Frente a la depuradora de Pinedo, apenas queda vida. En la resistencia, se escucha con fuerza la voz de Jaume Chornet. Desde su alquería, acumula años de reivindicación, aunque no puede ocultar la frustración que siente al comprobar los resultados. Los vecinos que residen alrededor ... de la controvertida planta, los pocos que quedan, actúan como una familia. Aparte de la cercanía, les une una larga batalla. Una lucha contra el ruido y los olores que emite una estación que arrancó sus motores en 1982. Hace casi cuatro décadas. Miran con recelo la reforma que está programada.
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«De cara al futuro, no tenemos ninguna perspectiva. La depuradora sigue funcionando mal. La depuradora sigue emitiendo muchos ruidos. La depuradora sigue emitiendo gases tóxicos. A veces hay días que no se puede soportar el olor. Los camiones siguen circulando cuando lo tienen prohibido. El Ayuntamiento no ha cerrado la planta sabiendo que es ilegal y sigue sin concedernos ningún tipo de indemnización. Todos los políticos nos torean», lamenta Jaume mientras, desde las alturas de su terraza, muestra el interior de la instalación que supuso un antes y un después en Pinedo.
«El Ayuntamiento de Valencia ha generado un pueblo fantasma. Seguimos padeciendo las mismas inclemencias industriales, olor, ruido... Aparte de la devaluación que hemos sufrido en nuestra vivienda. Nuestras viviendas aquí no valen un céntimo. Nadie quiere venir a vivir al lado de una estación depuradora y sin embargo seguimos sin ser indemnizados de ninguna forma. Posteriormente también solicitamos que esta planta se adaptara a la necesidades europeas puesto que el Ayuntamiento y la Generalitat no quieren cerrar la planta por el daño medioambiental que podía suponer para toda la ciudad», subraya Jaume.
Jaume tiene una mirada histórica: «Los vecinos de Pinedo, concretamente de la parte norte de Pinedo, vivimos desde hace unos 40 años pegados a una estación depuradora donde vienen las aguas residuales de más o menos un millón y medio de personas. Y esto conlleva una serie de inconvenientes a todos los niveles. Primero fomentó la desaparición del pueblo, se rompió la estructura de pueblo, nos expropiaron las casas, vino la policía y encerró a nuestros padres en comisaría... Las expropiaciones fueron forzosas, se pagaron muy mal. Eso fue el comienzo». Después llegó la instalación de la planta: «Fase uno. Fase dos. Fase tres. Todas las fases son ilegales. No tienen licencia ni de apertura ni de construcción por parte del Ayuntamiento, no tienen ningún tipo de licencia y sin embargo siguen abiertas. En el año 2016 conseguimos una sentencia firme en la cual la Justicia dictamina que se tiene que cerrar la planta porque es ilegal. Sin embargo, a día de hoy seguimos todavía sin que se cierre. El Ayuntamiento ha contestado que no se cierra porque se trata de un bien común. Entendemos que vamos a perjudicar a más de un millón y medio de personas. Pero no tenemos por qué unos pocos vecinos soportar la falta de sensibilidad de una Generalitat, de un Ministerio o de un Ayuntamiento como es el de Valencia, y mucho menos el señor Joan Ribó, que parecía que estaba sensibilizado pero pasa olímpicamente del tema y de los vecinos».
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Cuando llega el verano, para poder descansar con las ventanas abiertas sin que la depuradora amenace el sueño, Jaume y su familia cambian de habitación. Se marchan a la parte opuesta de la casa para aislarse: «Esto no es un pueblo como tal, no es una calle, son alquerías diseminadas. Hay determinadas horas del día en que los ruidos son más notorios en una zona o en otra. Cada momento del día los ruidos son diferentes. Y se mezclan también con los ruidos de los camiones pesados que transportan los lodos, más el ruido que tenemos del puerto, más el ruido que tenemos de la autopista del Saler, más el ruido que tenemos de la V-30… Interactúan todos los ruidos, tanto de día como de noche». Su esposa toma alguna medida añadida: «Hay gente que utiliza tapones para dormir porque por la noche es irresistible en muchos de los casos. Por ejemplo, mi mujer».
Con el paso de los años, se produce una adaptación al sonido de la depuradora: «Convivimos con los ruidos. Hemos aprendido a soportarlos. Eso no significa que sea cómodo. Hay unos zumbidos. Sobre todo se escuchan por la noche, con más calma». Hay asuntos que preocupan incluso más que los ruidos: «Son los olores, las emisiones tóxicas, los ácidos que hay en el ambiente… Esos ácidos corroen todo aquello que tenemos de metal en casa, aires acondicionados...». El transporte se presenta como otra antigua queja: «Los camiones cargados con lixiviados y con los lodos siguen pasando por delante de nuestras casas cuando hay una placa que indica que lo tienen prohibido. El mismo Ayuntamiento dice que no pueden circular por aquí, pero todo el mundo se lo pasa por el forro la chaqueta. Aquí todo el mundo pasa olímpicamente. Los políticos, la depuradora, sus gerentes, sus directores... Es una vergüenza lo que están haciendo con la ciudadanía».
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El pasado mes de septiembre, el pleno del Consell autorizó a la Entidad Pública de Saneamiento de Aguas Residuales de la Comunitat Valenciana (Epsar) la ejecución de la reforma del sistema con un importe de 34,16 millones de euros. La renovación, teóricamente, supondrá la aplicación de medidas para minimizar los ruidos y los olores, así como mejorar la eficiencia de los procesos. El proyecto prevé la desodorización de los principales elementos generadores de olores, la instalación de pantallas acústicas y otros elementos de aislamiento acústico, así como la mejora de la calidad del agua tratada.
En cambio, los vecinos mantienen las suspicacias. «Los vecinos seguimos sin tener ningún tipo de indemnización. Nos han arruinado la vida a todos los niveles. No existimos. Como somos pocos, nadie nos escucha. No nos ha escuchado ningún partido político», insiste Jaume.
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Es más, según Jaume, los vecinos no pueden obtener licencias de obras para sus hogares al encontrarse en un área susceptible de ser ocupada por la planta: «El Ayuntamiento de Valencia nos ha delimitado como zona de futura ampliación de depuradora. Es decir, 40 años sin poder cambiar una teja de las casas, sin poder evitar las goteras, sin poder reformar las casas... La gente se ha muerto, se ha ido».
Un panorama difícil de imaginar a principios de los años 80: «No sabíamos que la condena iba a ser vitalicia. No sabíamos la magnitud de la depuradora y no sabíamos las consecuencias que iba a tener para el futuro. Nadie podía imaginar que se iba a convertir en un espacio insostenible, inhabitable». Los vecinos forman un frente común: «Hemos creado un colectivo de 17 unidades familiares. Tenemos nuestros abogados para poder luchar ante la depuradora». Hay algo que añoran: «Aquí nunca hay silencio absoluto. Estamos en un espacio en que nunca hay silencio absoluto. La depuradora, los camiones, la autopista del Saler, el puerto... Ese silencio absoluto que no existe». Pese a todo, Jaume valora sus orígenes, su forma de vida, su huerto… No se plantea abandonar su hogar: «¿Dónde me van a dar una casa como la que tengo? Yo nací aquí».
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