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Susana Zamora
Lunes, 18 de marzo 2019
Llegó a EE UU con solo ocho dólares en el bolsillo y un título de arquitecto bajo el brazo. Sin dinero y sin apenas hablar inglés, pero con una mente rápida como el mercurio, Victor Gruen tomó buena nota del consejo que un estadounidense le dio durante el viaje en avión desde su Viena natal: «Procure no perder el tiempo lavando platos o sirviendo como camarero; tenemos millones de esos aquí». Nunca fue su pretensión, porque aspiraba a ganarse la vida con la profesión que había estudiado en la misma Academia de Bellas Artes que años antes había rechazado a un artista incipiente llamado Adolf Hitler.
Su idea visionaria de las ciudades le llevó a reinventar el paisaje y a concebir una nueva forma de ir de compras. Así nació el primer centro comercial en EE UU ('malls'). Buscaba recrear el espíritu de ciudad que había experimentado en las plazas austriacas, una especie de ágora donde la gente pudiera reunirse y realizar diversas actividades. Quería rodear el edificio de viviendas, oficinas y zonas peatonales, pero nunca de aparcamientos.
Su proyecto fue bien recibido por los arquitectos del momento, y en 1956 abrió Southdale Center, en Minnesota, el primer 'shopping' cerrado con control climático del mundo. Hoy son 1.211 los que hay repartidos por todo el país. Pero aquel concepto moderno del comercio en una única superficie degeneró en algo muy distinto a lo que él había concebido. El automóvil, el urbanismo mal entendido y los incentivos fiscales de la América de esa época acabaron distorsionando la idea inicial. Se empezaron a construir en el extrarradio de las áreas metropolitanas moles de cemento sin apenas ventanas y rodeadas de hectáreas de asfalto a las que únicamente se podía acceder en vehículo propio. Frías, impersonales e imponentes.
Pese a todo, el modelo de negocio triunfó en los años 80 y 90. Los 'malls' se convirtieron en el icono de una cultura que amaba los suburbios y usaba el coche para todo. Pero, desde hace unos años, lo que se lleva es la gentrificación de los centros urbanos, adonde peregrinan las clases adineradas. Los centros comerciales han visto caer sus ventas por la competencia de un comercio electrónico que las generaciones más jóvenes adoran. La vieja obsesión por comprar un chalé adosado en el extrarradio está desapareciendo y los 'millennials' prefieren ahora vivir en entornos urbanos con todas las comodidades de la metrópoli a su alcance, también las comerciales.
En EE UU hace más de una década que sentenciaron a muerte a estas catedrales del consumo. Uno de los primeros en dar la voz de alarma fue JP Morgan Chase, el mayor banco de EE UU, cuando publicó un informe titulado 'Datos de imágenes por satélite indican debilidad en la actividad en los lugares de ventas minoristas en EE UU'. Era la conclusión obtenida tras examinar 284.000 fotografías hechas por satélites y comparadas a lo largo de tres años, en ocasiones, coincidiendo con fechas clave para el consumo como el 'Black Friday' o las rebajas. La conclusión fue devastadora. O los estadounidenses habían decidido compartir el coche para ir a comprar, o se habían quedado en casa delante del ordenador o del teléfono móvil adquiriendo en Amazon.
Actualmente, hay toda una corriente de fotógrafos especializados en documentar el lento deterioro de estos centros comerciales, algunos ya abandonados a su suerte. Otros, con gran parte de su superficie sin ocupar, enfilan una dramática senda hacia su cierre. Los 'dead malls' han dejado paso a fantasmagóricos espacios, donde el cierre inicial de marcas como Zara o Apple (considerados auténticos oráculos de la evolución futura del sector) ya hicieron presagiar lo peor. Es el primer paso hacia su extinción o reinvención. Auguran los expertos que acabarán transformándose en espacios de ocio, donde comprar será secundario.
En la actualidad, un tercio de todos los 'shopping' de Estados Unidos tienen problemas para mantenerse a flote, y las previsiones apuntan a que un 10% acabará cerrando en la próxima década por los cambios de hábito de los consumidores.
La realidad en España es, sin embargo, bien distinta, ya que con 563 centros comerciales «no nos encontramos ante un mercado saturado», subraya Eduardo Ceballos, presidente de la Asociación Española de Centros y Parques Comerciales (AECC). Asegura que, a diferencia de EE UU, «no hay una sobreoferta de locales, ni instalaciones obsoletas, ya que la mitad de nuestros centros comerciales abrieron a partir del año 2000».
Desde la AECC prevén inaugurar 17 superficies comerciales en los próximos años, aunque admiten que ya no cabe hablar de un modelo comercial «ideal», sino de muchas tipologías. Puede que así haya una vuelta a los orígenes y que la idea de Victor Gruen resucite a estos colosos del comercio como espacios de convivencia.
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Josemi Benítez
Jon Garay y Gonzalo de las Heras (gráficos)
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