Nuria Lacruz trabajando en el festival 'Latin Fest' en la Marina de Valencia LP

Detrás de la barra, para mudarse a Sevilla: la estudiante valenciana que trabaja por un sueño

Dormida de día, despierta de noche, Nuria Lacruz, pasa su verano eschuchando música y sirviendo copas

Marta Donat

Valencia

Lunes, 12 de agosto 2024, 01:09

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Después de todo el año estudiando, lo que más apetece es disfrutar ... de las largas vacaciones universitarias, esas que duran tres meses y que se acaban en cuanto el título académico está en tus manos. Muchos jóvenes, empiezan a trabajar 'antes de tiempo' para pagarse sus veranos, sus años de erasmus o para ayudar en casa. Ese es el caso de Nuria Lacruz, estudiante de filología italiana e hispánica en la Universidad de Valencia. Trabaja en el oficio estudiantil por excelencia: los festivales y conciertos. Detrás de la barra, escucha a sus artistas favoritos y sirve copas sin descanso. Fines de semana enteros en los que trabaja 10 horas seguidas y en los que vive como un murciélago: dormida de día, despierta de noche.

Merece la pena porque «ganas mucho dinero en pocos días», confiesa Nuria. Además, «vas a un festival gratis y conoces a mucha gente, que es lo que más me gusta de esto». Nuria lleva desde noviembre inmersa en este mundillo y ya son cinco los festivales en los que ha trabajado, además de asistir dos conciertos donde pudo cantar al ritmo de «Tu Calorro» o «Como Camarón» del emblemático grupo musical Estopa. El resto de trabajadores también son gente de su edad, entre 19 y 24 años, lo cuál crea un ambiente muy acogedor y de equipo. «Sin querer te pones a hablar con tus compañeros o con los clientes y siempre encuentras un contacto en común», señala Nuria.

Puede parecer el trabajo soñado, sobre todo para los adictos a la música, pero como todo, tiene sus partes malas. Trabajar de cara al público supone también encontrarte con maleducados, gente que va pasada e incluso algún hombre que es más pesado de lo normal. «Yo no he tenido ningún susto, pero conozco a gente que sí», explica Nuria. En los festivales como en cualquier sitio, hay gente maravillosa y gente no tan maravillosa. Hablando de los primeros, la estudiante se encontró a una italiana que le regaló una experiencia inolvidable. «Cuando estaba trabajando en elrow Town de Madrid, conocí a esta chica y como yo hablaba su idioma pude ayudarle. Resultó ser la manager de un DJ y acabe subida a la cabina rodeada de famosos».

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Trabajar por un sueño

En la misma tierra de esta desconocida, la de la pasta y la pizza, pudo vivir Nuria durante su programa Erasmus lo que le ayudó a ser más abierta y a sentirse más cómoda atendiendo al personal. Igual que el año pasado, este verano se ha decidido a trabajar para financiarse una aventura más, esta vez en una tierra un poco más próxima: la del flamenco y el gazpacho. «En septiembre me mudo a Sevilla y me tengo que pagar todo el año» , explica Nuria. Y añade: «En el FIB voy a ganar 300 euros y con eso ya me pago un mes de alquiler».

Erasmus para Europa, Sicue para España. Nuria tenía claro que no podía dejar pasar estas oportunidades aunque eso supusiera trabajar en los meses más calurosos del año. Su objetivo (y su sueño) es irse a estudiar a Sevilla y desde que lo tiene en mente se apunta a todos los festivales que puede. Muchos jóvenes valencianos tienen el mismo sueño: vivir en una nueva ciudad para experimentar la venerada independencia, conocer a gente distinta a 'lo de siempre' y visitar lugares que nunca imaginarias. Todas ellas, son razones suficientes para perderse la playa. «Me estoy sacrificando por algo que quiero», reconoce Nuria.

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Todos a una

En un mundo donde se critica a la juventud por 'no hacer nada' y 'ser unos vagos', personas como Nuria, llenan buses enteros para dirigirse a Madrid o cualquier parte de España en la que la música ofrezca una posibilidad de empleo. «Yo cuando fui a elrow, fuí sola pero éramos tres autobuses de gente de Valencia que iba a trabajar en Madrid» , recuerda la estudiante. En estos eventos, millones de personas se dejan la voz al son de temazos y nunca falta la copa en la mano. Pero para que eso sea posible hay un equipo de camareros que juegan a contra reloj y siempre están preparados para servir el roncola perfecto.

«Muchas veces somos 20 personas en el bar y hay momentos de mucho estrés, hay que estar coordinados y saber trabajar en equipo», cuenta Nuria. Para ella, es fundamental hacer comunidad e ir todos a una. «La primera vez pensaba que lo iba a hacer todo mal, que me iba a equivocar. Luego te das cuenta de que hasta el que lleva cuatro años puede equivocarse», recalca. Al fin y al cabo, «detrás de la barra somos todos iguales», concluye.

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