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IRMA CUESTA
Martes, 27 de noviembre 2018, 01:22
Para Ascensión Villafañe aquella fue la primera vez que se subía un avión, así que, aunque quisiera, le resultaría imposible olvidarlo. Ascensión recuerda como si fuera hoy lo poco que le costó convencer a su marido, jubilado de una fábrica de cubiertas para tractores, y la ilusión con que pusieron rumbo a Torremolinos. «Nada más llegar, aunque era tarde, dejamos las cosas y fuimos a ver la playa. Aquel fue el primero de muchos viajes a Benidorm, Palma de Mallorca... La mayor parte de las veces, 15 días que pasaban volando y en los que siempre hacíamos amigos. Para personas como nosotros, que nacimos en Villafañe, un pueblecito de León que no tiene más de 190 habitantes, era nuestra oportunidad para disfrutar y conocer cosas que nunca habríamos visto».
Si hubiera que hacer una lista de seguidores devotos del que se considera uno de los mejores 'inventos' del Imserso, la Entidad Gestora de la Seguridad Social del Gobierno de España que este año celebra su cuarenta aniversario, ellos, que van camino de su 87 cumpleaños, estarían en cabeza.
Aquella iniciativa que se encargaría de publicitar Florinda Chico después de que la primera opción, Mary Santpere, muriera en un avión rumbo a Madrid cuando la campaña estaba ya grabada, cambiaría la vida de millones de españoles.
Quien tampoco lo ha olvidado es Matilde Fernández. La exministra socialista recuerda el día en que varios empresarios hoteleros de Baleares, acompañados de algunos representantes de UGT y CC OO, se reunieron con ella y con Joaquín Almunia cuando el bilbaíno era ministro de Trabajo y ella tenía en sus manos la cartera de Asuntos Sociales. «En aquel encuentro comenzó todo. Ellos buscaban la manera de no tener que cerrar en invierno y nosotros encontramos la forma de generar calidad de vida para los mayores creando riqueza para el país».
Matilde Fernández habla con entusiasmo de los meses en los que desarrollaron el proyecto. «Si los hoteles seguían abiertos todo el año se acababa con los fijos discontinuos, de manera que estábamos ayudando a crear empleo, dinamizando el sector y dando la oportunidad de enriquecer sus vidas a muchos españoles que nunca habían salido de casa, que no conocían el mar o la montaña y que jamás se habían subido a un tren o un avión», afirma la mujer a la que Felipe González entregó la responsabilidad de un ministerio que pasará a la historia por haber animado a cambiar de aires y desprenderse de sus complejos a miles de españoles.
La historia de lo que se bautizaría como viajes del Imserso comenzó a escribirse en el año 1985 con 16.000 plazas, 19 hoteles y dos destinos: Benidorm y Palma de Mallorca. Sólo hace falta echar un vistazo a las imágenes en blanco y negro de aquella primera aventura para recordar cómo éramos. Hombres con boina y mujeres vestidas de luto o alivio decididos a vivir, muchos de ellos, la gran experiencia de su vida en un país en el que solo había dos cadenas de televisión y los años de la postguerra aún estaban demasiado frescos en la memoria de muchos compatriotas.
Una imagen que poco -o nada- tiene que ver con la del ejército de setentones que hoy se ponen como pinceles al caer la tarde dispuestos a dejarse la piel bailando 'Los Pajaritos' hasta bien entrada la noche, o a echar una cana al aire si la cosa se pone a tiro.
938.000 plazas oferta el Imserso para la temporada 2018/2019 de su Programa de Turismo Social. Casi un millón de pensionistas podrán viajar y disfrutar de unas vacaciones entre octubre y junio, formalizándose más de 8 millones de pernoctaciones. Según los datos que maneja el Gobierno central, la campaña garantizará el mantenimiento de 90.000 puestos de trabajo en una época del año muy complicada para el sector hostelero.
377,14 euros es el coste del viaje más caro de esta temporada. Por ese dinero los mayores pueden pasar quince días, pensión completa y transporte incluidos, en varios destinos de costa. Otra opción, por 93 euros, permite disfrutar de dos noches en una capital.
69 millones de euros es el dinero que el Gobierno destina a este programa. Una cantidad que deben gestionar las empresas que se quedan, vía concurso público, con la gestión del servicio y que, según los hoteleros, no es suficiente para ofrecer calidad.
«Aunque poco a poco las cosas van mejorando, porque de algún modo nos vamos educando unos a otros, siguen ocurriendo cosas sorprendentes; como ver a una mujer con cien rodajas de piña camino de su mesa, o a paisanos limpiándose la dentadura postiza sobre el plato de café con leche. Eso, por no hablar de los fenómenos que, con el azúcar por las nubes, se ponen hasta arriba de pasteles». Jesús Remartínez, un zaragozano de 73 años que desde que se jubiló, hace ya siete, no cierra una temporada con menos de cinco viajecitos. Especialista en encontrar el lado divertido de la vida, es uno más de los miles de españoles que consideran el programa del Imserso un gran invento. «Lo cierto es que merece la pena. Además, algo que en principio parecía destinado a las clases con menos recursos ha terminado convirtiéndose en una opción fantástica para todos. Mi mujer y yo empezamos a viajar en octubre y terminamos en mayo». Suyas serán -al menos- dos de las 938.000 plazas que se ofertan para la temporada 2018/2019 en 400 establecimientos hoteleros. Su primer destino será Dénia. Una semana en un hotel de tres estrellas les va a salir a los Remartínez por 146 euros. Allí, como en la mayor parte de los hoteles que ofrecen plazas para el Imserso, tendrán la opción de aprender a bailar la cumbia, de jugar a la petanca o de mover las caderas con algún tema de el Puma o Raphael cuando anochezca. Eso, las ganas de pasarlo en grande mientras el cuerpo aguante, apenas ha cambiado.
Lo que sí ha cambiado gracias a ese ejército de mayores son los balnearios españoles, incluidos pocos años más tarde en esa suerte de 'vacaciones para todos' que nació para alegrarnos la vida. «Cuando nos incorporamos, años después de iniciarse el programa con el sector hotelero, en España había 12 estaciones termales que sobrevivían durante todo el año como podían abriendo unos meses en verano. El Imserso ha sido absolutamente fundamental para recuperar los balnearios y la cultura termal en España. ¿La prueba? Hoy son 115 y 110 están adscritos al programa», cuenta Miguel Mirones, presidente de la Asociacion Nacional de Balnearios. También ellos son testigos de cómo han cambiado las cosas en estos treinta años. «Antes, los mayores que llegaban a un hotel o un balneario preguntaban por las tres cosas que consideraban fundamentales: misa, baile y bingo. Hoy lo primero que te dicen muchos de ellos es si tenemos wifi», apunta como prueba de la revolución que se ha producido y de lo poco que tienen que ver un español medio de 70 años de ahora con el de hace tres o cuatro décadas. Eso, dice, por no hablar del aspecto y las condiciones de salud con que llegaban. «Sin duda, mucho más castigados física y anímicamente».
Para muchas mujeres, viajar con el Imserso supuso la oportunidad de, por primera vez, no tener que cocinar.
Es que, después de haberse soltado la melena, es complicado volver a atarla. Además, es fácil animarse cuando, por poco más de 300 euros, uno puede pasarse diez días sintiéndose como un personaje del famoseo en buena parte de los balnearios españoles o, por 377, el precio más caro, puede disfrutar quince días, pensión completa y transporte incluido, tirado al sol en muchos de los destinos que se ofrecen en Andalucía, Cataluña, Murcia y la Comunitat Valenciana. «Nuestro objetivo es seguir manteniendo la oferta existente desde una perspectiva de calidad», dice Carmen Orte, la mujer que hoy lleva la riendas del Imserso y que asegura que, «sin duda, los viajes han hecho mucho bien a millones de españoles».
Matilde Fernández recuerda que, siendo aún ministra, una mujer viuda se le presentó un día en el despacho para pedirle consejo. Se había enamorado en uno de los viajes que entonces empezaban a organizar y, como era católica practicante, quería casarse. El problema es que, aunque estaba decidida a consagrar su relación, no le parecía tan buena idea perder la pensión. «Le dije que fuera a ver a unos curas de Vallecas que conocía. Creo que hicieron una especie de boda que, a efectos legales, nunca existió».
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