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Manuel García
Zarra
Lunes, 14 de octubre 2024, 00:20
Los 364 habitantes de Zarra, la población más envejecida de la provincia de Valencia según las últimas estadísticas, saben que el coche es su mejor amigo. Ya sea propio o ajeno, contar con un vehículo se convierte, como en otros muchos municipios, es un bien ... indispensable para poder acceder a los servicios con los que no cuenta la localidad del Valle de Ayora, un mal que, por desgracia, es común en las zonas del interior de la provincia y en los pueblos pequeños.
Lo primero en que se suele pensar a la hora de contar con los servicios más esenciales es el de la comida. La carnicería del municipio, con toda su buena voluntad, ofrece, además de carne, algunos productos de primera necesidad. Para salvar un apuro concreto. Pero en ningún caso para llenar la cesta de la compra con todos los productos que se deseen. Para eso, para poder tachar todos elementos de la lista de la compra ya hay que coger las llaves del coche o pedir un favor a un amigo o familiar.
En el municipio, según explica Keith Buchanan, el presidente de la asociación de jubilados y pensionistas, se ha creado una especie de red de amistades, familiares y de contactos para poder desplazarse o bien a Ayora, situada a unos diez minutos en coche, o bien a Almansa, ubicada a casi media hora pero que, como contrapartida, ofrece más posibilidades para el comprador. «Aquí casi todas las personas mayores tienen un hijo o nieto que les puede acercar», explica este nacido escocés pero ya un zarrino más.
La atención sanitaria, y más en las personas mayores, es un servicio que, por desgracia, usan más de lo que les gustaría. Un médico y una enfermera acuden todas las mañanas de lunes a viernes al local ubicado junto al ayuntamiento. Pero claro. Uno no elige cuándo ponerse enfermo o cuándo tener una emergencia. De nuevo a abrocharse el cinturón de seguridad y a desplazarse al centro de salud de Ayora (a seis kilómetros) o al hospital de Almansa. A la opción del amigo, conocido o familiar se suma la opción del autobús a demanda o incluso de la ambulancia cuando resulta posible. Desde el municipio defienden que en grandes ciudades las distancias pueden ser las mismas o incluso mayores en algunos casos.
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Otro de los servicios necesarios en el día a día, el de la peluquería, sin embargo, sí está cubierto desde hace dos años aproximadamente. Y no por cualquier vecino. Es el propio alcalde de la localidad, Raúl Martínez, (con 26 años es uno de los primeros ediles más jóvenes de la provincia), quien se encarga de la estética capilar de los vecinos.
El primer edil también recordó que en el municipio cuentan con un estanco que también hace las veces de droguería y perfumería. Además, los dos bares de la localidad tienen su propio despacho de pan y uno tiene algunos productos congelados. De este modo, Martínez opina que en el tema de la alimentación «estamos cubiertos». En el municipio se ven más primeras marcas que marcas blancas, para las cuales hay que ir a supermercados de otras poblaciones.
Lo único que echa en falta, siendo realista de que los negocios han de funcionar con los habitantes que son, es una tienda de ropa, pero es consciente de que no saldría adelante.
Por lo que respecta a las necesidades monetarias, la falta de un banco, que podría estar en unas instalaciones cedidas por el Ayuntamiento, es otro de los problemas del municipio. El alcalde lanza la opción de que cada día de la semana pudiera acudir el representante de una determinada entidad bancaria o una oficina móvil como las que hay en otras zonas de la provincia. «Eso sí que es una necesidad, porque la gente mayor tiene que salir fuera», destaca.
«No me gusta trasladar a la gente que vivimos en un pueblo lleno de necesidades, perdidos y con un montón de carencias porque así es difícil convencer a la gente para que se venga aquí a vivir», resume el alcalde.
A la hora de practicar deporte, junto al hogar del jubilado sí se cuenta con un pequeño gimnasio. Eso sí, en caso de lesión, por leve que sea, y si se requiere el servicio de un fisioterapeuta, hay que contactar con el centro de salud de Ayora.
Viendo que el coche es un artículo casi de primera necesidad en Zarra (y en otras muchas poblaciones valencianas), que sufra una avería también es otro problema. Porque la falta de un taller mecánico obliga a llevarlo a Ayora, Jalance o Almansa.
María Jesús Soler regenta la única farmacia con la que cuenta la localidad. Abre de lunes a viernes en horario de mañana y tarde más los días en que ha de hacer guardia turnándose con el resto de farmacias del valle. En las jornadas o momentos del día en que está cerrada, de nuevo no queda más remedio que coger el coche para ir a Ayora o a Cofrentes, o en busca de la farmacia que esté de guardia. Así ocurre en muchos municipios de pequeño tamaño, que han de repartirse para cubrir este servicio vital los siete días de la semana y las 24 horas del día.
Esta farmacéutica, quien resalta que no tienen más problemas de desabastecimiento de determinados medicamentos que los que pueda tener cualquier otra farmacia de la provincia, lamenta, eso sí, que la falta de trabajo «esté haciendo que mucha gente haya tenido que emigrar» y señaló hacia «el teletrabajo» como el salvavidas al que agarrarse para conseguir una población estable.
Eso sí, si para determinados aspectos de la salud física hay que desplazarse, para la atención espiritual que ofrece la misa se puede recibir en la iglesia del propio municipio, en concreto en la parroquia de Santa Ana.
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