![Los más listos de la clase a los 50 años](https://s1.ppllstatics.com/lasprovincias/www/multimedia/2024/09/21/Imagen%20Marisa%2001-RrPdVpz07ZEKeziICECpWYJ-1200x840@Las%20Provincias.jpg)
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Para reinventarse siempre hay tiempo. Marisa, Ana y Pilar son tres mujeres que, rondando los 50 años, decidieron dar un cambio radical a su vida. Motivadas por haberse quedado en paro o por satisfacer sus inquietudes, decidieron apuntarse a la universidad. Tenían dos opciones: quedarse con la espinita clavada de qué hubiera pasado si hubieran estudiado la carrera de sus sueños o ponerse manos a la obra. Eligieron la segunda opción.
Como ellas, 392 personas mayores de 50 años se apuntaron este curso a la Universitat de València. Si contamos también a los que tienen más de 40 años, los universitarios de mediana edad ascienden a 887. Sin embargo, sólo suponen el 2,27% del alumnado. En el caso del curso anterior fueron 851 los estudiantes que tenían más de 40 años. Es decir, tan sólo suponían el 2,18% de los alumnos.
Cuando Marisa Burgos se inscribió a la carrera de Sociología tenía 51 años. «Me asustaba ir a clase con gente tan joven y ser el bicho raro», comenta. Pero cuando pisó el aula se llevó una grata sorpresa: había tres personas de su misma generación. Se dio cuenta de que no era la única que había decidido dar un cambio a su vida ya en la mediana edad.
En su caso, fue por necesidad. La mujer llevaba desde los 18 años trabajando como administrativa en una empresa privada. Pero entonces llegó la crisis del 2008 y detonó todos sus planes. La empresa en la que trabajaba cerró en 2011y tenía que hacer algo para salir del paso.
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«Es muy traumático para cualquier persona mayor encontrarse en la calle, y más en el contexto de una crisis económica», confiesa la mujer. Así que decidió tomarse aquella situación tan difícil en la que se había visto envuelta como una oportunidad por satisfacer una inquietud que siempre había tenido: estudiar una carrera.
«Cuando me matriculé en la carrera tenía pocas expectativas. Mi familia me decía que ya estaba oxidada para ponerme a estudiar», recuerda la mujer. Pero los comentarios no la frenaron. Se decantó por hacer una carrera completamente vocacional. Quería satisfacer sus ansias de conocer cómo funcionaba el mundo. Primero se matriculó en la UNED y después se trasladó a la Universitat de València.
A los 51 años se enamoró del estudio. «Entrar en la universidad fue una válvula de escape para mí en el momento en el que me encontraba. Para mí fue una completa salvación», confiesa.
Marisa se desvivió por los estudios y consiguió graduarse como la número tres de su promoción. En un primer momento, tenía pensado sacarse la carrera para poder ejercer de socióloga pero después de encontrarse con el mundo del estudio decidió que quería seguir ampliando sus conocimientos y se matriculó en el máster de Ética y Democracia en la Universitat de València.
«Cuando acabé el máster pensé, ¿qué me queda por hacer? Así que dije: voy a hacer un doctorado», cuenta Marisa. Consiguió ser una de las ocho personas admitidas para realizar el doctorado y tiene previsto entregar su tesis el año que viene.
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Todavía no sabe cuál será el rumbo que tomará su vida una vez que haya defendido su tesis doctoral, pero lo que sí sabe es que no se arrepiente de la decisión que tomó cuando se quedó en el paro de ponerse a estudiar. «Trabajar me permitió tener una familia y una casa pero esta segunda etapa de mi vida me parece incluso mejor que la primera», dice repleta de felicidad.
A Pilar le ocurrió una situación similar a la de Marisa. Ella también trabajaba de administrativa y tuvo que reinventarse a los 40 años. Se apuntó a la carrera de Sociología y se propuso el reto de volver a estudiar.
«A mí me gustó compartir clase con gente joven, aunque sí que es verdad que ha habido trabajos en grupo que han sido complicados», comenta la mujer. Llegaba a dedicarle hasta 12 horas diarias al estudio. «Estaba en paro y no podía permitirme retrasarlo», comenta.
Aun así y al igual que sus amigas no encontró trabajo como socióloga y ha vuelto a trabajar de administrativa. «Digamos que me he quedado como empecé pero me encantó estudiar la carrera. Me ha dado una perspectiva diferente de cómo ver el mundo», cuenta. Ella tampoco se arrepiente de haberse puesto a estudiar a una mediana edad y transmite un mensaje positivo a las personas mayores que duden de si ponerse a estudiar. Pilar está feliz de todos los conocimientos que le ha aportado el grado de Sociología y de las amistades que realizó en la Universitat de València.
El caso de Ana Torreblanca fue diferente. Ella comenzó a estudiar Sociología mientras trabajaba como administrativa en una empresa de ámbito social. Se matriculó con 46 años. «La verdad es que las personas mayores éramos las que más trabajábamos», comenta. Irradia alegría y positivismo. Ella aprobó el Trabajo de Fin de Grado (TFG) con un 9,5 y la carrera, con un 8,5. Para ella estudiar la carrera fue un refuerzo a nivel personal. Me divorcié y cuando estaba en la carrera perdí el trabajo mientras estaba en la universidad. Los estudios me dieron fuerza», comenta llena de felicidad.
Ella tampoco encontró trabajo como socióloga, pero le apasionó el conocimiento que adquirió. Ana siguió estudiando e hizo oposiciones y a sus 59 años realiza sustituciones en centros de salud. «Quise estudiar Sociología porque para mí lo más importante son las personas. Si no conocemos a las personas no conocemos a la sociedad», comenta.
Para Ana los estudios fueron una vía de escape de la situación que se encontraba. Ahora afirma sin lugar a dudas: «Soy una mujer feliz e independiente en todos los aspecto. Es muy importante trabajar las neuronas»
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