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Almudena Escrivá
Miércoles, 23 de abril 2014, 12:59
"A finales del año 1987 me aventuré por primera vez en El Moraig siguiendo el cabo guía instalado por Eloy Parra. Me quedé absolutamente fascinado por las enormes dimensiones de la cueva pero al mismo tiempo, prevenido de los grandes peligros" (Bernard Pack).
El ser humano es explorador por naturaleza. La atracción que supone conquistar los picos más altos del mundo, llegar a los rincones más inhóspitos o pisar un lugar donde nunca antes ha estado nadie conocido, es tan fuerte que pocos son los aventureros que pueden resistirse.
El espeleobuceo es una disciplina reservada para unos pocos para la que se requiere formación muy específica en las técnicas de inmersión pero también de la exploración de cuevas. A cambio, permite alcanzar lugares reservados para unos pocos privilegiados.
La Cova del Moraig es un ejemplo. Junto a otra cavidad en las islas griegas, esta es única en el mundo por sus especiales características: contiene agua salobre, es decir, una combinación de agua dulce procedente de acuíferos del interior y agua salada, por las intrusiones marinas. Esto provoca que en su interior haya vida microscópica y fauna cavernícola -anguilas- muy particular.
Un grupo de espeleobuceadores está recorriendo sus entrañas -hasta ahora se conocen cerca de dos mil metros de galerías y rutas inundadas-. Joel Borrazás es uno de ellos y con él va un equipo de profesionales con nombres propios: Eliseo Belzunce, Carles Ramoneda, Jonathan Alcántara y Guaica Armisen.
Continúan así el trabajo iniciado hace décadas por otros valientes aficionados y completan, poco a poco, el mapa de esta cueva alicantina, especialmente, el realizado por el alemán Bernard Pack. Completada la limpieza pertinente de restos de anteriores expediciones -como si de una ascensión al Everest se tratara-, ahora ya pueden equipar su propia ruta, con marcas en el camino, botellas de oxígeno, iluminación... Un equipamiento de lo más sofisticado. Cada jornada son unas cuatro o cinco horas de inmersión en completa oscuridad. Hay que ir bien preparado. Por el momento, ya han superado la última barrera alcanzada y se encuentran a unos 1.500 metros roca adentro. "Nuestra idea es ir recorriendo las galerías para completar la topografía de la cueva en 3D y recoger muestras que luego serán estudiadas. Pero no tenemos ni idea de hasta dónde puede llegar, es un sistema de cuevas muy complejo", explica Joel.
Una gruta milenaria
El nombre del río subterráneo el Moraig se remonta a la época de los moriscos y significa 'La cueva del moro'. Presumiblemente la entrada era ya conocida por los fenicios 1.000 años A. C. Ellos fundaron las ciudades de Dénia y Calpe, poblaciones con escasez de agua dulce, y según las leyendas obtenían su agua desde las entrañas de la boca del Moraig. Hoy en día la proporción de salinidad del agua es demasiado elevada para ser consumida.
Durante el curso de los años el lugar donde el Moraig fluye hacia el mar fue olvidado por la inaccesibilidad a pie, lo escarpado de su relieve y las numerosas leyendas acerca de su escondida situación. Esas leyendas populares hablan de que el Moraig nace de un lago en algún lugar de la cueva en las montañas y de una cascada subterránea que nunca se seca.
A partir de 1950 se inició una sistemática búsqueda del curso del río y los habitantes de Benitatxell, Teulada, Xàbia y Gata de Gorgos se unieron para financiar un proyecto y poder beneficiarse del agua subterránea. En esa década, espeleólogos de Alicante se interesaron por el proyecto, exploraron la zona y desarrollaron su propia topografía. El objetivo era encontrar agua dulce en el interior del sistema de cuevas.
En 1974 Eloy Parra se atrevió por primera vez a bucear y lo hizo con un equipo muy simple. Tras varias inmersiones, en 1978 recorrió 200 metros. Consigo trajo muestras de vida submarina y agua. Años después Juan José Palmero y Vicente Alegre continuaron los trabajos de Parra y superaron su distancia, pero no sobrevivieron a su segundo viaje. Los buzos de seguridad encontraron a Palmero a 160 metros de la salida enganchado en el cabo y sin aire en sus tanques. El cuerpo de Alegre estaba a 470 metros. Aún no se conoce la verdadera causa de sus muertes. Es la parte negra de una crónica de éxitos. Desde entonces, y volviendo a empezar con Pack, las expediciones en busca de agua dulce se han sucedido hasta hoy en día, que continúan de la mano de nuevos aventureros como Joel y su equipo.
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