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Durante muchos años lo han vivido como una utopía, pero ahora, tras salvar escollos administrativos y financieros, lo tienen al alcance de la mano. Las obras de 'Conviure Godella' acaban de arrancar y Martín García, Juan Ballester y Goya Gil, entre otros socios valencianos, lo viven con entusiasmo. «Somos los nuevos hippies de 70 años», se comparan entre bromas. Construyen su nuevo hogar, un espacio de 21 viviendas y multitud de espacios comunes gestado por su cooperativa y podrán comenzar a disfrutarlo en 2026.
No es una comuna en el sentido más ideológico del término. «Aquí somos un grupo muy heterogéneo y variado donde sólo pedimos respeto a los derechos humanos», destacan. Sí lo es como forma de organización social y económica basada en la propiedad colectiva.
En efecto, forman parte de una cooperativa que se llama Resistir. Nació en 2016 con 12 amigos, hoy son ya 118 y han proyectado un edificio que será la primera vivienda colaborativa de la Comunitat. Pero no sólo eso. Son la punta de lanza de un modelo, el llamado 'cohousing', que marca una revolución social en personas mayores hartas de un horizonte de vejez en soledad o en residencias y que se están organizando para irse a vivir juntas y proporcionarse apoyo mutuo.
El trayecto no ha resultado fácil. «Primero lo intentamos en Valencia, en suelo público», recuerdan. El exalcalde Joan Ribó dijo que le parecía muy interesante «pero al final no recibimos ningún apoyo», explica García, presidente de Resistir y economista jubilado. Tampoco lograron crédito del Instituto Valenciano de Finanzas ni préstamo bancario.
Pero al final su sueño ha sido posible gracias al apoyo del Ayuntamiento de Godella, que concedió la licencia de obra en septiembre del año pasado, y a la promotora Anfusal S. L., que ha invertido 3,5 millones en la adquisición y obra de una antigua propiedad amplia típica de pueblo con patio y algunos espacios hoy en ruina. Parte se rehabilita y parte es construcción nueva, pero la promotora tiene la convicción de que la cooperativa, usufructuaria del edificio, podrá hacer frente al desembolso y amortizarlo en los años venideros gracias al sistema de alquiler.
¿Cómo será posible? «Los cooperativistas que se asocian aportan 300 euros para el capital social y 2.000 como señal. Si alguien decide marcharse se devuelve», explica Martín García. Es el principio. Con eso entran en la lista de acceso a las viviendas. Ya hay 28 ocupantes interesados para los 21 hogares que ofrece 'Conviure' en Godella.
Una vez edificado, los primeros recibirán sus llaves y aportarán a la cooperativa un pago mensual de alquiler cuya cantidad exacta está por definir pero que oscilará «entre los 800 y 1.000 euros al mes», según estiman. Eso a cambio de una casa de unos 50 o 60 metros cuadrados concebidas para uso individual o doble, con cocina-comedor, dormitorio y aseo adaptado. Algunas unidades disponen de un espacio de respeto, con posibilidad de alojar otro residente o acompañante.
Pero además, y aquí radica lo más importante, el inquilino socio gozará de acceso a una amplísima zona de espacios comunes concebidos precisamente para romper con esa soledad de la que huyen. Será el centro cívico social de 'Conviure', con biblioteca y sala para ocio, cocina, gabinete médico… Todo en un espacio de 450 metros cuadrados repartido en tres plantas y abierto a los vecinos del barrio en aras de una mayor integración.
Resistir es una cooperativa intergeneracional. No hace falta ser una persona mayor para ser socio y aspirar a las casas del bloque, pero la mayoría de los que se han integrado son jubilados. Entre ellos hay docentes, sanitarios, administrativos… Algunos entrarán solos a su nuevo hogar en 'Coviure' al haber enviudado. Otros lo harán en pareja, o con algún familiar.
Si una de las plazas se vacía, por fallecimiento del ocupante o sencillamente porque decide marcharse, entonces accederá el siguiente socio inscrito en la lista de espera. Y aseguran que no habrá especulación alguna con los alquileres «porque la cooperativa se constituye sin ánimo de lucro». Es decir, «no busca ganancias, sino ser autosuficiente en el mantenimiento de las instalaciones o servicios que precisen los socios». Los gastos de suministros de agua, luz o gas en las viviendas individuales correrán a cargo de cada ocupante.
Martín García, por ejemplo, tiene 74 años. Enviudó, no tiene hijos ni nietos y actualmente vive con su pareja en un piso de su propiedad en Valencia. «Ella también se viene a 'Conviure' y con ella compartiré vivienda», celebra. «Estamos muy ilusionados, porque no vamos a envejecer solos, sino con vecinos que son nuestros amigos de cooperativa». Como en la mayoría de socios, su plan es alquilar su casa para costearse el tiempo de estancia en Godella.
Goya Gil
Cooperativista de 80 años y futura residente de 'Conviure'
Goya Gil tiene 80 años. Es una profesora de Latín jubilada. Madre de tres hijos y abuela de cinco nietos, tiene un piso en Valencia que también pondrá en alquiler cuando en 2026 se mude a 'Conviure'. «Se vendrá conmigo mi hermana, también socia. Y el resto de mi familia está encantada de que vaya a vivir la etapa final de mi vida rodeada de amistad». Muchos de los miembros de la cooperativa ya se conocen al haber compartido encuentros previos para organizar su futuro.
Ante la buena acogida del proyecto de 'Conviure', también concebido como Godella I, la cooperativa Resistir trabaja ya en otros dos 'hermanos' con la misma fórmula y propósito. Godella II se planea en Campolivar y otro edificio similar con viviendas colaborativas podría ver la luz de aquí unos años en Port de Sagunt.
Juan Ballester tiene 73 años. Además de ser socio, es arquitecto de 'Conviure'. Divorciado, con pareja y padre de dos hijos, es dueño de una casa en Valencia. «La venderé o alquilaré. Ya veremos... En mi caso, me vengo yo solo y mi familia lo ve de cine», resume.
Ballester se ha implicado en los últimos años en la difusión del proyecto. En los encuentros con mayores y personas de mediana edad intenta acercar su percepción de la realidad para brindarles la posibilidad de asociarse. «En el pasado, los mayores eran los que curaban y hasta se comunicaban con los dioses. Ahora sin discriminados de múltiples formas, empezando desde su hogar, en su propia familia... el que la tiene», reflexiona.
La discriminación «empieza desde el concepto que se tiene de la vejez, como algo malo, despreciable, caduco... En lugar de verla como experiencia y sabiduría». Su crítica va más allá: «Las administraciones están desbordadas y no han sido capaces de atender los problemas de nuestro grupo de edad con resultados esperanzadores».
La discriminación hacía los «adultos en plenitud», como prefiere renombrar, «puede ocasionar depresión e incluso la muerte». En definitiva, «la sociedad actual ha debilitado y hasta suprimido la tradicional cobertura familiar y social a los mayores y los condena a la soledad». Y hay más peligros: «agresiones, robos, estafas, incomunicación...»
Y las alternativas no le convencen: «Hay empresas que invierten en este 'nicho de negocio' pero con precios prohibitivos. Y tampoco estamos dispuestos a afrontar el peligro que suponen las residencias por lar razones que todos conocemos y no hace falta analizar». En consecuencia, para el arquitecto, los mayores «debemos hacer frente a la situación dramática que se nos avecina, reunirnos y convivir para protegernos».
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Melchor Sáiz-Pardo y Álex Sánchez
Patricia Cabezuelo | Valencia
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