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DANIEL ROLDÁN
Martes, 19 de septiembre 2017, 20:04
Es una pelea de pura supervivencia entre estrellas de mar, caracolas gigantes, corales preciosos y científicos que se han roto la cabeza para encajar todas las piezas. Y si la ecuación sale bien, serán las estrellas de mar las que salgan perjudicadas de esta 'guerra'. El origen de la operación está en el deterioro de la Gran Barrera de Corral. Esta maravilla de la naturaleza -patrimonio mundial de la Unesco desde hace 36 años- se extiende por 345.000 kilómetros cuadrados y es el mayor conjunto coralino del mundo. Pero ahora está en peligro. Pierde sus vivos colores por culpa del cambio climático, las actividades industriales y por la acanáster púrpura o corona de espinas. Una estrella de mar de un metro de diámetro, tóxica para el hombre y que se alimenta, sobre todo, de coral. Y en las antípodas ha encontrado una mesa submarina repleta de manjares.
Un estudio de hace cinco años ya señalaba que la dichosa estrella estaba detrás del 42% del daño sufrido por la Gran Barrera en las últimas tres décadas, lo que provocó que los investigadores buscaran una forma de luchar contra la glotonería de la corona de espinas. El Instituto Australiano de Ciencias Marinas (AIMS) encontró la solución: las estrellas de mar estaban huyendo de determinadas áreas del Pacífico. El motivo era la charonia tritonis. Una caracola con un olfato muy desarrollado que le sirve para cazar. ¿Y que es lo que más le gusta al también llamado tritón gigante? Zamparse una buena corona de espinas. El descubrimiento hizo que el Gobierno del país oceánico aceptara aportar fondos para un proyecto que pretende criarlas en cautividad, ya que su población ha disminuido por culpa de sus preciados caparazones.
«Si la investigación es un éxito, los científicos estudiarán el impacto de las caracolas gigantes sobre las coronas de espinas y evaluarán su potencial como herramienta para reducir la desaparición de los corales», explicó el parlamentario Warren Entsch a AFP. Por el momento, ya han nacido 100.000 larvas. «Todavía no sabemos mucho sobre los tritones, como qué otras cosas comen, si son nocturnos o no. Es la primera vez que intentamos hacer una labor de cría», añadió la ecóloga Cherie Motti, responsable de las investigaciones.
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