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FERNANDO MIÑANA
Viernes, 6 de abril 2018
Los barrios marginales y el boxeo siempre han ido de la mano. El legendario peso medio Jack LaMotta recordaba con tristeza su infancia: «Éramos tan pobres que mi padre salía a la calle el día de Santa Claus y se ponía a pegar tiros. Luego entraba y decía que Papá Noel se había suicidado. Nunca teníamos regalos». La historia está atiborrada de chicos pobres que salieron adelante entre las 16 cuerdas. Uno de los últimos en hacerse un nombre ha sido Anthony Joshua.
El británico tiene 28 años y el pasado fin de semana derrotó al neozelandés Joseph Parker en el Millenium Stadium de Cardiff (Gales). Era la primera vez que no ganaba por KO, pero el triunfo le permitió conquistar su cuarto cinturón de los pesos pesados. El boxeo está desgajado en cinco divisiones, cada una regida por un organismo diferente que no reconoce a los demás. Solo le queda uno para lograr el pleno, algo inaudito. Aunque los pesos pesados ya no son lo que fueron en los 70 y en los 90.
Los padres de 'AJ' son nigerianos. Y allí, en la ciudad de Sagamu, vivió los primeros años. Su bisabuelo fue Adebambo Joshua, uno de los primeros nigerianos que comerciaron con Europa. Recibió el título de Oma-Oba (algo así como un príncipe) y tuvo doce esposas. Anthony creció en un internado donde se levantaba antes de las seis y donde se lavaba y planchaba su ropa. A los 12 sus progenitores se divorciaron y se mudó con su madre, Yeta, a Londres.
En el Reino Unido se hizo boxeador y en el Reino Unido, de donde nunca sale para pelear, ha hecho su carrera, pero nunca renunció a sus orígenes. Los amigos de la infancia le siguen llamando 'Femi', diminutivo de Oluwafemi, su apellido nigeriano, y en el hombro derecho se tatuó la silueta de África y, dentro, la de Nigeria.
Durante la adolescencia se dejó llevar en el barrio. «El boxeo le salvó la vida», asegura Eddie Hearn, su promotor, en una entrevista con 'The Telegraph'. «Le dio disciplina, un enfoque para ese gran físico y deseo de luchar». El responsable de que acabara en un ring es su primo Ben Lleyemi, que también es profesional. Un día se lo llevó al Finchley Amateur Boxing Club, en Barnet, al norte de Londres. Joshua solo quería levantar pesas. Hasta que probó los guantes y descargó sus puños. El boxeo, entonces, le atrapó.
AJ había trabajado como albañil y había tenido sus encontronazos con la Policía. En 2009, después de un altercado, acabó en prisión domiciliaria. Llevaba un grillete y no podía salir de casa pasadas las ocho. Pero lo peor sucedió dos años después. Era marzo de 2011 y solo faltaba año y medio para los Juegos Olímpicos de Londres. Un día apretó de más el acelerador de su Mercedes y la Policía le paró. Registró el vehículo y encontró 225 gramos de marihuana, cantidad suficiente para considerarse tráfico de droga. El púgil se declaró culpable y logró una pena bastante benévola: doce meses y cien horas de trabajo comunitario no remunerado. Peor le supo la expulsión del equipo británico.
Aquello despertó su conciencia. Anthony dejó las calles, los clubes y las malas compañías y se fue a vivir al modesto apartamento de su madre. En el Mundial amateur logró la medalla de plata y una plaza para los Juegos de su ciudad en 2012, cuando dio la sorpresa y se colgó el oro de los pesos pesados. Días después, como manda la tradición, un buzón de Watford, su barrio, apareció de color dorado.
Ya entonces llamaba la atención su físico. Anthony Joshua es un portento de casi dos metros (1,98) con un cuerpo que parece esculpido para resaltar todos sus músculos. Tras los Juegos, una televisión metió al boxeador en una carrera de 100 metros junto a otros medallistas olímpicos británicos como el atleta Mo Farah, los triatletas Jonathan y Alistair Brownlee, el nadador Michael Jamieson o el remero Andrew Trigg Hodge. Los derrotó a todos corriendo el hectómetro en 11.53. Una marca nada desdeñable para un armario de más de 110 kilos.
Su debut como profesional llegó en octubre de 2013. Su rival le duró un asalto. Desde entonces todo han sido victorias por KO. La más dura, quizá, la que logró en el undécimo asalto frente al veterano Wladimir Klitschko (tenía 41 años). Se llevó 15 millones de libras (17,2 millones de euros) pero el ucraniano fue el primero que le mandó a la lona en una pelea sin cuartel que encendió a los más de 90.000 espectadores que vociferaban en Wembley. Solo hubo un combate más sonado en el Reino Unido. Fue antes de la II Guerra Mundial, cuando 90.000 londinenses llenaron el City Stadium para ver la pelea entre Len Harvey -un púgil que debutó con 12 años- y Jock McAvoy. Otros miles de aficionados colapsaron los aledaños del estadio porque querían ver el duelo a toda costa.
A Joshua ya solo le falta un cinturón. Su actual dueño es el estadounidense Deontay Wilder (invicto con 40 victorias, 39 por KO). No tardó en recoger el guante de su futuro oponente por Twitter: «Anthony Joshua, acepto al 100%. P. D.: Quita África de tu brazo. Ellos son guerreros. Tú eres del Reino Unido». Es probable que no puedan medir sus fuerzas hasta 2019, pero el mundo del boxeo se relame con un duelo como los de antes.
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