EVA PÉREZ
Viernes, 9 de septiembre 2022, 19:55
Fue la fiesta del siglo. Sin duda, lo más recordado en Villarreal pese a que han pasado 21 años. La fábrica de Porcelanosa se convirtió en un castillo de cuento de hadas con moquetas color malva por doquier, ostentosos candelabros y flores traídas de Holanda, ... y el hoy ya rey de Inglaterra, Carlos III, entonces heredero al trono, reinó por un día (en realidad estuvo apenas 12 horas en suelo valenciano) en el imperio del gres porcelánico. Quinientos invitados a una cena de gala. Lo más granado de la sociedad valenciana y castellonense compartió mesa y mantel (más bien, baldosa, puesto que ese era el material del salvamanteles) con estrellas del celuloide y del papel couché como Sophia Loren o Isabel Preysler (imagen entonces de la firma). Tanto glamur acumulado que, etiqueta manda ante todo un Príncipe de Gales, los esmóquines de alquiler se agotaron en la zona.
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Era el 11 de mayo de 2001. Meses antes, el fundador de Porcelanosa, José Soriano, amigo al igual que sus socio, Manuel y Héctor Colonques, de Carlos de Inglaterra desde 1995, cuando los responsables del emporio cerámico empezaron a colaborar con la Fundación Príncipe de Gales , lo invitó a la inauguración de la gran planta que la firma había levantado en Vila-real (de 110.000 metros cuadrados, el equivalente a 20 campos de fútbol). No pudo ser José Soriano el que diera la bienvenida a la fábrica, sino su viuda e hijas ya que la fatalidad quiso que el anfitrión falleciera días antes de la Navidad de 2000 en un accidente de tráfico.
El viaje se mantuvo y tuvo una doble faceta. Por un lado, homenajear a José Soriano -finalmente no pudo visitar su tumba ni la Basílica de San Pascual ante el numeroso público que se congregó en la zona- y, por otro, supervisar un proyecto que Carlos de Inglaterra había encargado a la multinacional, el diseño y fabricación de un jardín réplica del de la Alhambra para el Chelsea Flower, un concurso de jardinería que abre la temporada social inglesa. 80.000 piezas engarzadas imitando una alfombra persa, una creación aún preside hoy la entrada a la sala de audiencias del palacio británico de Highgrove.
Y dada la vinculación con las familias Soriano y Colonques, el hoy rey Carlos III cogió un jet privado desde Grecia para plantarse en Vila-real. Apenas 12 horas de visita y una apretada agenda que el entonces heredero a la Corona británica cumplió, así, con puntualidad británica, sin pausa, siempre acompañado por Pedro Pesudo, responsable de las relaciones con Reino Unido. Profesional, elegante, cercano en su justa medida, bromeando en ocasiones con la numerosa prensa que le esperaba en los puntos marcados en la inmensa nave industrial donde el entonces Príncipe de Gales conversó con algunos empleados y degustó, frugalmente, zumo de naranja y jamón de jabugo.
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Fue sólo la primera parte de una jornada impregnada de cifras mareantes que culminó en la cena de gala. Lo más granado de la sociedad español se dio cita en Vila-real. El atasco fue tal en la N-340 que hizo imposible que se siguiera el orden establecido para la llegada a la velada, de hecho, el príncipe Carlos llegó antes que muchas de las celebrities. Una gran fiesta que no se perdieron Isabel Preysler, Sophia Loren, la princesa Ira de Fürstemberg, Carmen Martínez Bordiu, Inés Sastre, Sandra Domecq o Plácido Domingo -que iba a cantar durante la gala pero no pudo finalmente por problemas en la espalda-.
Todos se sentaron a una mesa de 150 metros de largo, realizada en azulejos negros y blancos y ornamentada con 1.152 kilos de rosas blancas, margaritas y hortensias blancas y azules, traidas desde Holanda. Estaba valorada en 120.000 euros (20 millones de pesetas de la época, ya que el euro no entró en vigor hasta enero de 2002). La cubertería y cristalería traída desde Londres y propiedad de la familia real. La cena, ligera, consistió en dorada, pintada, mermelada de naranja helada on toast y trufas artesanas de chocolate, todo sin ajo, un ingrediente vetado por Carlos de Inglaterra. El invitado de honor quería cordero de su tierra, pero la fiebre aftosa impidió su entrada en el menú preparado, en su mayor parte, por cocineros británicos y servido por más de setenta camareros.
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Fue una de las numerosas recepciones y fiestas que los Soriano-Colonques han compartido con el hoy rey Carlos III, en el Palacio de Saint James, el Castillo de Windsor, Dumfires House o en Clarence House. Una relación comercial y personal que levantó resquemores entre los productores cerámicos en Reino Unido, algo que no ha roto la vinculación que, en los últimos años, se ha hecho menos pública.
Entre las numerosas condolencias recibidas por la Casa Real británica tras el fallecimiento de Isabel II figura la de la compañía Porcelanosa, debido a la estrecha relación que la firma castellonense mantiene con Carlos de Inglaterra, hasta ahora príncipe de Gales. Así, fuentes del grupo que preside Héctor Colonques han confirmado que se ha trasladado el pésame a la familia real inglesa. Respecto a la presencia en Londres de algún representante de la empresa para el funeral o la coronación, las mismas fuentes han explicado que se está a la espera de conocer los detalles sobre el protocolo de los actos.
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