La Caixa dels Rècords: cuando los objetos del pasado iluminan el presente de las personas mayores

La Caixa dels Rècords nació en 2018 como una iniciativa de la unidad de educación del ETNO, con el objetivo de abrir el museo a nuevos públicos: personas mayores y aquellas con demencia en fase inicial. «El proyecto se basa en la idea de que los objetos cotidianos pueden ser puentes hacia el pasado», explicó Francesc Cabañés, jefe de Difusión Cultural, Didáctica y Comunicación del ETNO. «Fotografías familiares, juguetes, utensilios de cocina o herramientas de trabajo no son sólo piezas de museo; son fragmentos de vida que ayudan a las personas a reconectar con su identidad y sus emociones». La terapia de reminiscencia, eje central del proyecto, busca evocar experiencias personales del pasado para revivir recuerdos y las emociones asociadas a ellos. «No se trata solo de recordar, sino de fortalecer la sensación de pertenencia, la autoestima y las relaciones interpersonales», añadió Cabañés. Desde su inicio, el proyecto ha realizado entre 10 y 15 sesiones anuales, con una participación de unas 20 personas por sesión.

En 2024, la iniciativa dio un salto cualitativo al firmar un convenio con la Federación de Familias de Personas con Alzheimer de la Comunitat Valenciana (FEVAFA) y el Área de Bienestar Social de la Diputación de Valencia. «Este acuerdo nos permitió ampliar el alcance del proyecto y comenzar a monitorizar sus resultados de manera científica», destacó Cabañés. Ahora, el objetivo es publicar estos resultados en espacios especializados para demostrar que los museos pueden ser «activos en salud». El proyecto se centra en objetos relacionados con la vida cotidiana de las personas mayores, muchos de los cuales forman parte de las colecciones etnológicas del museo. «Estos objetos no son solo testigos del pasado; son herramientas que ayudan a las personas a recordar quiénes son y qué han vivido», explicó Cabañés. Entre los objetos más utilizados se encuentran fotografías familiares, ajuares, juguetes, instrumentos de cocina, de aseo personal, objetos de la casa, aperos de trabajo y vestidos.

Entre los objetivos específicos del proyecto se encuentran:

● Mantener y ejercitar la identidad personal y grupal: Rememorando experiencias individuales y propias de su generación.

● Potenciar la autoestima: Brindando la posibilidad de participar contando sus experiencias.

● Ejercitar el lenguaje y las relaciones interpersonales: Compartiendo recuerdos y retroalimentando experiencias de vida comunes.

Los beneficios observados hasta ahora son notables. «Hemos visto cómo personas que apenas hablaban, recuperan la voz y la vitalidad al compartir sus historias», dijo Cabañés. «Se observa una mejora en las personas con deterioro cognitivo, se vuelven más habladoras y participativas tras el taller». Con el nuevo convenio firmado, el proyecto ha entrado en una nueva fase. «Ahora estamos trabajando en protocolos que nos permitirán monitorizar los resultados de manera más precisa», explicó Cabañés. «Queremos saber cuán virtuoso es este proyecto, para que la función social de los museos tenga una componente científica y demostrable».

Además, el ETNO está explorando otras iniciativas relacionadas con la salud y el bienestar, como el proyecto Receta Cultura y colaboraciones con unidades pediátricas de hospitales y proyectos de salud mental. «Estamos ampliando la función social del museo más allá de la custodia del patrimonio», dijo Cabañés. «Queremos ser un recurso para la comunidad terapéutica y sanitaria, demostrando que los museos pueden tener un impacto positivo en la salud de las personas».

El congreso también destacó otras iniciativas que promueven la participación social y la autonomía de las personas mayores. Marisa García, presidenta del Consejo Valenciano de Personas Mayores, subrayó la importancia de «crear una sociedad donde todos participen sin discriminación por edad». Aunque reconoció que «aún queda mucho por hacer», se mostró optimista: «Las personas mayores pueden y deben ser parte activa de la sociedad». Rafa Company, director del Muvim, ha compartido su experiencia personal con las personas mayores. «Mi bisabuela tras quedarse sin vista y no querer operarse decidió que su vejez no merecía la pena. Vivió hasta los 90 años en un espacio periférico, sin participar plenamente en la vida familiar», ha relatado. Sin embargo, su trabajo en aulas para mayores le hizo ver que no tenía porqué ser así la vejez ya que «la vida a partir de los 55 puede ser plena y llena de sentido». Company ha destacado el ciclo de cine intergeneracional del Muvim como un ejemplo de cómo los museos pueden fomentar la participación social.

Merche Albacete, de la asociación Cotlas, presentó el programa «Activemos», que lleva más de 25 años promoviendo el envejecimiento activo entre personas en riesgo de exclusión. «Nuestro objetivo es mantener a las personas mayores activas, fomentar su independencia y mejorar su calidad de vida», explicó. Albacete destacó el alto grado de satisfacción de los participantes y la importancia de «eliminar estereotipos y crear espacios donde las personas mayores se sientan valoradas».

El congreso ha hecho un llamado a la acción: es necesario cambiar la forma en que pensamos, sentimos y actuamos hacia la edad y el envejecimiento. «El edadismo está en todas partes y amenaza el bienestar de las personas mayores», advierte Pinazo. «Debemos formar y concienciar a la sociedad para que valore las contribuciones de las personas mayores y les permita participar plenamente en la vida social». Ejemplos como el de Sara, una mujer mayor que sigue cocinando y compartiendo sus recetas en redes sociales, o el de Anna Freixas, referente en estudios de género y envejecimiento, demuestran que «las personas mayores siguen haciendo cosas importantes». Como afirma Pinazo, «la participación social es la mejor receta para envejecer bien. Y no se puede hablar de poder si no se participa».

El I Congreso de Envejecimiento Productivo y Participación Social ha sembrado una semilla. Ahora, el reto es hacerla florecer. Como señala Pinazo, «tenemos que prepararnos para vivir vidas longevas y asegurarnos de que todas las personas, independientemente de su edad, puedan vivir con dignidad y contribuir al bien común». El envejecimiento productivo no es solo una idea; es una revolución silenciosa que está transformando la sociedad. Y, como demostró este congreso, las personas mayores están listas para liderarla.