
La senior valenciana que sigue la huella de Carlos Soria: a sus 61 años, no deja de hacer cumbre
Rosa Real, la primera alpinista de la Comunitat en coronar un ochomil, sigue explorando cimas y buscando desafíos con la misma pasión de siempre ·
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Rosa Real, la primera alpinista de la Comunitat en coronar un ochomil, sigue explorando cimas y buscando desafíos con la misma pasión de siempre ·
Jorge García
Valencia
Jueves, 27 de marzo 2025, 01:23
Si alguien representa el espíritu de la montaña sin rendirse a los calendarios, esa es Rosa Real. A sus 61 años, la vida de ... la reconocida deportista valenciana sigue marcada por la búsqueda de nuevos retos y la pasión por el alpinismo. Ha encontrado en la actividad física y la aventura su mejor aliada para mantenerse vital, física y emocionalmente. En un mundo donde muchas personas de su generación empiezan a frenar el ritmo, ella sigue escalando cumbres y superando límites, al igual que figuras como Carlos Soria, que han llevado el alpinismo a otro nivel sin importar la edad.
Rosa nació en Cuenca, pero con cinco años emigró a Valencia junto a su familia. Se licenció en Medicina pero ha desarrollado su carrera como profesora de educación física. Tenía alrededor de 17 años cuando entró en el Centre Excursionsita (ahora Societat Excursionista de Valencia) y lo que empezó como una afición local por la escalada y la montaña, pronto se convirtió en su verdadera pasión. Esta le llevó a los Pirineos y los Alpes, y más tarde, a los Andes y el Himalaya.
Su carrera en el alpinismo ha estado marcada por hitos como el ascenso al Cho Oyu, entre Nepal y Tibet, en 1996, cuando se convirtió en la primera mujer valenciana en subir un ochomil. Tres años después, alcanzó la cima del Gasherbrum II en Pakistán junto a su pareja, Carlos Tudela, con quien compartió muchas expediciones hasta que, tras el nacimiento de su hijo en 2002, decidieron alternarse en las ascensiones.
Desde 2006, Rosa ha encontrado en un grupo de mujeres alpinistas una de sus mejores compañías para seguir explorando el mundo, con expediciones en la India, Alaska, Nepal y Marruecos. La montaña ha sido su motor y también su refugio, incluso tras la pérdida de su pareja en un accidente en 2019. «Fue un golpe durísimo, pero si remonté ese bache emocional tan grande fue gracias a la montaña y a la gente que me rodeaba. Seguir escalando fue lo que me salvó».
Nuevos retos para seguir en movimiento
Lejos de conformarse con una vida más pausada, Rosa ha adaptado su manera de vivir este deporte, pero no ha perdido la chispa. «Con 61 no puedo hacer lo mismo que a los 40, pero mi necesidad de actividad también ha cambiado. Ahora busco cosas que me sigan motivando y divirtiendo. Para mantenerse activa, se pone retos personales. Cuando se jubiló, se propuso ascender 60 montañas entre su 60 y 61 cumpleaños. «No era fácil porque el año tiene 52 semanas, pero me obligaba a salir, a llamar a amigos, a buscar nuevos destinos… y fue precioso porque recuperé el contacto con mucha gente que se unió al reto«. Al año siguiente, su desafío ha sido escalar 60 vías largas de roca que nunca había subido.
«Lo peor será cuando no tengamos ganas o el cuerpo no nos deje, pero mientras, adelante», dice. Forma parte de un grupo de WhatsApp de escaladores jubilados que siguen quedando cada semana para hacer vías. «Ahora la percepción de la edad ha cambiado. Mientras estemos bien, no hay por qué frenarnos».
A pesar de que en muchas de sus expediciones es la persona de más edad, no lo ve como un obstáculo. «Tengo amigos con 70 años que siguen escalando, y también me rodeo de gente más joven porque son los que están más activos. Hace poco hice un rally de escalada con una compañera veinteañera y nos lo pasamos genial». Dentro de ese grupo de alpinistas veteranos, Rosa ha compartido cuerda con referentes como Javier Botella, médico intensivista y otro de los alpinistas más destacados de la Comunidad Valenciana. Para quienes creen que ciertas actividades tienen un límite de edad, ella tiene un mensaje claro: «Somos lo más jóvenes que vamos a ser nunca, así que hay que disfrutar cada momento de bienestar y salud, y sentirse a gusto donde estés y con quien estés».
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Después de toda una vida, tiene claro que la escalada es mucho más que un deporte. «Me ha enseñado a valorar a la gente porque, en situaciones extremas, sale lo mejor y lo peor de cada uno. Pasas frío, miedo, cansancio, incertidumbre... y, en poco tiempo, conoces a las personas a un nivel que, en la vida cotidiana, tardarías años en descubrir». También ha aprendido a elegir el camino correcto, dentro y fuera de la montaña: «El camino más fácil no siempre es el mejor. Si tiras para abajo, luego te puede tocar volver a subir.».
A sus 61 años, Rosa sigue sumando experiencias y demostrando que la edad no es una excusa para dejar de hacer lo que te apasiona. Porque, como ella misma dice, lo peor que te puede pasar no es tener achaques, sino perder las ganas y la ilusión de intentarlo.
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