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Hace apenas un mes que Arnau va al psicólogo y no ha tardado en ver resultados. «Qué bien sienta ir al psicólogo, es que me encuentro como nunca ¿Tú vas al psicólogo?», comentaba sin pudor hasta en la peluquería. «Mi vida cambió a raíz de ... unos ataques de ansiedad y normalmente vamos al psicólogo cuando estamos mal y eso me pasó, que estaba mal y fui, ahora estoy contento, es una barbaridad el ir al psicólogo, y lo bien que sienta», dice con sinceridad, sin vergüenza ni reparo.
Arnau tiene 26 años y es streamer en Twitch y pasa más de diez horas jugando frente a miles de personas cada día. A sus seguidores no sólo les narra la partida, también los problemas a los que se enfrenta, como su ansiedad.
La ansiedad es un mecanismo que nos permite ponernos alerta ante algún peligro o suceso comprometido. En cierto modo, la ansiedad no es otra cosa que la defensa que se manifiesta cuando el cerebro considera que se está ante peligro pero se considera un trastorno cuando se presenta de manera intensa y duradera, cuando interfiere en la actividad normal de la persona y cuando se presenta sin que haya ningún peligro evidente. Así lo explica la Sociedad Española de Medicina Interna que identifica síntomas mentales como irritabilidad, cansancio, preocupación constante, problemas para concentrarse o conciliar el sueño. Y físicos, como pulsaciones elevadas, sudoración excesiva, tensión muscular, temblores, mareos o desmayos.
«Si me veis hoy un poco mal, es que tengo ansiedad», les ha llegado a decir Arnau a sus seguidores para después reconocer que está yendo al psicólogo y que está en buenas manos.
Prefiere ser sincero en su trabajo, con sus amigos y con su pareja. Sobre todo, para evitar malentendidos por su rendimiento, su estado de ánimo o su actitud. Por ello, reconoce que nunca ha sentido pudor en exponerse ni en decir abiertamente que va al psicólogo y gracias a ello ha conseguido que entre sus seguidores y en su comunidad se abran, le cuenten sus propios problemas y que, hasta cierto punto, se resquebraje el tabú.
Después de un mes, Arnau todavía no sabe de dónde viene, ni es consciente del por qué, pero esa ansiedad está ahí y cree que podría ser fruto de su trabajo. «No soy consciente, ni tengo aún la confirmación de mi psicólogo, pero podría haber un par de explicaciones que podrían tener que ver con la cantidad de trabajo, son muchas horas, reuniones, hablar con clientes … hay muchos estímulos continuos que tengo en la cabeza y que no me dejan pensar en mí y no puedes ni irte con tus colegas a cenar».
Todavía no sabe identificar el problema, pero sí describe con detalle cómo se siente cada vez que sale de la consulta del psicólogo. Para él es un alivio, un descanso mental al que consigue llegar cuando sale de la sesión de terapia. Lo ha comentado con amigos, y sabe que no es algo que tenga que ver con él, sino una sensación que comparten quienes han acudido a un profesional.
Muchos jóvenes se autoimponen una presión basada en unas expectativas, que sobre todo se deriva de las redes sociales, en las que se ha cultivado una forma de vida que no concuerda con la realidad de la mayoría. Para la psicóloga Amparo Calandín es esto precisamente, la causa de la mayoría de trastornos que sufren los jóvenes. «De repente les asaltan las dudas y el miedo, y esa angustia por el futuro, por lo que va a pasar, por si lo estarán haciendo bien o si son suficientes, y todo es el reflejo de ese contenido y esas falsas expectativas que generan las redes».
Pese a dedicarse «a esto de las redes sociales» no le cuesta reconocer que pueden ser tanto causa como agravante de muchos de los problemas de salud mental de los jóvenes hoy en día. «Yo no estoy obsesionado con las redes ni con los números o los likes y seguidores porque eso me estaba jodiendo la vida y entendí que hace daño, entonces imagina un chaval de 18 o 19 años al que de repente un día le ven miles de personas, puede acabar jodido si eso no se gestiona».
Encerrarse en la pantalla, obsesionarse con un juego, validarse con los likes y las visualizaciones no son más que los escondites habituales en los que miles de jóvenes meten sus cabezas para acallar sus problemas. Caer en el paliativo de las pantallas, las redes o los videojuegos es el síntoma más evidente de que existe una situación detrás que se debería trabajar. Para la psicóloga Amparo Calandín, los jóvenes viven expuestos a la incertidumbre y el miedo, las redes son un eje importante entre estos sentimientos porque muchos «no están preparados para afrontar ciertas situaciones por no tener las herramientas adecuadas para ello, y eso es lo que te da el psicólogo».
Arnau lo confiesa, los videojuegos son ese escondite donde te encierras por algo que ha pasado en tu vida y él ha visto cómo muchos seguidores, chavales y hasta los propios streamers se han volcado en el juego porque de otra forma se sienten humillados. «Hay una cantidad de chavales que ven esto y que juegan porque su vida fuera de los videojuegos es más difícil, les hacen bullying o no saben cómo salir de eso, se sienten mal, y se vuelcan o se esconden detrás de su ordenador». Arnau poco puede hacer al respecto más que recomendarles tratamiento, terapia o buscar ayuda en alguien de confianza, tratar de entenderles y de lanzarles una mano desde el otro lado de la pantalla.
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