda relación, pero también le sirvió para darse cuenta de que «algo bueno debía tener si estaba entre ellos», recuerda.
Con esta corta, pero solvente trayectoria a sus espaldas, Ajuriaguerra admite haber sido tentado en innumerables ocasiones para cambiar su trabajo como técnico de medio ambiente en la estación depuradora de aguas residuales de Sestao (Vizcaya), por su verdadera pasión. Pero él asegura tener los pies en la tierra y ser consciente de la dificultad de cambiar de vida cuando hay una familia detrás. «No podría estar muchos fines de semana con ellos y eso sería muy injusto», lamenta. Además, explica, «perdería el encanto que tiene fotografíar lo que quiero y cuando quiero, sin estar presionado por nada ni por nadie. No sería lo mismo», zanja.
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