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REDACCIÓN
VALENCIA
Jueves, 27 de octubre 2022, 20:37
El cambio de hora puede influir en muchos aspectos, desde el económico al social. Pero la salud representa sin ningún género de dudas uno de los sectores en los que la hora de verano ha suscitado y continúa suscitando animadas discusiones entre los grupos a favor y en contra del sistema, según recoge la propuesta de directiva del Parlamento Europeo y del Consejo relativa al cambio de hora, que aún no ha sido aprobada tras varios años de discusión.
El cambio de hora en invierno que se produce el último fin de semana en Europa obliga a cambiar los relojes: en la madrugada del domingo 30 de octubre (la noche del sábado al domingo), a las 3.00 horas, volverán a ser las 2.00. Por lo tanto, los días serán más cortos, amanecerá antes, anochecerá mucho más pronto y habrá menos luz natural, por lo que aumentará el consumo eléctrico. Ah, y se dormirá una hora más, porque ese último domingo de octubre tendrá 25 horas. Y el horario seguirá vigente hasta el 26 de marzo de 2023, que es cuando empieza de nuevo el horario de verano.
El estudio, explica el documento oficial, ha intentado resumir las tendencias más recientes sobre la cuestión, y, en la medida de lo posible, en todos los países. Tradicionalmente, a la hora de verano se le reprocha que modifica el biorritmo y afecta al sueño, especialmente al de los niños, los adolescentes y las personas de la tercera edad. La literatura sobre este tema es muy abundante. Y con la llegada del horario de invierno se estudia cómo podría cambiar.
El estudio Beauvais, realizado por cuenta de la Comisión en 1990, registraba, por una parte, un aumento del número de consultas médicas en las dos o tres semanas siguientes al cambio de horario, y, por otra, daba constancia de que dicho cambio se soportaba mejor en otoño. Por otro lado, el estudio detectó un ligero aumento del consumo de tranquilizantes o somníferos, mientras que la curva de consumo de otros medicamentos adoptaba una tendencia descendente. El estudio concluía que el cambio no tenía consecuencias importantes para la salud e insistía en el carácter temporal y totalmente reversible de los trastornos sufridos por las personas.
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Otros estudios o trabajos, tales como el de Reinberg, cronobiólogo del CNRS o del Dr. Valtax para la Academia de Lyon, en Francia, o el estudio de Hasselkuss en Alemania, llegan a conclusiones similares a las del estudio Beauvais. De acuerdo con los mismos, es necesario de uno a siete díaspara que la hora de despertar, la temperatura, el despertar y la calidad del sueño se adapten al nuevo horario. En general, las perturbaciones desaparecen al cabo de una o dos semanas.
El estudio Beauvais analizó en su momento el número de consultas médicas durante las semanas cercanas al cambio de hora en primavera y en otoño. En las dos a tres semanas siguientes al cambio horario se registró un pico de un 10,9% superior a la media en primavera y de un 8,5% en otoño. Por regla general, parecía que el cambio de hora se soportaba mejor en otoño que en primavera.
El Dr. Kerkhof, cronobiólogo de la Universidad de Leiden en los Países Bajos, se dedicó a estudiar la importancia del sueño en los accidentes entre 1989 y 1995. En su estudio se pone de manifiesto que el 6% de los accidentes se pueden atribuir al sueño, y este porcentaje puede ascender al 24% por la noche. A partir de la comprobación de que el hombre moderno duerme cada vez menos y acumula durante la semana laboral un déficit de sueño que trata de compensar durmiendo más durante el fin de semana, el Dr. Kerkhof deduce que el cambio de hora en primavera y en otoño constituye un efecto adicional. Aunque es posible modificar fácilmente la hora de despertarse y de levantarse, no es este el caso de la hora de dormir.
La hora en la que nos dormimos está regulada por lo que se conoce popularmente como nuestro reloj biológico interno, es decir, los ritmos circadianos. Dicho reloj impone un horario a todos los procesos internos y su ciclo es de, aproximadamente, 25 horas, lo que significa que debe recuperar una hora diaria. Así, el lunes después del fin de semana, hay que recuperar más de una hora, porque la hora a la que nos dormimos y la del despertar se han retrasado durante el fin de semana; Kerkhof opina que, cuando la interrelación entre las distintas señales (luz, trabajo, comidas, etc) se modifica, el reloj interno se altera y tarda varios días para adaptarse a la nueva situación, lo que puede tener una repercusión negativa momentánea sobre la vigilancia y el humor. Esta teoría no se ha podido comprobar mediante análisis.
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Los datos sobre accidentes no han demostrado que se produzca un aumento significativo del número total de accidentes tras el cambio de hora en primavera. Sin embargo, en el mismo periodo, al analizar las causas de accidente, el porcentaje vinculado con la somnolencia era mucho más elevado. Al cambiar a la hora de otoño se comprueba que se produce un efecto inverso.
Por último, en lo que toca al sueño, los investigadores alemanes han observado que son las personas que realizan un trabajo por turnos las que más se quejan de cansancio por la mañana. El grupo que debería beneficiarse en mayor medida de la hora del verano gracias a las tardes con más luz, que es el equipo de la mañana, es el que experimenta las mayores dificultades.
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