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Puri suele hacer la comida para ella y Félix mientras Antonio está en el programa Menjar a casa. J.L.BORT
«Compartimos hogar, que es mucho más que piso»
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«Compartimos hogar, que es mucho más que piso»

Hogares Compartidos: Puri, Antonio y Félix viven juntos desde 2017, ellos forman parte de la gran familia de la asociación valenciana que ofrece estabilidad en la vivienda a personas mayores

Lourdes Martí

Valencia

Jueves, 9 de enero 2025, 00:03

Antonio abre la puerta. Tras él, un nacimiento. Todavía es Navidad. En el salón, apurando sus últimas caladas a un cigarrillo Félix se presenta. Junto a ellos está Amparo. Ella es una de las personas encargadas de Hogares Compartidos, una asociación sin ánimo de lucro valenciana que nació en el año 2013 tras detectar la necesidad de estabilidad en el hogar de personas mayores de 60 años con escasos recursos económicos.

El principal objetivo de la asociación es mejorar la calidad de vida de las personas mayores, mediante un programa de acompañamiento psicosocial en pisos supervisados. «Ahora vendrá Puri», comentan. Se presentan y mientras cuentan sus historias vitales llega ella acompañada de Linda, la perrita de su nieto. «Es casi tan mayor como yo», dice sonriendo. El animal, de pequeño tamaño, se levanta y posa sus patitas sobre las piernas de Antonio y Félix saludando y, de paso, buscando caricias, como parte de la familia que son.

«Vivíamos antes en otro piso, en Gaspar Aguilar, pero a Puri le ofrecieron la posibilidad de venir a este piso, en Vicente Navarro, que está en su barrio natal y nosotros dijimos que nos íbamos con ella». Puri no habla mucho, sin embargo, ellos la consideran la «jefa». «Cuando dice algo, nosotros agachamos la cabeza y asentimos», apuntan. Ella sonríe. «Cuando empezamos a vivir juntos yo empecé a hacer la comida, es algo que me gusta y si por ejemplo hago arroz al horno, no me importa hacer para dos», Félix degusta sus platos: «Que hace macarrones, lentejas... lo que sea, para mí están deliciosos», dice él, mientras Antonio indica que él está dentro del programa Menjar a casa.

Viven juntos pero repiten una y otra vez la palabra «independencia». «Está claro que somos personas mayores, con nuestras manías, como todos, pero la clave está en ceder», dice Félix, que coge un vaso de agua y lo deja sobre la mesa: «Por ejemplo, una persona puede ser muy maniática, y no parecerle bien que esté ahí, pero te paras a pensar y dices, '¿de verdad es tan importante?' como para discutir».

Hogares Compartidos cuenta con trece casas en Valencia capital y otra en Tavernes Blanques. «Hay viviendas que tienen normas internas más rígidas como por ejemplo comer a la misma hora o cosas así, nosotros somos muy autónomos», apunta Félix, a lo que Antonio responde: «A mí, difícil es que las 9 de la mañana me pillen en la cama, yo me levanto temprano, me tomo un café y me voy a pasear».

«A mí el otro día me cerraron el casal y seguimos jugando al parchís con unas amigas en casa de una de ellas y se nos hicieron las cuatro de la mañana», recuerda con sonrisa pícara Puri. La familia de ella está «encantada» con el programa. Sus hijas conocen a sus compañeros de piso e incluso su nieto le lanza alguna que otra 'pullita': «El otro día le dije que si me masajeaba el hombro y me dijo que me lo hiciese Félix, yo le digo que somos compañeros de piso pero él, erre que erre».

Amparo manifiesta que las viviendas tienen unas normas básicas. Por ejemplo, no está permitido ponerse pestillo ya que si ocurre algo, «quien te va a salvar la vida es tu compañero». Si existe algún problema de convivencia, replantean la situación: «Antes, estudiamos los perfiles para intentar que vivan juntas personas que entendemos compatibles». «Compartimos hogar, que es un mucho más que un piso. Yo he estado en alguno que sólo tenías derecho a usar tu habitación», matiza Antonio. Respecto a la limpieza, contratan una persona que acude una vez a la semana, en este caso es la hija de Puri: «Ella buscaba trabajo y para pagar a otra persona...».

Los tres destacan la labor de Amparo, otras trabajadoras y voluntarias que va más allá de ofrecerles un techo: «Ayudan en todo tipo de gestiones burocráticas, médicos... están pendientes de ayudas, cambios de legislación». Ella es trabajadora social Recuerdan cuando la conocieron: «Terminaba las prácticas y nos fuimos juntos a hacer el Camino de Santiago». En la actualidad, el programa cuenta con 54 personas, la más joven tiene 60, la edad mínima para entrar y actualmente la más mayor tiene 86: «Teníamos a una señora de 92 pero pasó a otro programa.

En Hogares Compartidos deben ser autónomas, si tienen problemas de movilidad u otras cuestiones, pasan a otros programas o residencias«. En lista de espera hay más de 500, por eso es necesario que aumente el número de pisos disponibles para alquilar.

El programa se mantiene con subvenciones públicas, privadas, ingresos variables privados y recurrentes. Las personas que viven en los hogares también aportan una cantidad simbólica. La mayoría de ellos cobran pensiones no contributivas que no les permite vivir independizados.

Todos forman una gran familia. Asiduamente realizan actividades y quedadas de todos los usuarios. De hecho en estos encuentros también ha surgido el amor. «Hemos tenido parejas que se han independizado», indica Amparo. «Me han dicho que hay otra», afirma Puri, sus compañeros preguntan sobre quién hablan. Hasta hace relativamente poco tiempo Félix y Antonio acudían al resto de viviendas a realizar «chapucillas».

Alrededor de la conversación surgen temas de actualidad, como la dana, también la problemática de la vivienda. «La cuestión es que hay pisos vacíos, también en el parque público pero que llegan a las personas que los necesitan. Es un problema que tenemos los mayores pero también los jóvenes, no tiene edad, afecta a todo el mundo. Debes tener un sueldo muy alto para poder permitirte vivir solo». También reflexionan sobre la soledad y sus distintas acepciones: «A mí por ejemplo me gusta estar solo, no lo entiendo como un problema, creo que hay matices. A mí me gusta estar conmigo mismo y reflexionar», concluye Félix.

Antonio Vicent Soler, de Alcoi. J. L. BORT

Un autobús desde Alcoi con sólo 250 euros en el bolsillo

Tras un divorcio y problemas derivados, Antonio Vicente Soler decidió cambiar de vida. A los 64 años tomó un autobús desde su Alcoi natal con destino Valencia. «Cogí 250 euros. Llegué aquí a una pensión y a los 4 días ya no me quedaba nada». Fue a Casa Caridad donde estuvo siete meses antes de marcharse al barrio de Torrefiel . «Me ingresaron en el hospital y volví a compartir piso, en este caso en Benicalap», comenta. En ese momento llegó a su vida Hogares Compartidos: «Me puse en contacto con ellos un jueves y el martes siguiente ya tenía piso» .

Puri, en la entrada del piso. J. L. BORT

La fallera que nunca quiso abandonar su comisión

A sus 73 años Puri Gómez sigue siendo la primera en abrir el casal de su falla y la última en marcharse. «Por problemas familiares acudí a servicios sociales para ver si podía conseguir un piso de alquiler bajo. Me dijeron que no, pero me hablaron de Hogares Compartidos, contacte con ellos y en un par de meses o tres hicieron la gestión». Era abril de 2017. Es la 'jefa' de la casa ubicada en su barrio de toda la vida: «Salgo a la calle e igual no sé tu nombre pero sí que conozco todas las caras, también tengo a mis hijas cerca y cómo no, mi Falla».

De ser invisible por vivir en la calle a «renacer»

«Tengo 75 años». 50 de ellos, Félix Luis González Álvarez los pasó en la calle. Nació en Valencia, hijo de madre soltera se marchó con sus abuelos maternos a Teruel. Tras muchas idas y venidas y con una «mochila enorme fruto de las vivencias» a los 65 años se encontró en Granada durmiendo en una cueva. «Quería volver a mi tierra, así que cogí un carro y empecé a andar», recuerda. Durmió dos semanas en un parque junto a las Torres de Serrano. En San Juan de Dios conoció a Hogares Compartidos. Era 2016. Aquello le salvó la vida al detectarle un tumor.

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