Xavier Sardá: «La madurez es una etapa nueva, pero por dentro sigo siendo el mismo de siempre»
El célebre periodista reflexiona sobre la madurez, el valor de la experiencia y cómo la sociedad debe adaptarse al envejecimiento de la población
A sus 67 años, Xavier Sardá, periodista y comunicador de referencia, reflexiona sobre la madurez como una etapa vital que, lejos de ser un final, ... representa un nuevo comienzo. «La madurez depende de quién, de cuándo intentamos que empiece y de cuándo creemos que está adecuadamente avanzada. Yo ya me siento maduro, tengo 67 años y, por lo tanto, soy una persona madura. Pero en el fondo, por dentro, subsiste el mismo de siempre. No me acabo de enterar de que el tiempo ha pasado. Muy rápidamente, muy rápidamente», confiesa con la honestidad y el sentido del humor que le caracterizan.
Sardá reconoce que la percepción del paso del tiempo es, en gran medida, subjetiva. Aunque la sociedad tiende a etiquetar etapas y a asociar la madurez con la experiencia, él mismo admite que, internamente, sigue sintiéndose el mismo de siempre, ajeno a la velocidad con la que transcurren los años. Sobre el valor que la sociedad española otorga a la experiencia de las generaciones mayores, Sardá es claro: «Depende, depende, depende. Usted imagínese que va a visitar a un médico. ¿Qué prefiere que sea? ¿Muy joven o muy mayor? Que sea bueno. Pero estamos hablando de ser más viejo o más joven. Yo lo preferiría, digamos, senior. ¿Con experiencia? Claro».
Para el periodista, la experiencia es un grado, especialmente en profesiones donde la trayectoria aporta un valor añadido, aunque reconoce que la edad, por sí sola, no es garantía de nada. El periodista Xavier Sardá, afirma que la jubilación o la madurez «no es una retirada, es un nuevo inicio; una etapa para participar, para opinar y para compartir». Y ha añadido que «saber expresarse con seguridad no es solo cuestión de dar un discurso o hablar en público, es saber pedir ayuda cuando la necesitamos». Señala Sardá que «con la edad tenemos más cosas que decir, pero somos menos ágiles. Vamos abocados a unas sociedades más envejecidas.
Todos sabemos hablar, pero no todos sabemos comunicarnos. Decir las cosas que tienen que decirse, aunque ya tengamos una cierta edad. La capacidad de comunicar, de sentirnos todavía útiles. Hay que atreverse, ser comunicativos y huir de los miedos». En cuanto al reto demográfico que afronta España, Sardá no duda en señalar que el envejecimiento de la población es un hecho incontestable: «Cada vez habrá más gente adulta, senecta. Va a ser impresionante la cantidad de gente que habrá viviendo largos años». Ante este escenario, plantea la necesidad de repensar cómo organizar la vida, las distracciones y el aspecto económico de una sociedad en la que habrá más ancianos que jóvenes. «Esto va a suponer unos cambios sustanciales. Yo no sé si los veremos, pero mucha gente adulta entrará en la edad avanzada y habrá más ancianos que jóvenes a este paso».
Actualmente hay más de 12 millones de personas en España con 60 años o más. Para el año 2030, se estima que este grupo constituirá el 23% de la población y abarcará el 39% de la riqueza neta del país. Se trata, además, de un colectivo con un nivel de formación más alto que en generaciones anteriores, con una mayor esperanza de vida, más concienciado en vivir mejor y que necesita soluciones durante todas las etapas de la jubilación. Sobre el papel del periodismo ante este nuevo panorama, Sardá lo tiene claro: «Los periodistas tenemos que escribir lo que sucede y lo que puede implicar de alguna manera». La labor informativa, sostiene, debe centrarse en contar la realidad y anticipar sus consecuencias, sin perder de vista el impacto social de los cambios demográficos.
Por último, y fiel a su estilo, Sardá no rehúye el humor cuando se le pregunta por el senyor Casamajor, personaje célebre de su trayectoria y protagonista de uno de sus libros «El senyor Casamajor, yo sé mucho cómo pensaba. Y era tremendo, porque era un gamberro, era un indómito. Decía, hombre, que estoy muy cansado, porque mi esposa me empotra contra la nevera. Y yo decía, venga va, no me cuentes historias», recuerda Sardá con una sonrisa. El Senyor Casamajor era un jubilado misterioso que aportaba la opinión del hombre de la calle con frescura y sinceridad, compitiendo con figuras consagradas de la radio. Detrás de Casamajor se escondía el propio Sardá, desdoblándose en dos personajes: él mismo y el anciano «catalanazo».
Casamajor se convirtió en un fenómeno radiofónico, compartiendo micrófono con su creador. Aunque procuraba no definirse políticamente, era un hombre bastante conservador que encontró en la radio su mejor compañía tras la jubilación. Sardá describió a Casamajor como «un abuelete con el que se identifican muchas personas». Así, entre la reflexión y la ironía, Xavier Sardá nos invita a mirar la madurez no como un final, sino como una etapa llena de posibilidades, desafíos y, sobre todo, de vida. Hoy, en una sociedad que envejece a pasos agigantados, muchas personas son ese Señor Casamajor: individuos llenos de experiencia, con mucho que decir y ganas de seguir aportando su visión del mundo.
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