IKER CORTÉS
Domingo, 14 de abril 2019, 23:50
Caer en la tentación de hacer burla y mofa de los terraplanistas hubiera sido lo fácil. Pero con 'La tierra es plana' -menos obvio y más acertado es su título original, 'Behind The Curve'-, el cineasta Daniel J. Clark trata de ir más allá y explicar cómo algo que todos damos por sentado, que la Tierra es redonda, puede convertirse en una conspiración de la que participan los Gobiernos, la CIA, el FBI y hasta Hollywood. Eso sí, no se sabe muy bien para qué.
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Esto no significa que el documental, disponible en Netflix, sea un tratado riguroso y plúmbeo. Todo lo contrario. Clark sabe enganchar al espectador y lo hace poniendo el foco en Mark Sargent, un tipo con carisma, que vive junto a su madre -«Dicen que somos idiotas que vivimos con nuestras madres y es todo lo contrario», afirma uno de los terraplanistas-, en Whidbey Island, en Washington, y que pronunciará el discurso inaugural en la organización de la primera Conferencia Internacional de la Tierra plana.
Sus palabras son las que abren el documental: «Has dado por sentado que el planeta es una inmensa bola que gira alrededor del sol a 90.000 kilómetros por hora y no notas nada. Imagina que es un gran terrario, un plató gigantesco», dice este fan de 'El show de Truman'. Y pone ejemplos. «¿Ves esos edificios de allí? Es Seattle y está a decenas de kilómetros. No deberías verlos porque la curvatura del planeta no te dejaría», dice este afable cincuentón que reconoce su atracción por las conspiraciones. «Conocía todas, pero te acabas cansando. Buscaba una que me proporcionara novedades», comenta. Y la encontró. Un día, un vídeo en el que un alemán señalaba la falta de vuelos sin escalas le llamó la atención. Después, las palabras de Matt Boylan le pusieron sobre la imposible pista. «Empleados de la NASA le habían dicho que el GPS no funcionaba en la Antártida porque la Tierra era plana», asegura. A los pocos días Sargent estaba generando su propio contenido, que se viralizaba a un ritmo endiablado. Un ejemplo de cómo funciona una 'fake-news'.
Pero Sargent no es el único terraplanista de la cinta. Ahí están la locutora Patricia Steere, responsable de uno de los 'podcasts' más seguidos al respecto; Nathan Thompson, un evangelista de esta 'nueva religión', o el artesano Chris Pontius. Sorprende la cantidad de material y 'merchandising' que genera el movimiento. «Otras conspiraciones tienen un lado oscuro y siniestro, esta está llena de energía positiva. ¿Acaso hay alguna canción folk alegre sobre el 11-S?», argumenta Sargent. Sin olvidar a Jeran Campanella y Bob Knodel, que hacen experimentos para confirmar las alocadas teorías de esta comunidad.
Y es que esa es la palabra clave: comunidad. Porque el documental no solo da voz a este curioso grupo de 'escépticos'; también se entrevista a científicos y psicólogos que tratan de explicar un fenómeno que no ha dejado de crecer desde hace años. «El sesgo de confirmación es un hallazgo empírico sólido esencial en psicología. Si tengo una creencia o una postura, buscaré ejemplos que la confirmen y me rodearé de gente que piensa igual que yo», afirma el doctor Per Espen Stoknes, psicólogo y escritor, en el documental. Una verdad que se ratifica a lo largo de todo el metraje y que queda perfectamente escenificada en esa convención final, no está exenta de conflictos.
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'Conspiranoicos' por naturaleza, las teorías entre los 'terraplanistas' se cuentan por decenas: que si vivimos en una cúpula, que si nos rodea un plano infinito, que si el mundo está limitado por un muro helado como el de 'Juego de tronos' -por cierto, preparan una expedición a la Antártida para comprobarlo-. Las rencillas entre los entusiastas del movimiento dan lugar a nuevas teorías, como la que señala a Patricia Steere como un cebo del Gobierno para atraer a hombres. «¿Se creerán lo que dicen o sabrán que es falso? ¿Soy como ellos por creer en otras conspiraciones? Yo sé que no», dice la mujer que por un momento parece entrar en razón.
¿Y qué pasaría si la ciencia se impone y demuestra que la Tierra es redonda? El cineasta aborda tal posibilidad dando cuenta de dos experimentos y con escenas demoledoras, sabedor de que el choque contra el muro de la realidad resulta aún más duro. «Normalmente empiezas por A y llegas a una conclusión B. La ciencia es la flecha. Pero ellos parten de una conclusión y experimentan para llegar a ella», apunta el divulgador científico Tim Urban.
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La gran virtud de la cinta es que no cae en simplificaciones. Dice el psiquiatra Joe Pierre que en unos minutos «es fácil sonsacar a cualquiera una creencia rara». Algunos de los científicos que aparecen hacen autocrítica y dicen que no se puede caer en la arrogancia. «Son científicos en potencia, es mejor no arrinconarlos y colaborar», concluyen».
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