Campamento en el que Pablo es monitor LP
Los oficios de verano

Disfrutar de los Pirineos y sacarse un sueldo

Pablo Iurillo | Monitor de campamento ·

Pablo es monitor de un campamento del que antes ha sido participante y disfruta enseñando a jóvenes antes de convertirse en profesor

M. Hortelano

Valencia

Martes, 20 de agosto 2024

-¿Qué es lo mejor de trabajar en esta época del año?

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-Cobrar un sueldo por ir a la montaña

-¿Y lo peor?

-No poder hacer planes

Pasar dos semanas en plenos Pirineos, ganar experiencia laboral y cobrar un sueldo que te ... permita tener algo de dinero durante el curso universitario. Esos son los tres motivos por los que Pablo dedica parte de su verano a coger la mochila y tirarse dos semanas rodeado de chavales de entre 10 y 17 años en las montañas aragonesas. Él lo hace feliz, porque para eso está estudiando magisterio y sabe que tendrá que lidiar con niños y adolescentes en el futuro, cuando sea profesor. Así que estos días como monitor de campamento le permiten coger cierta práctica enseñando.

Este será su quinto año como monitor, pero antes participó durante años como uno de los cientos de niños y niñas que acuden a los campamentos. Le gustaba tanto la experiencia que se sacó el título de monitor de actividades de tiempo libre para poder pasar el verano desde el otro lado. Y ahora, en esta época, es una profesión bastante demandada por las empresas organizadoras. Y ahí, tener ya experiencia te da muchos puntos para conseguir un buen campamento. En su caso, acude al mismo al que iba como estudiante, el de Guinocampa, donde tiene a buena parte de sus amigos.

«Me encanta la montaña», cuenta, y reconoce que no vas en las mismas circunstancias como monitor que como alumno. Aunque cree que como profesor lo disfrutas menos porque tiene mucha responsabilidad con jóvenes que estudian desde 6º de primaria al último curso del instituto. Ahí se juntan unos 250 adolescentes sin móviles. Porque los teléfonos no están permitidos en el campamento para ellos. Sí para los monitores, más que nada por si sucede algo. Pero Pablo asegura que allí ni lo mira. «Ni los chavales ni nosotros echamos de menos los móviles. Estamos en plena naturaleza, organizando todo el rato actividades distintas para que no nos dé tiempo a aburrirnos», dice.

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Ser alumno antes

Pero claro, al final, no deja de ser un trabajo, por mucho que le guste, y encima en pleno verano. Esa época en la que todo el mundo hace planes, se reserva las vacaciones para hacer una escapada o para descansar del curso universitario o laboral. Pero Pablo no le pone pegas. «Ahora mismo no me molesta, porque lo estoy disfrutando mucho. Me hace ilusión estar en el campamento porque tengo la edad de hacerlo. Igual con 50 años no me apetece seguir o no me da el físico, pero ahora no me importa», cuenta este joven de 22 años.

Eso sí, perderse festivales, algunos planes con amigos y algunos días de descanso son la peor parte, junto con el calor. Pero lo bueno es que acaba rodeado de sus futuros alumnos y puede poner en práctica lo que ha estudiado durante el año. Y por qué no «cobrar por ir a la montaña», que le encanta. «Gano algo de dinero en verano para tener un colchón en invierno para mis gastos», explica.

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Y una vez en Huesca, donde se celebran los campamentos, las jornadas también tienen sus cosas malas, claro. No todo es disfrutar, porque hay que hacerse responsable de un montón de jóvenes con sus filias y sus fobias. Y no siempre es sencillo. «No están acostumbrados a esforzarse demasiado», cuenta. Cuando, por ejemplo, tienen caminatas de cinco horas, las quejas son muy recurrentes, explica. No ha pasado ni un rato y ya se quejan, dice. «Pero luego agradecen que les hayas ayudado a superarse. Y yo ya voy preparado para ayudarles». Esos no son los únicos contratiempos que surgen en el día a día en el monte. A veces, todo sale fenomenal, la marcha ha transcurrido sin problema, pero alguno de los chicos o chicas ha cogido piojos y hay que ponerle remedio para que la cosa no vaya a más. «De vez en cuanto tenías planeada alguna actividad para una tarde y te la tienes que pasar quitando piojos. Pierdes la tarde, pero forma parte de la experiencia en la naturaleza», explica.

Cuando vuelven a Valencia, siempre tiene algo de morriña de lo que ha sido el campamento, pero ahí empiezan sus vacaciones. Y aunque cortas, las disfruta con más intensidad. Además, ha ganado algo de dinero, que en el caso de los monitores de campamento oscila entre los 800 y los 1.000 euros.

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