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Un joven camina por el campo en bermudas. ÓSCAR Chamorro
El calvario tras la picadura de una garrapata

El calvario tras la picadura de una garrapata

Los enfermos de Lyme pueden tardar años en saber que la bacteria de ese bichito es la causante de la fiebre alta, los dolores articulares o la fatiga que padecen. Ojo con las salidas al campo

Domingo, 20 de junio 2021, 00:25

Tras largos meses sin poder escaparnos al campo hay ganas de hacerlo. Pero, ojo, un día perfecto en contacto con la naturaleza se puede convertir en un infierno. Lo saben bien los enfermos de Lyme, una dolencia muy poco conocida que se transmite por la picadura de una garrapata. Y lo corrobora la doctora Carmen Navarro que lleva doce años tratando a miles de pacientes infectados con la bacteria que transmiten estos enojosos bichitos, algunos tan pequeños como la punta de un alfiler. «En las últimas primaveras ha habido verdaderas plagas de garrapatas y si salimos al campo hay que tener muchísimo cuidado. Tendría que ser obligatorio que todos los parques naturales colocaran letreros alertando de la presencia de garrapatas», dice la médico, que recomienda a senderistas y excursionistas que transiten por caminos evitando el campo a través, se protejan los tobillos con pantalón largo y calcetines por fuera y dejen las bermudas y la manga corta para la playa. «Y sobre todo que cuando lleguen a casa se revisen en las zonas más íntimas, detrás de las orejas, entre los dedos, en los pliegues de la piel, porque por ahí puede estar agarrada la garrapata, y si tienen mascotas, que también las revisen».

El Lyme (llamado así por un pueblo de Connecticut, en EE UU, donde se identificó por vez primera) también es conocido como borreliosis de Lyme y es una enfermedad infecciosa con manifestaciones dermatológicas, reumáticas, neurológicas y cardíacas, causada por la picadura de garrapatas del género 'Ixodes', ampliamente distribuidas por la Península Ibérica. Si la infección bacteriana no es reconocida y tratada a tiempo, lo que sucede con frecuencia, se puede cronificar, dando lugar al Lyme crónico, que presenta muchos síntomas que imitan a enfermedades como la esclerosis múltiple, el síndrome de fatiga crónica, la fibromialgia, el alzhéimer..._Por eso al Lyme se le conoce como 'la gran imitadora', lo que es un hándicap para poder diagnosticarla como tal y comenzar, por tanto, a tratarla.

Es lo que le sucedió a Vicenta Delgado, de 49 años y vicepresidenta de la Asociación de Lyme Crónico (ALCE), que sufrió «centenares» de picaduras de garrapata mientras trabajaba en un jardín botánico.

Los médicos aconsejan revisarse bien todo el cuerpo cuando se ha pasado un día de campo para detectar la presencia de alguna garrapata en la piel

En su caso, la enfermedad no dio la cara hasta pasados varios años, en un momento de 'bajón' de su sistema inmunológico, lo que se puede desencadenar, por ejemplo, ante situaciones de estrés por problemas laborales, en la pareja o por la muerte de un familiar. Primero tuvo vértigos y complicaciones digestivas, después una tendinitis en el codo que degeneró en una artrosis, y más tarde problemas de audición y cognitivos. Un deterioro multisistémico que la dejó postrada en silla de ruedas con un 75% de discapacidad. A ella le ocurrió algo que sucede a muchos enfermos de Lyme: que perdió un tiempo precioso dando tumbos por consultas médicas donde no acertaban con el problema. «Durante cinco años busqué lo que me estaba pasando», se lamenta.

Búsqueda de años

El grueso de los pacientes de la doctora Navarro responde a ese perfil. «Se sienten muy cansados, les duelen las articulaciones, tienen dolores de cabeza rarísimos, se despistan... y entonces inician esa búsqueda de qué les ocurre y en esa búsqueda, que puede durar años, igual pierden la visión de un ojo y van al oftalmólogo y al neurólogo y allí les dicen que no tienen nada o que están pasando por una mala racha porque no hay ninguna prueba objetiva… y claro, la persona que está pasando por ese infierno se desespera porque no tiene diagnóstico y no se encuentra bien, y el sistema inmune cada vez les responde menos y los síntomas son más graves. Se meten en internet o investigan y ven que esos síntomas encajan con el Lyme. Un paciente que empieza en esa escalada llega fatal a la consulta».

Por eso, especialistas y enfermos creen que el gran reto es acertar con el diagnóstico a través de pruebas específicas que brillan por su ausencia en España. De hecho Vicenta tuvo que recurrir a laboratorios de Alemania, a donde sigue enviando muestras de sangre para su análisis. Este vacío en el diagnóstico es la razón por la que aquí no existe un registro de enfermos de Lyme que permita contabilizarlos. En Europa su número ronda los 700.000. «El Lyme crónico es controvertido y no se reconoce», se queja Navarro, que al igual que Vicenta aboga por que se reconozca esta enfermedad y se potencie la investigación «para tener diagnósticos más precisos y mejores tratamientos». Y mientras eso sucede, precaución con esas salidas al campo y «bajo ningún concepto» intentar quemar la garrapata o rociarla con líquidos inflamables, como hacen algunos, que, por el 'boca-oreja' han oído que eso es lo que hay que hacer. «Eso nunca. Hay que emplear siempre unas pinzas», apostilla la médico.

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