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Lo que un día fue un pantano en el que navegaban embarcaciones y se hacía paddle surf hoy no es más que una charca. Eva Parey

Cataluña se encomienda al cielo

La peos sequía de su historia deja los pantanos bajo mínimos después de 35 meses sin lluvias de consideración. El Govern ya negocia el traslado a Barcelona de barcos cisterna para este verano

Sábado, 27 de enero 2024, 13:01

Pantano de Sau, la zona cero de la sequía en Cataluña. A 80 kilómetros de Barcelona, en el río Ter. Está al 5% de su capacidad, y bajando. Este embalse es el termómetro de la situación hídrica en el territorio. Si la torre de la ... iglesia (s. XI) que quedó anegada con la construcción de la presa está bajo el agua, todo va bien. Si el campanario asoma a la superficie, se encienden las alarmas. Y ahora, no solo ha aflorado todo el templo; también el cementerio de la antigua población de San Román de Sau y hasta un viejo molino. Incluso se ven los postes de la luz del pequeño pueblo, que desapareció en los años 60 para dar de beber a una parte de los catalanes.

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Kike Montes fue buzo profesional. Trabajaba como técnico, haciendo reparaciones subacuáticas en la presa. Y en sus ratos libres buceaba en el pantano. La iglesia románica era uno de los reclamos para los submarinistas. No en vano, está registrada como la más antigua del mundo que se mantiene aún en pie dentro del agua. A simple vista, no parece que tenga mil años. «Como señal para los barcos, pusimos una boya en la punta del campanario», señala Montes.

Más que un pantano, Sau parece ahora una charca. No hace mucho, funcionaba el club náutico, navegaban embarcaciones y se practicaba el piragüismo, el esquí náutico o el paddle surf. Cataluña sufre la peor sequía de su historia, la situación más crítica desde que hay registros. Los pantanos están bajo mínimos. De media, en la zona más afectada, están al 16% de su capacidad. En algunos, ha habido que hacer pescas masivas para evitar que las aguas quedaran inservibles por la muerte y putrefacción de los peces.

La comunidad catalana lleva 35 meses mirando al cielo y las nubes no descargan. Falta viento de Levante, dicen los meteorólogos. El Govern se prepara para entrar a principios de febrero en la fase de emergencia, con tres niveles, a cada cual más severo. Y anuncia más restricciones, como reducir la cantidad de agua que puede usar cada ciudadano de media al día (podría pasar de los 220 litros actuales a 160), si bien esas medidas no se observarán a simple vista en el grifo de casa. Si la situación se mantiene, este verano, llegarán a Barcelona barcos cisterna. En algunas localidades, esas penurias ya forman parte del día a día. Es el caso de Vallirana, a 30 kilómetros de la capital. Desde hace un año, camiones cisterna llevan agua a este municipio de 15.000 habitantes. Y no se puede abrir el grifo, ni poner una lavadora o tirar de la cadena del váter.

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Javier Martín-Vide, catedrático de la Universidad de Barcelona (UB) en Geografía Física y especializado en climatología, no cree que se llegue a cortar el agua a la ciudadanía en general, pero las playas vivirán otro verano sin duchas y los hoteles y campings no podrán llenar sus piscinas. Administrativamente, en cuanto al reparto fluvial, Cataluña se divide casi en dos mitades: la zona mas occidental, la cuenca del Ebro, y la que constituyen las cuencas internas, con los ríos Ter y Llobregat.

5% de capacidad

y bajando en el pantano de Sau, a 80 kilómetros de Barceolona, en el río Ter. La zona cero de la sequía.

La situación actual, asegura Martín-Vide, viene de tres años atrás, que han sido «extraordinariamente secos». En esa parte oriental de las cuencas internas no ha llovido, y los ríos están exhaustos. Gran parte de la población catalana, incluida la del área metropolitana de Barcelona que concentra a cinco millones de personas, depende de estas cuencas internas. «La situación es muy complicada», afirma el catedrático, quien considera que el Govern debería haber declarado la emergencia hace tiempo. «La temperatura es más alta que 50 años atrás y, aunque lloviera lo mismo, hay más evaporación y los cultivos y los ecosistemas exigen más agua. El suelo está seco», afirma. Cataluña tiene 8 millones de habitantes y recibe muchos turistas. «Un turista medio gasta 2-3 veces más que un autóctono porque está en un hotel; no le importa dejar el grifo abierto o ducharse dos veces al día. Y eso provoca una situación estructural de falta de agua», alerta.

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Una naturaleza «exacerbada»

«Lo que estamos viviendo es relativamente frecuente en la península», asegura David Saurí, profesor y miembro del Departamento de Geografía y del Instituto de Ciencia y Tecnología Ambientales en la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB). «Lo que no es normal es la duración, porque estamos entrando en el cuarto año con precipitaciones inferiores a la mitad de la media histórica». El verano pasado, recuerda, hubo que cerrar el canal de Urgell (Lleida) por falta de agua. «Fue inaudito, la primera vez en 150 años», señala. «A veces tenemos la sensación de que el problema es que alguien no ha hecho bien su trabajo. Esa es una actitud muy arrogante», afirma el experto, que apunta a la naturaleza, «exacerbada por el cambio climático». «Estamos ante un fenómeno difícil de prever».

La sequía ha dejado al descubierto los pantalanes del embalse,que casi se ha convertido en atracción turística. E. Parey

José Fernando Pérez es profesor e investigador de la Escuela STEAM de la Universidad Europea de Canarias. En su opinión, la causa de esta situación «es doble: por un lado, la falta de precipitaciones, y unido a esto, la falta de infraestructuras hidráulicas y medios técnicos en general». «El sector del agua en toda España, y no solo en Cataluña, arrastra unos déficits de inversión terribles. Inaceptables», denuncia.

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Cataluña consume unos 1.000 hectómetros cúbicos al año. Casi el 70% se va al uso agrario, a los regadíos, según Martín-Vide. La comunidad cuenta con dos plantas desalinizadoras (en el Prat y en Tordera), y proyecta una tercera. «Las dos desalinizadoras han conseguido evitar males mayores. Se está apostando por el agua regenerada, que es la solución para los países secos», indica el experto. «Necesitaríamos más plantas, al menos otras dos, pero el proceso de construcción es largo y costoso», admite. Además, el problema del agua desalada es el precio. «Bombearla y llevarla al interior es costosísimo», dice.

100 litros

litros de agua por persona y día en el área metropolitana. El consumo ha descendido en las dos últimas décadas.

La planta de El Prat puede generar 60 hectómetros cúbicos anuales. La de Tordera, mas pequeña, 20, y se quiere ampliar hasta 60. También se planea construir otra en Cunit-Cubelles (Tarragona), y así alcanzar los 180 hectómetros cúbicos. La desalación y la reutilización cubren más de 50% del consumo de agua doméstica e industrial en el área metropolitana.

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Para David Saurí, si con las nuevas plantas y la regeneración Cataluña fuera capaz de producir las dos terceras partes del agua que consume de aquí a tres años, la próxima sequía debería ser «bíblica» o «cósmica» para no poder afrontarla con garantías. La población, además, se ha puesto las pilas. En los últimos 20-25 años, el consumo ha descendido y se sitúa en poco más de 100 litros por persona y día en el área metropolitana. Y el precio del agua ha aumentado y seguirá haciéndolo si hay que buscarla hasta debajo de las piedras.

Andalucía también está en alerta roja. La peor parte se la lleva la zona de Cádiz, no tanto la cuenca del Guadalquivir, cuyos pantanos están en torno al 21%. La Junta ya ha anunciado un nuevo decreto para atajar el problema. De hecho, si no llueve antes y de forma continuada, las grandes ciudades como Sevilla, Málaga o Córdoba tendrán restricciones. Algunas comarcas cordobesas llevan nueve meses con el grifo cerrado y se abastecen con camiones cisterna.

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«No es políticamente correcto, pero al final esto es un tema económico», afirma José Fernando Pérez. «El agua es la única materia prima que no está sujeta a una lógica de mercado; sino que el precio se fija de manera arbitraria por las administraciones públicas. Así, es muy complicado, por no decir imposible, una adecuada gestión», añade el investigador, partidario de los trasvases. Un tema muy polémico, casi descartado en estos momentos, porque ni hay consenso político ni existe en España un clima de cohesión territorial. En tiempos de Jordi Puyol, Cataluña sondeó la idea de trasvasar agua del Ródano. También se plantea llevar agua del Ebro a Barcelona, pero en Aragón y Tarragona no quieren ni oír hablar de ello, y los ecologistas también se oponen.

Mientras, el pantano de Sau es testigo de una especie de turismo de sequía. Visitantes de Moià, Barcelona, Llagostera, Montcada i Reixach. «¡Qué pena! Como no llueva no sé qué va ser de nosotros», lamentan todos en la orilla del embalse mientras fotografían el campanario.

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