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Lo de ir al psicólogo para Alejandro fue bastante accidental. Ni siquiera sabía que tenía ansiedad. Ni siquiera era capaz de reconocer sus miedos. Hasta que hablando con una amiga comprobó que no era normal sentirse así. «¿Así cómo?», se preguntaba él, que desde que ... tenía recuerdos convivía con la presión en el pecho, la angustia y el miedo.
A sus 26 años, va a terapia por su falta de autoestima. Es administrativo y lo achacó en un primer momento al estrés por el trabajo. «Pensaba que era normal lo que sentía y como me sentía por dentro hasta que una amiga me dijo esto es ansiedad», explica. Y así es como Alejandro supo que tenía que acudir a terapia. En cuanto se dio cuenta se lo dijo a su madre, que le acompañó y le apoyó desde el primer momento, aunque ella lo sintiera como un fracaso, un fallo suyo.
El primer día que entró en la consulta de su psicóloga, Alejandro sintió el flechazo. Había feeling. Le escuchaba, le entendía, se reían juntos. Fue un match desde el principio y hasta hoy; siempre recordará cómo le hizo sentir esa primera visita y las posteriores.
Antes de acudir a terapia si se encontraba a un grupo de jóvenes por la calle empezaba a sudar y los nervios le recorrían el cuerpo. Temía tanto lo que pensaran de él que se mostraba aún más vulnerable ante la gente. «Yo tenía miedo a la gente, a conocer gente nueva, a lo que pudieran llegar a pensar de mí». Era tímido, miedoso y sentía vergüenza por lo que dijeran de él, pero el trabajo en la terapia y su persistencia por cambiar esos miedos y la ansiedad le cambió la vida, según explica con sus propias palabras.
Tuvo suerte y desde el primer día sintió que su psicóloga le iba a ayudar. Conectó con ella hasta el punto de querer contarle todo lo que había sentido desde pequeño. De esa primera sesión ya salió siendo otro. El alivio lo empezó a sentir desde el principio, se encontraba menos tenso, con la cabeza despejada y notó que le venía bien ir a las sesiones, aunque se puso manos a la obra porque entendió lo que desde el minuto uno le recomendó la psicóloga: no sólo podía quedarse con esa hora de terapia, sino que tenía que poner de su parte, que su salud precisaba de un trabajo diario y él estaba decidido a intentarlo.
Poco a poco se fue sintiendo menos descargado de esa presión en el pecho que antes le ahogaba. Puso en práctica cada una de las instrucciones de su psicóloga. «Haz hasta donde puedas y hasta donde quieras, no seas complaciente, tienes gente que te quiere, que te aprecia, sé tú mismo y piensa en lo que realmente quieres, escúchate y dedícate tiempo. Acéptate tal y como eres». Alejandro aprendió a verse en el espejo.
Saber cómo hacerlo, cómo solucionarlo, y que no se quede ahí anclado ni atascado, o que pueda afectar aún más en un futuro, en las relaciones, eso es justo lo que le pasó a él, hasta que se dio cuenta «que eran cositas que tenía atascadas y clavadas, que como no las traté ni las superé en su momento, simplemente intenté olvidarlas, pero seguían ahí y la ansiedad era el aviso de lo que estaba mal en mí».
Al poco tiempo de ir a terapia llegó el segundo match. Conoció a la chica perfecta y esta vez el miedo no iba a poder con él, así que le confesó por lo que estaba pasando, le contó lo bien que le sentaba ir a terapia y lo todo lo que había aprendido desde que se decidió a buscar ayuda. Su sinceridad la conquistó y a día de hoy es su prometida.
Él nunca tuvo problemas en comunicar lo que le pasaba a su círculo más próximo. Nunca sintió vergüenza por reconocer que iba al psicólogo y sus amigos le entendieron, hasta hubo algunos que le tomaron como ejemplo.
Para Alejandro el verdadero problema de la salud mental es el elitismo de lo que es ya un problema común y de salud pública, que afecta sobre todo a los jóvenes que no pueden permitírselo. «Es una doble crisis en ese aspecto», reconoce. Alejandro no lo considera un tabú, desde que supo lo que le ocurría lo compartió con sus amigos, y aún hoy sigue recomendando a alguno de ellos la terapia. «Hacen falta más apoyos, y es que todo el mundo está de acuerdo, no me he encontrado a nadie a quien se lo haya contado que haya pensado nada raro ni haya dicho algo fuera de lugar, todo lo contrario, la salud mental tiene que tomarse en serio».
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