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«La soledad no deseada es uno de los retos sociales y sanitarios de importancia creciente a los que se enfrentan las sociedades occidentales en ... este siglo XXI. El aumento de la esperanza de vida, las nuevas formas de convivencia, una organización distinta del uso del tiempo y los cambios en los modelos de familia y de sociedad nos ofrecen una realidad cada vez más compleja, de la cual emergen nuevos retos, entre ellos la soledad». Con estas palabras, Alejandra Mafla-España, Silvia Corchón, Paula Jimeno, Vanessa Ibáñez-del Valle y Omar Cauli, científicos de la Cátedra de Envejecimiento saludable, activo y participativo, de la Universidad de Valencia, enmarcan un interesante estudio desarrollado en el corazón de la Comunitat más vacía, la comarca de Ademuz. Su informe, recién presentado en el propio escenario de su investigación, pone en el centro de la diana un objetivo de profunda ambición: el combate contra la soledad, como herramienta para perfeccionar nuestra convivencia. Y un combate especialmente pertinente en el ámbito rural, donde la soledad no es sólo un fantasma que acecha a quienes la sufren: además, tiene bastante de estigma.
Sus conclusiones son reveladoras. La soledad crónica ejerce un efecto negativo en el estado de salud, detallan los autores del estudio, que se refleja en patologías de importancia (mayor riesgo a adicciones, como el alcohol, trastornos del sueño y también alimentarios, con riesgo de obesidad) y otros de una relevancia incluso superior: mayor riesgo de sufrir accidentes domésticos, aumento de la ideación suicida e incluso un peligro expreso de «morir prematuramente». Es una amenaza que su investigación cuantifica en términos muy precisos: en España se estima que más de 2,5 millones de personas mayores se sienten solas, constituyendo casi el 40% de los mayores de 65 años. Es una estadística que desgranan por géneros, con llamativas conclusiones: «Aproximadamente, son el 28,8% de las mujeres mayores y el 14,7% de los hombres los que viven solos». A su juicio, a estas cifras se les puede aplicar el adjetivo de «estremecedoras»: el 39,8% de las personas mayores de 65 años presentan soledad emocional.
¿Y en el caso concreto de Valencia? El equipo formado por Mafla-España, Corchón, Jimeno, Ibáñez-del Valle y Cauli detecta que, según una investigación que les encargó el Ayuntamiento, el 36,2% sufría soledad moderada y el 6,6% soledad extrema. Un total de 42,8% de los usuarios de las actividades para personas mayores de los centros municipales que formó la base para su trabajo de campo: casi la mitad de la población consultada. Un informe que sirvió como palanca para activar su más reciente estudio: trasladar esa perspectiva al mundo rural, en concreto en el caso de Ademuz. «El problema en el mundo rural es similar, con un agravante: no existen recursos que permitan a una persona mayor salir del círculo de la soledad», señalan los autores del estudio, que citan algunos factores que complican la gestión de esa patología emocional: la falta de amistades (que han ido falleciendo), de familiares (que se han marchado a la ciudad), de asociaciones, centros o lugares de actividades o de medios de transporte a núcleos de población más grandes. «Todo ello», explican los científicos de la UV, «genera un aumento en la sensación de soledad que puede afectar a las actividades de la vida diaria».
De ahí que la Fundación Colisée, promotora de esta investigación, impulsara el programa social de acompañamiento 'Red de Acción Rural' en el Rincón de Ademuz, porque la zona reunía unas condiciones ideales para alcanzar conclusiones de carácter general, replicables en otros modelos geográficos similares. «Es una comarca con un crecimiento demográfico negativo (-24,29), un elevado índice de dependencia entre sus habitantes (68,26%) y donde radica la población más envejecida en la provincia de Valencia, con una edad media 49 años», señalan desde la Fundación. Una zona, en definitiva, con una gran dispersión de la población y una bajísima densidad (de 7,9 habitantes por kilómetro cuadrado), cuya población Puebla de San Miguel tiene el índice de envejecimiento más elevado de la provincia de Valencia.
Un territorio propio para emprender un estudio que consistió en el examen de una muestra de 108 personas mayores, de las cuales la mayoría eran mujeres 66 (61,1%) y hombres 42 (38,9%), de donde se extrajo una conclusión principal: cerca del 30% experimentaba soledad y el 2,8%, soledad severa. Los resultados arrojan una significancia especial en la relación entre la soledad y la presencia de hijos y también con el rol de cuidar a una persona. También se percibe una propensión entre quienes padecen esta situación a exhibir síntomas depresivos y una fotografía final de la situación que atraviesan la población de más edad de esa comarca que se expresa concluyentemente en esta frase del estudio: el 30,6% de las personas mayores sienten soledad no deseadas.
¿Más conclusiones? El estudio de la UV apunta también que un mayor nivel de soledad no deseada se asocia a factores como la mayor edad, a ser hombre y a cuidar de una persona dependiente. Aparecen síntomas asociados como ansiedad, depresión e insomnio, que conducen a la recomendación fundamental que se deduce como la clave de bóveda de la investigación: «Es necesario intervenir en las personas mayores más vulnerables para paliar la soledad y sus efectos que a medio y largo plazo puede afectar no solo la calidad de vida, pero también la morbilidad y la mortalidad».
Cuando la Fundación Colisée puso en marcha en septiembre de 2023 el programa «Red de Acción Rural» en la comarca del Rincón de Ademuz, se fijó el objetivo de reducir la soledad no deseada de las personas mayores «a través de acompañamientos presenciales individualizados, de carácter semanal, junto con actividades de socialización colectivas». La inicativa daba prioridad a aquellas personas mayores que vivieran solas, en lugares más aislados, con eventos vitales recientes (pérdida de pareja o ser querido), de mayor edad, «en situación de predependencia o merma de su salud, con rentas más bajas o algún tipo de discapacidad», señala la entidad. El programa seleccionó a 15 beneficiarios que, actualmente, son atendidos semanalmente por una psicóloga de la fundación, al mismo tiempo que se organizan actividades paralelas de socialización donde todas las personas mayores pueden participar: almuerzos o meriendas, paseos, huerto rural o actividades intergeneracionales en los colegios de la comarca. Una completa terapia dirigida a paliar el efecto negativo que estas situaciones tienen para el estado de salud de las personas mayores. «Si no se ataja a tiempo, la soledad moderada puede tornarse en severa y acelerar la fragilidad y situaciones de dependencia más graves», afirma Vicente Moros, director de la Fundación Colisée. «Es necesario intervenir en las personas mayores más vulnerables para paliar la soledad y sus efectos que a medio y largo plazo puede afectar no solo a la calidad de vida, sino también la morbilidad y la mortalidad».
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