

Secciones
Servicios
Destacamos
Estas líneas operan como resumen del itinerario seguido para dar respuesta a una pregunta intrigante: cuál es el barrio más envejecido de Valencia. Una ... duda que parece sencilla de resolver (debería bastar una sucinta navegación por la web municipal) pero que encerraba, como se verá a continuación, más complicaciones de las previstas. Según la información facilitada por el Ayuntamiento, el primer lugar de ese imaginario podio de la longevidad corresponde al distrito de Algirós, seguido por El Pla del Real y con Zaidia en el tercer puesto. La estadística apunta que en Algirós reside una población con más de 64 años que roza el 26% pero añade un dato enigmático: dentro del sector, el enclave conocido como la Carrasca es todavía un enclave más envejecido, según un curioso fenómeno, porque hace apenas veinte años esa franja de edad senior era apenas el 10% del total. ¿Qué ha ocurrido desde entonces? Y, sobre todo, ¿dónde cae la Carrasca? Buena pregunta, que ni siquiera saben contestar veteranos valencianos peritos en el arte de recorrer su ciudad palmo a palmo y conocer cada esquina de la ciudad actual y de la Valencia que se ha ido evaporando.
En consecuencia, el siguiente paso consistía en ir y contarlo. Ir, sí, pero adónde. Porque la topografía señalaba que esa zona llamada la Carrasca ocupa en realidad una parte considerable del campus de la Politècnica; mejor dicho, la expansión hacia el este de los terrenos de la Universidad se ha ido comiendo una buena porción del antiguo barrio que, en realidad, ni siquiera existe. La Carrasca ha desaparecido, incluido el apeadero de tren que se alzaba por la avenida de Tarongers, donde ahora se ubica una parada de metro: más o menos, a la altura del toro de Osborne que franquea uno de los accesos al campus. Eso era la Carrasca, según se deduce también de los testimonios recogidos al otro lado de la Universidad, hacia al entorno de la huerta de Vera: los vecinos de ese apartado rincón de Valencia reivindican su condición de residentes en un territorio que es huerta y también ciudad, con la ermita como icono popular y religioso, el restaurante El Famós consagrado a los devotos de la religión del almuerzo, el arròs amb bledes y otras golosinas y el impresionante chalé del célebre científico francés Félix Robillard como el gran faro que alumbra con la potencia de su fama a todo el entorno.
No, definitivamente no. Esto no es la Carrasca, como confirma una octogenaria llamada Josefa, que cruza con su bastón (ella lo llama garrote) muy airosa el camino que conduce hacia su alquería, al pie de la carretera. Señala hacia su casa y luego apunta hacia su espalda, hacia la cercana Malvarrosa de donde viene cada mañana después de hacer noche en otra vivienda con una vitalidad envidiable, cruzando junto a la cochera de la EMT a muy buen paso. Le suena, en efecto, que ese barrio desconocido habita donde hoy se ubica el inmenso campus y sigue su camino no sin antes dejar un recado para el Ayuntamiento, aprovechando que sus palabras formarán parte de este reportaje: dice que tiene la casa llena de hormigas, una molestia que no ha conocido en los más de 40 años que lleva viviendo allí y que incluye la visita reciente de… una serpiente. Habrá que pensar que se trata más bien de una culebra, atraída tal vez como el resto de la fauna huertana por la proliferación de bancales muy ricos en humus de donde nace la cadena alimentaria que acabará en nuestro plato en forma, por ejemplo, de las espléndidas cebollas que aquí se cultivan.
O en nuestro vaso de horchata: menudean igualmente los campos de chufa, ya recogida, que festonean el camino trazado por un ramal de agua que riega la superficie vecina y que, por error y por cercanía, el periodista confunde con un afluente de la acequia de Vera. «No, este es de la acequia de Mestalla», aclara Vicente, otro octogenario residente en la zona que desmiente su edad con una estampa espléndida, de galán antiguo. Tiene 86 años, conoce bien a Josefa porque pasa cada día ante su puerta igual que está familiarizado con todo el entorno donde reside, incluyendo la higuera y el plátano que escoltan la fachada de su vivienda. Plátano, por cierto, con el fruto a punto de recogerse: enormes manos de ese manjar, insólito por Valencia, que según Vicente pueden alcanzar hasta los 40 kilos y que, de acuerdo don su paladar, son mejores que los canarios. Cuenta todo esto después de coincidir con la opinión de su vecina y coetánea: de la Carrasca, cuyo apeadero recuerda bien porque su casa nació hace 80 años y él ya correteaba por allí de pequeño, no queda nada. Alrededor de la parada de tren su memoria rescata unos cuantos chalés que también han sucumbido, donde residía el único vecindario del barrio. Duda de que la información que le facilita el periodista sea correcta, se sienta en una hamaca a disfrutar del sol de este bendito mediodía de otoño y después de compartir detalles de su prodigiosa vida, dice adiós con la mano.
Siguiente etapa, Algirós. Frente a su mercado municipal, la duda empieza a despejarse: en efecto, estas calles están pobladas esta mañana de sábado de un paisanaje de edad avanzada, que justifica que sea el epicentro de la Valencia más envejecida (y no el misterioso sector de la Carrasca del que nunca más se supo). En una calle aledaña a la plaza dedicada a san Felipe de Neri, la asociación cultural que se encarga de dinamizar el barrio celebra una fiesta amenizada por la música de tango, cortesía del caballero que regenta la barra que ejercer de corazón del local: se llama Aldo, es uruguayo e informa de que la asociación vecinal carece de sede fija y se suele reunir en este espacio tomado ahora por los acordes del bandoneón y los bailes matinales de una feligresía desde luego muy 'boomer', que conoció la llegada del hombre a la Luna en directo, la tele en blanco y negro y aquellos otros hitos de la cadena única. El viejo 'Un, dos tres', los queridos Chiripitifláuticos, Franz Johan y los vieneses… Don Aldo allega el contacto de un miembro de la asociación, su tesorero Alejandro, y continúa a lo suyo. A despachar consumiciones y tararear para sus adentros la letra de Cambalache: «Que el mundo fue y será una porquería, ya lo sé».
Estación de destino, asociación de vecinos de Algirós, donde atiende en efecto don Alejandro, quien aclara la duda: «Algirós no es un barrio, es un distrito que se compone de varios barrios: nosotros somos el barrio de Albors y aunque tenemos el mercado de Algirós, no pertenecemos al distrito de Algirós, si no al de Camins al Grao». ¿Aclarado? Ejem, ejem. Ayuda a despejar la equis en la quiniela cuando recuerda que el distrito de Algirós se forma por la aportación de los barrios de L'Illa Perduda, Ciutat Jardí, L'Amistat, La Bega Baixa y (en efecto, en efecto) La Carrasca. La Carrasca tan misteriosa que tampoco acierta a situar en el mapa Rogelio Tortosa, infatigable presidente de la asociación de vecinos de L'Amistat, quienes contribuyen a forjar la fisonomía longeva del barrio mediante una serie de aportaciones: porque domina la población senior entre los 1.736 socios de la entidad y porque no se resignan al estereotipo de integrar la Valencia pasiva. Y porque aunque está jubilado, luce a sus 76 años un buen humor contagioso mientras informa de que sus compañeros de asociación son por el contrario personas muy activas, que tan pronto se apuntan a la rondalla como se marchan de vacaciones. «Aquí nos gusta la fiesta», confiesa, antes de que la última pregunta ensombrezca un poco la charla.
- ¿Cuál diría que es la principal preocupación de los vecinos de su barrio, de los más veteranos?
- Lo tengo claro: la soledad no deseada.
La enfermedad silenciosa que acecha a Algirós y al resto de la Valencia más envejecida.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.