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El 12 de septiembre de 2018, la Comisión Europea adoptó una propuesta para poner fin al cambio de hora bianual que se produce actualmente en todos los Estados miembros a finales de marzo y finales de octubre. El próximo, sin ir más lejos, el último cambio de hora del año, se realizará como siempre el último fin de semana de octubre, que esta vez se produce en la madrugada del domingo 27 (noche del sábado al domingo), cuando a las 3 serán las 2. Este cambio al horario de invierno supondrá que amanezca y anochezca más pronto, por lo que parecerá que los días duran menos.
La propuesta de la Comisión Europea, sin embargo, se ha visto congelada en la última legislatura del Parlamento Europeo, y tras las última Elecciones Europeas se abre ahora un plazo de 5 años para que el tema pueda ser resucitado. Sin embargo, no existe unanimidad en qué horario es el mejor, ni todos están ni siquiera de acuerdo en cuál se debe adoptar.
La iniciativa lanzada por el entonces presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, proponía un calendario para poner fin al cambio de hora estacional de forma coordinada, con el fin de salvaguardar el correcto funcionamiento del mercado interior y evitar las perturbaciones que esto puede causar, por ejemplo, en los sectores del transporte o las comunicaciones. Dicho calendario comenzaba con la presentación de un informe, que incluía una herramienta elaborada por la entonces Presidencia Finlandesa que aportaba datos técnicos sobre la incidencia del cambio horario en las horas de sol y oscuridad de cada país miembro.
La Comisión elaboró también en el año 2018, entre el 4 de julio y el 16 de agosto, una consulta pública que recibió 4,6 millones de respuestas en toda la UE, casi en su totalidad por parte de los propios ciudadanos. El 84% de los consultados apostaban decididamente por acabar con el cambio horario y afianzar un horario estable, frente a un 16% que prefería la alternancia semestral.
Este el informe completo de la consulta con todos los resultados:
Sin embargo, el principal caballo de batalla es, en el caso de abolir el cambio de marzo y octubre, decidir qué horario se prefiere: ¿el de invierno o el de verano? ¿Con cuál nos quedamos? Y ahí no había tanta unanimidad.
Los más interesados en votar fueron los ciudadanos de Alemania, que aportó el 70% de las respuestas, seguida de Francia (8,6 %) y Austria (6%), mientras que países como España apenas colaboró con el 1%. En la consulta se realizaban 5 preguntas, relacionadas con la experiencia general con el cambio de horario bianual, la preferencia por mantener o abolir el cambio de horario bianual, la razón de la elección, la importancia que tenía para los encuestados y, finalmente, la opción preferida en caso de abolir el cambio de horario.
El resultado no fue nada alentador, algo que ha podido provocar las dudas en las instituciones europeas, que en todo caso dejan en manos de los países miembros el establecimiento de uno u otro horario. Así, el 56% de los ciudadanos europeos que respondieron estaban a favor de la opción de «horario de verano permanente», mientras que el 36% prefería el «horario de invierno permanente» frente a un 8% que no se decantaba ni por una ni por otra opción.
Curiosamente, los países donde triunfó con más pasión el horario de verano eran países del sur, como Portugal (79%) o Chipre (73%), mientras que la opción de fijar el horario permanente de invierno era prioritaria en Finlandia, Dinamarca o Países Bajos.
En España, en una encuesta del CIS, el 62,5% de los españoles preferían tener un único horario, el 65% elegía el de verano, frente a apenas un 13,8% que se quedaba con el de invierno. En la encuesta europea, con una participación poco significativa, el 93% de españoles apostaba también por abolir el cambio de hora y quedarse solo con uno.
Izakun Bilbao era la europarlamentaria española que forma parte de la Comisión de Transportes y Turismo encargada de tramitar el cambio de hora. La política explicó hace unos meses a LAS PROVINCIAS cómo se había bloqueado la decisión en Europa y aclaró que el Parlamento maneja numerosos informes sobre qué es más idóneo, si cambiar o no cambiar. «Es muy difícil elegir cual es el más recomendable», subrayaba Izaskun Bilbao, que sin embargo sí que detalla que «las personas consultadas abogaban por no hacer dos cambios estacionales al año». Es decir, que lo ideal es mantener un solo horario al año.
Bilbao sostenía que «no tiene sentido el origen por el que se estableció el cambio. Algunos expertos abogan por mantener el más cercano al horario solar, por aprovechar el horario solar al máximo. El horario de verano es alargar de forma artificial al día», argumentaba, mostrando la predilección que existe por mantener el horario de invierno como el horario para todo el año.
Los Estados miembros pueden decidir libremente en qué zona horaria desean estar. Actualmente existen tres zonas horarias oficiales en la UE:
- Hora occidental europea: Irlanda, Portugal y el Reino Unido
- Hora central europea: 17 Estados miembros en su zona geográfica, incluido España (salvo Canarias, que mantiene la hora occidental europea).
- Hora oriental europea: Bulgaria, Chipre, Estonia, Finlandia, Grecia, Letonia, Lituania y Rumanía.
Se han realizado muchos estudios sobre los arreglos del horario de verano en la UE. Entre ellos se incluyen el informe de la Comisión de 2007 sobre el impacto de la Directiva del Horario de Verano; un estudio de 2014 realizado por ICF International, una empresa consultora, sobre «La aplicación del horario de verano en Europa: un informe para la Dirección General de Movilidad y Transporte de la Comisión Europea (DG MOVE)»; el informe del Bundestag alemán de 2016 sobre el impacto del horario de verano; y el estudio del Servicio de Investigación Parlamentaria Europea de 2017 sobre los «Arreglos del horario de verano en la UE bajo la Directiva 2000/84/CE: Evaluación de impacto ex post».
Este último estudio considera y resume las evidencias más recientes sobre el horario de verano, y concluye que, si bien los arreglos de horario de verano pueden ser beneficiosos para el mercado interior, especialmente en el sector del transporte, fomentan las actividades recreativas al aire libre y generan ahorros marginales en el consumo de energía, el impacto en otros sectores económicos sigue siendo en gran medida inconcluso. En cuanto a los inconvenientes, las investigaciones en salud parecen relacionar el horario de verano con la alteración del biorritmo humano (el 'ritmo circadiano'). Sin embargo, no se adjunta una evaluación formal de impacto a la propuesta, según explicaba el Parlamento Europeo.
Al observar los impactos en diferentes sectores, los informes mencionados sugieren que, en lo que respecta al mercado interior, los cambios de horario no coordinados entre los Estados miembros serían perjudiciales, lo que llevaría a mayores costos en el comercio transfronterizo, y posibles interrupciones en el transporte, las comunicaciones y los viajes, así como una menor productividad en el mercado interior de bienes y servicios. En cuanto a la energía, la investigación sugiere que el efecto global de ahorro energético del horario de verano es marginal y puede variar según otros factores, como la ubicación geográfica. Las nuevas tecnologías de iluminación, los medidores inteligentes y los dispositivos programables ya están reduciendo las ventajas de los arreglos del horario de verano en términos de ahorro energético.
Los impactos generales sobre la salud parecen ser inconclusos, con algunos estudios que indican que los arreglos del horario de verano podrían tener efectos positivos en términos de mayores posibilidades para actividades recreativas al aire libre, mientras que algunas investigaciones cronobiológicas sugieren que el efecto sobre el biorritmo humano podría ser más grave de lo que se pensaba. Lo mismo ocurre con la seguridad vial, donde es difícil aislar el efecto de los arreglos del horario de verano en las tasas de accidentes. En la agricultura, las preocupaciones sobre los arreglos del horario de verano (como el impacto en el biorritmo de los animales) están algo equilibradas por el desarrollo de nuevos equipos como la luz artificial u otras tecnologías automatizadas.
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La propuesta del cambio de hora por lo tanto sigue en el limbo y no se adoptó en la pasada legislatura, que concluyó en 2024. Una vez constituido el nuevo Parlamento Europeo a mediados de julio se vuelve a legislar el asunto desde cero, subraya Bilbao, por lo que cada país tendría que iniciar la consulta. De momento, el Gobierno español ya ha publicado los cambios de hora que habrá hasta el año 2026.
La última revisión publicada por el Parlamento Europeo menciona literalmente que «a más tardar el 31 de diciembre de 2025, la Comisión presentará al Parlamento Europeo y al Consejo un informe de evaluación sobre la aplicación y ejecución de la presente Directiva, acompañado, en su caso, de una propuesta legislativa para su revisión basada en una evaluación de impacto exhaustiva en la que participen todas las partes interesadas pertinentes. Los Estados miembros facilitarán a la Comisión la información pertinente a más tardar el 30 de abril de 2025».
En Europa, cambiar la hora en primavera y otoño es una costumbre que ya existía antes de la Unión Europea. Se implantó por primera vez durante la Primera Guerra Mundial, para ahorrar energía, y en muchos países volvió a instaurarse en los años 70.El primer acto legislativo de la UE sobre los horarios de verano e invierno data de 1980: una Directiva que coordinaba los métodos vigentes en los diversos países para así contribuir a garantizar el buen funcionamiento del mercado único.
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