Los besos son el lenguaje universal del amor y estrechan vínculos entre las personas. Cada 13 de abril se celebra el Día Mundial del Beso. Se hace en honor a una pareja tailandesa que se dio el más largo de la historia durante un concurso unos años atrás. Duró 58 horas. Su récord estaba en 46 consecutivas, conseguido también el 13 de abril pero del año anterior. A partir de entonces en el calendario está marcada esa fecha para rendir homenaje a una de las mayores muestras de cariño, pero ¿cuál es su origen? ¿dónde y cuándo nació el beso?
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Las primeras evidencias sobre el momento en que nació el beso las encontramos hace más de 4.000 años en los antiguos pueblos semíticos. Era un saludo habitual entre iguales: en la mejilla para la amistad, en la mano para expresar sometimiento, y en la boca para expresar devoción. En la Antigua Grecia, el beso en la boca era casi desconocido: se limitaban a besar la cabeza, los ojos o las manos, según se deduce de los poemas homéricos. Como curiosidad, mientras se besaba en la frente a la otra persona también se le cogía de las orejas. En la Antigua Roma, el beso como saludo era una práctica habitual de la conducta social, aparte del significado sexual que tenía... Y así hasta llegar hasta nuestros días, en los que dependiendo en la cultura en la que nos encontremos tendrá una interpretación diferente.
El beso romántico, tal como lo conocemos hoy en día, surgió gracias al vino. Por una ley impuesta alrededor del año 740 antes de Cristo en Europa. Por aquel entonces, tal como recuerda el portal devinosyvides.com, Rómulo, fundador y primer rey de la monarquía de Roma (el mismo de la leyenda de Rómulo y Remo), dictó y estableció diversas leyes durante su reinado, que se sucedió desde el 753 hasta el 716 antes de Cristo. En esa normativa se prohibía terminantemente beber alcohol a las mujeres, especialmente vino puro, y tampoco se les permitiía tener las llaves de los sitios de sus propias casas en los que se guardasen recipientes que contuvieran la bebida originaria de la uva. La finalidad de la medida era intentar que las mujeres tuvieran «una perfecta y pudorosa conducta», algo a lo que, según pensaba el bueno de Rómulo, no ayudaba mucho que bebieran alcohol.
Para saber si algun mujer se había saltado la ley, su marido tenía que acercarse a su boca y oler su aliento. Sin embargo, la medida de control varió después. Se endureció. Los hombres debían ir más allá y rozar los labios de sus esposas. Los más estrictos llegaban a introducían la lengua dentro de la boca de su cónyuge para cerciorarse de que no había consumido nada de alcohol. El protocolo se repetía con asiduidad, pero ya no por cumplir la ley, sino porque las parejas se dieron cuenta de lo placentero que resultaba así que lo adoptaron como una demostración de amor.
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